Nueva esperada entrega del noruego Jason que publica como viene siendo habitual Astiberrri en la que el autor vuelve a aplicar la misma formula que tantas alabanzas le proporcionó en anteriores trabajos basado en el minimalismo, los funny animals y la fuerza evocativa de unos originales argumentos que partiendo de planteamientos de género abordan temáticas trascendentales como el desamor, la amistad o la soledad.
En esta ocasión, Jason nos relata las aventuras de Sven, un anodino artista noruego secretamente enamorado de su vecina, residente en la localidad francesa de Montpellier que con nocturnidad y disfrazado de hombre lobo se cuela por los tejados en las casas de sus vecinos para robarles. Cuando es fotografiado en una de sus correrías, Sven se convertirá en el blanco de los auténticos hombres lobo de la localidad, dispuestos a castigar al advenedizo que puede descubrir sus actividades.
Jason vuelve aplicar la fórmula expuesta más arriba con la eficacia habitual y le sale un tebeo quizás menos divertido y más desencantado que en otras ocasiones debido quizás a que el autor como todos se está haciendo mayor e incorpora a la trama elementos supuestamente autobiográficos (no en vano el mismo Jason ha vivido en Montpellier durante años y protagonista y autor comparten la misma nacionalidad). De todos modos, “Los hombres lobo de Montpellier”, que agradará aunque no sorprenderá a los que siguen desde hace tiempo a este autor, sí puede empezar a levantar sospechas respecto a un acomodamiento que le impide ir más allá del cómodo nicho en que se ha instalado en una obra con más altibajos que las divertidas “El último mosquetero” o “Yo maté a Adolf Hitler” o la más reflexiva “No me dejes nunca”.
Seguramente sea esta una obra que vaya a gustar más a los que lean a Jason por primera vez y se sorprendan con su sutil sentido de la narración gráfica emparentado al de grandes de la tira cómica como Schultz en que constantemente busca la complicidad y el guiño del lector con un exquisito uso de los “tempos” y los silencios, su tratamiento de los géneros, sus referencias cinematográficas o la complejidad de las temáticas propuestas bajo su aparente sencillez expositiva. Sin embargo y a pesar que todo eso se mantiene, “Los hombres lobo de Montpellier” es una obra en la que Jason pierden inmediatamente el interés por la trama principal que seguramente sirve de reclamo a muchos lectores pero se vuelve anecdótica durante buena parte de la obra para centrarse en la que verdaderamente interesa a Jason –la particular historia de encuentros y desencuentros sentimentales entre el protagonista y sus vecinas- solo retomándose en la conclusión de la obra para concluir en un melancólico e interpretable final abierto.
En definitiva, “Los hombres lobo de Montpellier” nos muestra al más maduro y desencantado Jason que sin perder su inteligencia sí ha perdido parte de la gracia de antaño probablemente debido al agotamiento de una fórmula que ya ha exprimido hasta el tuétano. Quizás su nueva obra en colaboración con Vehlmann, “L’Île aux cent mille morts” le abra nuevas perspectivas a un autor del que siempre hay que esperar lo mejor.
En esta ocasión, Jason nos relata las aventuras de Sven, un anodino artista noruego secretamente enamorado de su vecina, residente en la localidad francesa de Montpellier que con nocturnidad y disfrazado de hombre lobo se cuela por los tejados en las casas de sus vecinos para robarles. Cuando es fotografiado en una de sus correrías, Sven se convertirá en el blanco de los auténticos hombres lobo de la localidad, dispuestos a castigar al advenedizo que puede descubrir sus actividades.
Jason vuelve aplicar la fórmula expuesta más arriba con la eficacia habitual y le sale un tebeo quizás menos divertido y más desencantado que en otras ocasiones debido quizás a que el autor como todos se está haciendo mayor e incorpora a la trama elementos supuestamente autobiográficos (no en vano el mismo Jason ha vivido en Montpellier durante años y protagonista y autor comparten la misma nacionalidad). De todos modos, “Los hombres lobo de Montpellier”, que agradará aunque no sorprenderá a los que siguen desde hace tiempo a este autor, sí puede empezar a levantar sospechas respecto a un acomodamiento que le impide ir más allá del cómodo nicho en que se ha instalado en una obra con más altibajos que las divertidas “El último mosquetero” o “Yo maté a Adolf Hitler” o la más reflexiva “No me dejes nunca”.
Seguramente sea esta una obra que vaya a gustar más a los que lean a Jason por primera vez y se sorprendan con su sutil sentido de la narración gráfica emparentado al de grandes de la tira cómica como Schultz en que constantemente busca la complicidad y el guiño del lector con un exquisito uso de los “tempos” y los silencios, su tratamiento de los géneros, sus referencias cinematográficas o la complejidad de las temáticas propuestas bajo su aparente sencillez expositiva. Sin embargo y a pesar que todo eso se mantiene, “Los hombres lobo de Montpellier” es una obra en la que Jason pierden inmediatamente el interés por la trama principal que seguramente sirve de reclamo a muchos lectores pero se vuelve anecdótica durante buena parte de la obra para centrarse en la que verdaderamente interesa a Jason –la particular historia de encuentros y desencuentros sentimentales entre el protagonista y sus vecinas- solo retomándose en la conclusión de la obra para concluir en un melancólico e interpretable final abierto.
En definitiva, “Los hombres lobo de Montpellier” nos muestra al más maduro y desencantado Jason que sin perder su inteligencia sí ha perdido parte de la gracia de antaño probablemente debido al agotamiento de una fórmula que ya ha exprimido hasta el tuétano. Quizás su nueva obra en colaboración con Vehlmann, “L’Île aux cent mille morts” le abra nuevas perspectivas a un autor del que siempre hay que esperar lo mejor.