Acabo de terminar esta
novela histórica, editada por Planeta, que el italiano Simone Sarasso ha realizado en
torno a la vida del emperador Constantino el Grande, el último gran emperador romano y me ha
gustado por diversos motivos. Os cuento.
Sarasso ha tenido buen ojo a la hora de
elegir como protagonista de su novela al emperador Constantino El Grande, una
de las figuras más influyentes y carismáticas del Imperio Romano, todavía
virgen dentro del género histórico, aproximando al gran público su vida sin caer en la hagiografía o la mera sucesión de batallitas. No, Sarasso antepone a la persona -o el personaje- a la figura histórica y antes de caer en la mera novelización de hechos históricos, opta por el acercamiento introspectivo y subjetivo describiéndolo
con sus luces y sombras mediante un
estilo directo, moderno y conciso, poco habitual en los cultivadores del género
histórico y que se acerca más al reporterismo gonzo al
incorporar el narrador su propio punto de vista subjetivo cargado de humor e
ironía .
De este modo, y de una
manera fluida, las poco más de seiscientas páginas de la novela se convierten
en una amena lectura en la que se nos narrará la vida de Constantino desde su
nacimiento hasta su muerte, una vida en la que el emperador fue protagonista de
un tiempo turbulento y trascendental en el que volvió a unificar el Imperio bajo
su mando hasta alcanzar su máxima extensión territorial y legalizó y protegió el
Cristianismo con el famoso Edicto de Milán, como grandes logros históricos aun cuando para
ello tuviera que guerrear, conspirar y sacrificar a sus seres queridos.
Sarasso realiza un
documentado recorrido de la vida del hombre centrando la novela en el
desarrollo introspectivo del personaje para que, a lo largo de la novela,
asistamos a su evolución desde sus inseguridades infantiles como hijo de Helena, una
stabularia, y Constancio Cloro, un César ausente, a los que abandona para ser tutelado por el todopoderos Diocleciano y convertirse en un soldado hasta su conversión en un
solitario y amargado todopoderoso Emperador anciano. Sarasso rellena con sus
propios comentarios subjetivos, en ocasiones sardónicos, los huecos que los cronistas
dejaron en la vida –sobre todo íntima del emperador- logrando en conjunto que
los hechos históricos probados y su opinión de los mismos vertebren una narración entretenida.
En fin, “Invictus:
Cosntantino, el emperador guerrero” es una más que notable novela histórica,
bastante por encima de la media de los peplums que periódicamente aparecen en
el género, y Sarasso se presenta como un interesante autor a seguir. Una novela llamada
a convertirse con los años en la continuación natural y contemporánea de los “Yo, Claudio”, “Anibal”
(el bueno, el de Gisbert Haefs) y “Memorias de
Adriano” y conocer un poco mejor la imprescindible civilización romana de un modo ameno y entretenido.