Eso es lo que pensé, parafraseando la fantástica película de Pilar Miró, al enterarme por varios blogs de referencia – Yo digo no, Un tebeo con otro nombre, El blog de Ternin – del regreso de Chris Claremont a la franquicia mutante a la que encumbro y de la que se fue de mala manera en un ¿nuevo? título, “X Men Forever”, con periodicidad bimensual dibujado por Tom Grummett.
Claremont que dio empaque a la franquicia mutante, en los ochenta y noventa, desarrollando los conceptos creados por Len Wein, John Byrne y Dave Cockrum fue el “Rey Midas” de Marvel que encumbro y mantuvo durante años la colección en el número uno del ranking de comics más vendidos. Una época en la que yo, confieso, fui seguidor irredento de los mutantes y que disfruté con la ilusión y fidelidad que sólo puede ofrecer un adolescente. Más o menos, cuando lo dejó Claremont, según nos dijeron, en pos a una carrera literaria que no cuajó, dejé yo también las series mutantes, aburrido del cariz que estaba tomando la serie de “La Patrulla X” (para mí siempre serán la Patrulla, lo siento), en particular, y los superhéroes marvel, en general. Y, según parece, la cosa ha ido languideciendo de manera lenta pero segura a pesar de algunos interesantes intentos de revitalización protagonizados por gente de ideas como Whedom o Morrison, que no prosperaron por las limitaciones a las que obligan las franquicias cinematográficas, manteniéndose en animación suspendida la serie cuan bella durmiente desde la marcha de su Príncipe Azul.
“Pelillos a la mar”, han debido pensar los condescendientes editores marvel al ver que a su princesa no hay quien la despierte y han hecho las paces con el Príncipe Claremont para que, con un prolongado beso, la despierte y lo retome allá donde lo dejó hace veinte años para disfrute de los marvel zombis treinteañeros que no superaron tan traumática separación.
Un bonito cuento el que les he contado, ¿verdad? Pues, más o menos, es el planteamiento nostálgico que han debido hacerse los editores marvel: apelar a la nostalgia treinteañera. Un pobre recurso para recuperar la franquicia si tenemos en cuenta que ya antes de marcharse, Claremont dio bastantes síntomas de falta de ideas y agotamiento, repitiendo tramas y personajes de mala manera. Yo ya no soy un ingenuo adolescente a pesar que los sagaces editores marvel parecen pensar lo contrario sino un treinteañero resabiado y no creo que en todo este tiempo alejado de sus personajes preferidos Claremont haya evolucionado como autor y pueda devolver a los mutantes a lo que fueron. Los mutantes necesitan savia nueva y libertad creativa, no recurrir a viejas glorias que pongan en práctica los mismos trucos que usaron hace veinte años en un deja vu constante.
Ojalá el cuento tenga un final feliz y todos vivamos felices y comamos perdices. Sin embargo, me temo que el retorno de Claremont no cuajará. El tiempo dará y quitará razones.
Claremont que dio empaque a la franquicia mutante, en los ochenta y noventa, desarrollando los conceptos creados por Len Wein, John Byrne y Dave Cockrum fue el “Rey Midas” de Marvel que encumbro y mantuvo durante años la colección en el número uno del ranking de comics más vendidos. Una época en la que yo, confieso, fui seguidor irredento de los mutantes y que disfruté con la ilusión y fidelidad que sólo puede ofrecer un adolescente. Más o menos, cuando lo dejó Claremont, según nos dijeron, en pos a una carrera literaria que no cuajó, dejé yo también las series mutantes, aburrido del cariz que estaba tomando la serie de “La Patrulla X” (para mí siempre serán la Patrulla, lo siento), en particular, y los superhéroes marvel, en general. Y, según parece, la cosa ha ido languideciendo de manera lenta pero segura a pesar de algunos interesantes intentos de revitalización protagonizados por gente de ideas como Whedom o Morrison, que no prosperaron por las limitaciones a las que obligan las franquicias cinematográficas, manteniéndose en animación suspendida la serie cuan bella durmiente desde la marcha de su Príncipe Azul.
“Pelillos a la mar”, han debido pensar los condescendientes editores marvel al ver que a su princesa no hay quien la despierte y han hecho las paces con el Príncipe Claremont para que, con un prolongado beso, la despierte y lo retome allá donde lo dejó hace veinte años para disfrute de los marvel zombis treinteañeros que no superaron tan traumática separación.
Un bonito cuento el que les he contado, ¿verdad? Pues, más o menos, es el planteamiento nostálgico que han debido hacerse los editores marvel: apelar a la nostalgia treinteañera. Un pobre recurso para recuperar la franquicia si tenemos en cuenta que ya antes de marcharse, Claremont dio bastantes síntomas de falta de ideas y agotamiento, repitiendo tramas y personajes de mala manera. Yo ya no soy un ingenuo adolescente a pesar que los sagaces editores marvel parecen pensar lo contrario sino un treinteañero resabiado y no creo que en todo este tiempo alejado de sus personajes preferidos Claremont haya evolucionado como autor y pueda devolver a los mutantes a lo que fueron. Los mutantes necesitan savia nueva y libertad creativa, no recurrir a viejas glorias que pongan en práctica los mismos trucos que usaron hace veinte años en un deja vu constante.
Ojalá el cuento tenga un final feliz y todos vivamos felices y comamos perdices. Sin embargo, me temo que el retorno de Claremont no cuajará. El tiempo dará y quitará razones.