Se ha convertido casi en una obligación no escrita en la carrera de todo actor que es un “sex symbol” de masas demostrar cuando va llegando a su madurez al menos una vez a lo largo de su carrera que no todo su éxito se debe a su cara bonita, sus chocolatinas bien puestas y la firmeza de su trasero sino que también cuenta con cualidades interpretativas, no tan evidentes quizás como las anteriores, para las que exige reconocimiento por haberle resultado probablemente más difíciles de adquirir.
Seguramente esto es lo que llevó a Brad Pitt a embarcarse en “El curioso caso de Benjamin Button”, uno de esos proyectos holliwoodienses que pasan por mil manos hasta que llega a las adecuadas que lo convierten en película, película además de lentejuelas que cuenta con todas las papeletas para llevarse una buena recua de Oscars y una excelente recaudación en taquilla, pero de la que yo, personalmente, esperaba mucho más.
Supongo que ya estarán familiarizados con la historia libremente inspirada en un cuento Scott Fitzgerald. Benjamin Button nace hecho una pasilla octogenenaria en los últimos días de la Gran Guerra y, conforme va cumpliendo años rejuvenece hasta morir hecho un bebé. Lo extraordinario de su naturaleza no es óbice para que Button viva con plenitud, conozca a variopintos personajes, experimente todo tipo de aventuras y conozca el amor y la paternidad.
Me va a quedar siempre con la duda de qué podría haber llegado a ser esta película si la hubiera dirigido alguien más ambicioso artísticamente o proclive al género fantástico (un Tim Burton, por ejemplo) que David Fincher (“Zodiac”). Fincher es un director de cuya valía no dudo, que debe, además, de ser de la confianza de Pitt ya que ha coincidido con él en varias películas, pero me da la sensación que esta historia alejada de sus temáticas habituales le viene grande y se limita a cubrir el expediente de manera correcta pero sin brillantez.
De todos modos, no creo que el problema de la película no estriba tanto en la dirección o en el trabajo actoral como en el exceso de metraje de la cinta (casi llega a las tres horas) y el discreto guión de Eric Roth al que se le ven las costuras por todos lados. Por un lado, incorpora una especie de prólogo en el que se pretende establecer desde el principio un paralelismo entre la vida de Jeremy Button y la historia del reloj de Nueva Orleáns bastante poco lograda, y, por otro, la primera parte de la biografía de Button, en que coquetea con el género de aventuras me recuerda demasiado a otros guiones del mismo guionista como “Forrest Gump” o la burtoniana “Big Fish”. Es a partir de la mitad de la película en la que esta gira hacia el melodrama y se centra en la historia de amor entre Pitt y Cate Blanchett que empieza a resultar más interesante gracias, sobre todo al trabajo de la actriz, que roba buena parte del protagonismo a Pitt y resulta de largo lo mejor de la película, y el más adecuado tratamiento de la figura de Button, aunque se tienda a pasar de largo sobre su naturaleza trágica y no se profundice en ninguna de las situaciones más interesantes de la historia.
A nivel interpretativo, creo que Pitt va a necesitar otra película para reivindicarse porque en esta me parece que no realiza uno de sus mejores papeles, lastrado en demasía por los kilos de maquillaje que lleva encima para simular su edad (tanto cuando se caracteriza para ser más viejo como más joven de su edad real) y encasillado el rato en que actúa con su aspecto real en el rol de sex symbol (chicas, si quieren ver al Pitt luciendo palmito creo que esta película es en la que más se exhibe desde “Thelma&Louise”) pero que no profundiza demasiado en la naturaleza trágica de su personaje. Mucho más interesante y sutil resulta la interpretación de Cate Blanchett (“Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal”, “Diario de un escándalo”) en un personaje con muchos más matices y que da una lección de interpretación a todos los niveles a Pitt, aunque su actuación no se vea acompañada por el resto de sus compañeros, sin por ello dejar de resultar bellísima. El resto del reparto cumple con profesionalidad, destacando si acaso la excelente Taraj P. Henson en el papel de madre adoptiva de Button.
En fin, creo que “El curioso caso de Benjamín Button” peca en exceso de intentar satisfacer a todo tipo de públicos resultando finalmente un producto simplón y perfectamente olvidable, que no profundiza en las situaciones más interesantes que la historia propone y sólo recomendable para los fanáticos de Pitt o de Blanchett. Aparte de esto, no descarten que gane alguna estatuilla de las importantes. Véanla y juzguen por ustedes mismos. Eso sí, luego me lo cuentan.
Seguramente esto es lo que llevó a Brad Pitt a embarcarse en “El curioso caso de Benjamin Button”, uno de esos proyectos holliwoodienses que pasan por mil manos hasta que llega a las adecuadas que lo convierten en película, película además de lentejuelas que cuenta con todas las papeletas para llevarse una buena recua de Oscars y una excelente recaudación en taquilla, pero de la que yo, personalmente, esperaba mucho más.
Supongo que ya estarán familiarizados con la historia libremente inspirada en un cuento Scott Fitzgerald. Benjamin Button nace hecho una pasilla octogenenaria en los últimos días de la Gran Guerra y, conforme va cumpliendo años rejuvenece hasta morir hecho un bebé. Lo extraordinario de su naturaleza no es óbice para que Button viva con plenitud, conozca a variopintos personajes, experimente todo tipo de aventuras y conozca el amor y la paternidad.
Me va a quedar siempre con la duda de qué podría haber llegado a ser esta película si la hubiera dirigido alguien más ambicioso artísticamente o proclive al género fantástico (un Tim Burton, por ejemplo) que David Fincher (“Zodiac”). Fincher es un director de cuya valía no dudo, que debe, además, de ser de la confianza de Pitt ya que ha coincidido con él en varias películas, pero me da la sensación que esta historia alejada de sus temáticas habituales le viene grande y se limita a cubrir el expediente de manera correcta pero sin brillantez.
De todos modos, no creo que el problema de la película no estriba tanto en la dirección o en el trabajo actoral como en el exceso de metraje de la cinta (casi llega a las tres horas) y el discreto guión de Eric Roth al que se le ven las costuras por todos lados. Por un lado, incorpora una especie de prólogo en el que se pretende establecer desde el principio un paralelismo entre la vida de Jeremy Button y la historia del reloj de Nueva Orleáns bastante poco lograda, y, por otro, la primera parte de la biografía de Button, en que coquetea con el género de aventuras me recuerda demasiado a otros guiones del mismo guionista como “Forrest Gump” o la burtoniana “Big Fish”. Es a partir de la mitad de la película en la que esta gira hacia el melodrama y se centra en la historia de amor entre Pitt y Cate Blanchett que empieza a resultar más interesante gracias, sobre todo al trabajo de la actriz, que roba buena parte del protagonismo a Pitt y resulta de largo lo mejor de la película, y el más adecuado tratamiento de la figura de Button, aunque se tienda a pasar de largo sobre su naturaleza trágica y no se profundice en ninguna de las situaciones más interesantes de la historia.
A nivel interpretativo, creo que Pitt va a necesitar otra película para reivindicarse porque en esta me parece que no realiza uno de sus mejores papeles, lastrado en demasía por los kilos de maquillaje que lleva encima para simular su edad (tanto cuando se caracteriza para ser más viejo como más joven de su edad real) y encasillado el rato en que actúa con su aspecto real en el rol de sex symbol (chicas, si quieren ver al Pitt luciendo palmito creo que esta película es en la que más se exhibe desde “Thelma&Louise”) pero que no profundiza demasiado en la naturaleza trágica de su personaje. Mucho más interesante y sutil resulta la interpretación de Cate Blanchett (“Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal”, “Diario de un escándalo”) en un personaje con muchos más matices y que da una lección de interpretación a todos los niveles a Pitt, aunque su actuación no se vea acompañada por el resto de sus compañeros, sin por ello dejar de resultar bellísima. El resto del reparto cumple con profesionalidad, destacando si acaso la excelente Taraj P. Henson en el papel de madre adoptiva de Button.
En fin, creo que “El curioso caso de Benjamín Button” peca en exceso de intentar satisfacer a todo tipo de públicos resultando finalmente un producto simplón y perfectamente olvidable, que no profundiza en las situaciones más interesantes que la historia propone y sólo recomendable para los fanáticos de Pitt o de Blanchett. Aparte de esto, no descarten que gane alguna estatuilla de las importantes. Véanla y juzguen por ustedes mismos. Eso sí, luego me lo cuentan.