Pues eso, que
estoy muy aburrido del tema este de que casen al díscolo quebequés Jean Paul Beauvier
y el revuelo mediático en torno a la “primera boda gay” de los cómics de
superhéroes.
Ni es la
primera boda entre superhéroes homosexuales y ni siquiera es el único superhéroe
homosexual de la Casa de las Ideas, pero más allá de la inevitable poca
documentación de los medios generalistas y el predecible veto de los
fundamentalistas de turno que a buen seguro ayudarán a subir las ventas aunque solo sea por llevarles la contraria, poco podemos esperar si entre los propios
especialistas lo poco que se destaca a estas alturas de la fiesta es que un muchacho se casa con
otro muchacho y su repercusión en los medios sin contextualizar la noticia.
Es estupendo
que los cómics de superhéroes estén abiertos a la sociedad y el mundo mostrando
la pluralidad humana pero eso no es noticia. De hecho, la homosexualidad en los cómics de
superhéroes –por no hablar del Cómic en general- no es noticia y, de hecho, sin
tanto marketing pero con mayores posibilidades creativas ha estado presente, ciñéndonos
únicamente al género superheróico, desde que a principios de los años ochenta del siglo
pasado John Byrne lo introdujera en una serie marginal (pero de culto de las de verdad) como fue “Alpha
Flight” al caracterizar a Estrella del Norte (como lo conocemos en España desde
hace treinta años cuando empezó a publicar la serie Comics Forum y no Northstar como
ahora parece que se empeñan en llamarle). O cuando, en la inevitable “Watchmen” de Moore
y Gibbons, pocos años más tarde, volvía a tocarse el tema de pasada al hacerse alguna
inteligencia velada a la sexualidad de uno de los personajes secundarios. Por tanto,
que no nos descubran el mundo: hace más de treinta años sí que era rompedor y valiente
presentar a superhéroes abiertamente –bueno, no tan abiertamente- gays. Pero ello, hoy por
hoy no debería ser noticia y que lo sea es señal de lo poco que ha evolucionado
el género en estas décadas.
Para mí lo
interesante de la boda de Estrella del Norte consiste en que me contesten a estas
preguntas…¿Es una buena historia?¿Evoluciona el personaje?¿Evoluciona el
género?¿O simplemente estamos ante la penúltima maniobra chusca para,
aprovechando los elementos más anecdóticos del evento, vender más tebeos malos
como parece ser, teniendo en cuenta que la competencia ahora se descuelga con la
rocambolesca idea de hacer cambiar la identidad sexual de uno de sus personajes
emblemáticos?. Si solo estamos ante este último caso, mi enhorabuena a los ejecutivos que han sabido
buscarse el hueco en los medios para publicitar su producto y mi condolencia a
los que comparten como yo la idea que el género superheróico puede dar mucho
más de sí. Solo una última consideración a esos visionarios: para que los potenciales lectores que
hayan ganado se mantengan tras esta brillante operación comercial hay que dejar que los
guionistas y los dibujantes cuenten con la libertad creativa para usar el
potencial del género para construir utopías originales y novedosas que nos
inspiren y no cíclicos infantilismos huecos protagonizados por personajes
planos. Historias como las que hace treinta años sin apoyo de prensa,
televisión ni Internet se atrevieron a escribir los señores Byrne y Moore y
engancharon para bien o para mal a toda una generación de chavales – y no tan
chavales- entre los que me hallé con ideas y conceptos de los que las grandes editoriales y muchos
de sus guionistas siguen viviendo.
De otro modo,
esta boda gay no deja de ser una anécdota destinada al olvido tras, como decía Warhol, sus cinco
mínutos de gloria.