Andaba yo muy mal acostumbrado con las últimas adaptaciones de superhéroes al cine, que me habían parecido películas discutibles, sí, pero que hacia que mereciese la pena pagar la entrada –eso sí, en día con algún descuento-, así que el lunes pasado acudí muy confiado a ver la última de la franquicia mutante dedicada a Lobezno. Demasiado confiado, quizás, porque lo que había visto en los trailers parecía interesante, la trilogía X-Men me había parecido (por lo menos, mientras Singer se mantuvo al frente) de lo mejorcito del género y pensaba que Hugh Jackman, aparte de simpático, conocía lo suficiente a su personaje cómo para afrontar el peso de toda una película centrada únicamente en Lobezno, uno de los personajes más importantes del Universo Marvel y que en los ochenta llegó a rivalizar en popularidad con el mismo Spiderman. Lobezno, un personaje de incierto pasado, complejo y atormentado, mitad bestia, mitad humano, siempre en constante lucha para mantener a raya sus instintos asesinos, con la suficiente carga dramática para dar mucho juego en la gran pantalla. Bien, tras ver la película puedo decir que ninguno de esos apriorismos que hacían de "X-Men Orígenes: Lobezno” una película atractiva cubre las expectativas y, con suerte, se puede calificar la película de Gavin Hood de indigno producto palomitero para consumo en el sillón la sobremesa del domingo.
Y es que esta precuela en la que se nos cuentan parte de los orígenes de Logan es aburrida de solemnidad en su previsibilidad y llaneza merced a un guión insulso que se limita a obviar toda la carga dramática que encierra el personaje y que no ofrece ninguna sorpresa al espectador, contentándose con la mera reiteración de peleas que van desde lo espectacular, el enfrentamiento entre Logan y Zero en el helicóptero, a lo idiota, ese enfrentamiento pugilístico con la Mole, aderezadas en los tiempos muertos con la aparición gratuita de personajes que muy poco aportan a la historia, salvo el lucimiento de los miembros del Departamento de Efectos Especiales. En este quiero y no puedo que es “X-Men Orígenes: Lobezno” y en el que Gavin Hood, aparte de colocar la cámara y cobrar un sustancioso cheque poco más parece que ha aportado, el elemento principal que podía haber dado hilazón a la trama con el enfrentamiento fraterno entre Logan y Dientes de Sable queda meramente esbozado, desaprovechándose el potencial de un perturbador Liev Schereiber, que se come con patatas a Hugh Jackman, demasiado preocupado en no perderse ni un primer plano en una actuación bastante decepcionante tras lo visto en las películas de “X Men”. Llegados a este punto, y reducido todo el interés de la película a una mera sucesión de luchas de videojuego, podríamos haber esperado disfrutar de la coreografía de las mismas, sin embargo, su ritmo acelerado y nervioso sólo logra aumentar la crispación del espectador –yo- que siente que le están tomando el pelo, hasta que llega el ansiado y estúpido final, que no les reviento por si todavía queda alguien con ganas de acercarse al cine.
¿Se puede salvar algo de tanto sin sentido e infantilización de una película sobre un personaje que podría haber ofrecido tanto? Poca cosa, salvo la secuencia de los créditos iniciales en los que se narra en apenas el transcurso de cien años en la vida de de Logan y Creed, participando desde la Guerra Civil Norteamericana hasta Vietnam, ingeniosamente narrado, y la interpretación de Lynn Collins, que se hace corta y da el pego como novia de Lobezno
En fin, salvo que sean adictos al género superheroico, una película completamente prescindible que amenaza con una segunda parte. Eso sí, que no cuenten conmigo.
Y es que esta precuela en la que se nos cuentan parte de los orígenes de Logan es aburrida de solemnidad en su previsibilidad y llaneza merced a un guión insulso que se limita a obviar toda la carga dramática que encierra el personaje y que no ofrece ninguna sorpresa al espectador, contentándose con la mera reiteración de peleas que van desde lo espectacular, el enfrentamiento entre Logan y Zero en el helicóptero, a lo idiota, ese enfrentamiento pugilístico con la Mole, aderezadas en los tiempos muertos con la aparición gratuita de personajes que muy poco aportan a la historia, salvo el lucimiento de los miembros del Departamento de Efectos Especiales. En este quiero y no puedo que es “X-Men Orígenes: Lobezno” y en el que Gavin Hood, aparte de colocar la cámara y cobrar un sustancioso cheque poco más parece que ha aportado, el elemento principal que podía haber dado hilazón a la trama con el enfrentamiento fraterno entre Logan y Dientes de Sable queda meramente esbozado, desaprovechándose el potencial de un perturbador Liev Schereiber, que se come con patatas a Hugh Jackman, demasiado preocupado en no perderse ni un primer plano en una actuación bastante decepcionante tras lo visto en las películas de “X Men”. Llegados a este punto, y reducido todo el interés de la película a una mera sucesión de luchas de videojuego, podríamos haber esperado disfrutar de la coreografía de las mismas, sin embargo, su ritmo acelerado y nervioso sólo logra aumentar la crispación del espectador –yo- que siente que le están tomando el pelo, hasta que llega el ansiado y estúpido final, que no les reviento por si todavía queda alguien con ganas de acercarse al cine.
¿Se puede salvar algo de tanto sin sentido e infantilización de una película sobre un personaje que podría haber ofrecido tanto? Poca cosa, salvo la secuencia de los créditos iniciales en los que se narra en apenas el transcurso de cien años en la vida de de Logan y Creed, participando desde la Guerra Civil Norteamericana hasta Vietnam, ingeniosamente narrado, y la interpretación de Lynn Collins, que se hace corta y da el pego como novia de Lobezno
En fin, salvo que sean adictos al género superheroico, una película completamente prescindible que amenaza con una segunda parte. Eso sí, que no cuenten conmigo.