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La premisa de la que parte es un tópico tan desgastado del que un guionista de la reputación de Azzarello casi debería avergonzarse: Hulk ha arrasado la ciudad de Santa Fe causando destrucción, muertos y heridos, por doquier, y Doc Sanson y “Thunderbolt” Ross andan tras sus pasos intentando atraparle y detenerle, el primero para redimirle y que Banner controle a su alter ego y el segundo para acabar con ambos.
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Una trama trillada y que poco podía dar de sí si no fuese porque Corben es capaz de sacar petróleo de las simplezas de Azzarello y dotar de matices el escaso esfuerzo que este realiza en esta historia (la manipulada caracterización macarra de un personaje como Sanson es sonrojante) más allá de sus directos y molones diálogos, dejando –como suele ser por otro lado habitual en muchos de sus trabajos– que sea el dibujante que le toque en suerte el que cargue con el peso y desarrollo de la historia.
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No es que Corben sea tampoco especialmente fiel a las versiones canónicas de los personajes pero su calidad es tanta que ni falta que hace. Pronto logra hacernos olvidar los detalles para sumergirnos en la narración y la riqueza de sus registros gráficos que convierten una historia tan ordinaria en atractiva tanto para aquellos que siguen ocasionalmente a Hulk como para los seguidores fieles. Y es que Corben es un superdotado que pasa del escalofrío terrorífico a la comedia de una viñeta a otra con facilidad, dotando de expresividad y registros sorprendentes a los distintos personajes –especialmente a su monstruoso Hulk- y convirtiendo un cómic del montón del que en principio no había mucho que rascar en una obra destacable.
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Y es que incluso detrás del tan manido “HULKKK MACHACAR”, “HULK EL MÁS FUERTE” hay calidades. Solo tenéis que echarle un ojo al Hulk de Corben para comprobarlo.