Dibbuks
reunió hace unos meses en una bonita edición integral los dos álbumes que srecopilaron en su momento “Las aventuras de Zorgo”, serie
publicada inicialmente en la extinta y recomendable revista “Míster K” y que nos descubrió a muchos el talento para la historieta cómica del
madrileño Luis Bustos, que luego vería confirmada su versatilidad y capacidades
con la dramática y ambiciosa “Endurance”.
Las
aventuras de Zorgo nos cuenta las desventuras de un histriónico genio malvado que desde su refugio en la Isla Calavera y secundado de su fiel Manolito que con sus legiones
de Tochobots pretende dominar el Mundo y sembrar el Caos y la Destrucción en las democracias occidentales, especialmente en el país de su archienemigo
Jonatán, el presidente de los Estados Unidos, mientras desmonta los
diversos planes de los clónicos agentes de la ONU por pararle los pies e intenta ganarse el respeto y
la admiración de sus colegas supervillanos en sus reuniones y festejos.
Tras
la lectura completa del integral, comprobamos como Bustos a lo largo de la
serie fue puliendo su talento en estupendas historias de humor
blanco, accesibles al amplio abanico de lectores a los que iba dirigida la
revista “Mister K”, en las que plasmaba las eclécticas aventuras de Zorgo –personaje inspirado en parte en la propia caricaturización
del autor-, un histriónico mad doctor que ironiza sobre estos personajes exagerando los atributos característicos que la cultura popular les han ido adjudicando. Bustos exhibe sus amplios conocimientos de cultura de derribo aunando sin que rechinen los clichés propios del género superheroico, las pelis de 007 y de monstruos japoneses con la castiza y riquísma tradición
de la Escuela Bruguera y, especialmente, de su último gran exponente, el Superlópez de Jan y dejando caer con sutileza una sutil y sardónica carga de profundidad en el buscado enfrentamiento entre realidad y ficción al convertir en archienemigo de su Zorgo nada menso que al presidente de los Estados Unidos.
A partir de esa inspiradora materia prima, Bustos logra
construir un personaje propio con una personalidad definida y que acaba por resultar, en su
antipatía histriónica, entrañable a los lectores en su búsqueda de autoafimación, como pueden serlo otros pintorescos villanos como Gru o Gargamel. Y es que, a través
de sus malvados planes que siempre por una u otra razón acaban fracasando,
el autor fue desarrollando a partir de las asumidas limitaciones de las historias autoconclusivas de una sola página una continuidad y coherencia interna que le permitieron ir dotando de mayor complejidad al
personaje principal al tiempo que le dotaba de una amplia y rica galería de secundarios y motivos
recurrentes que germinaron en un rico y delirante universo propio.
“Las Aventuras de Zorgo” se vuelve todavía
más interesante a partir del segundo álbum en el que Bustos abandona la
rígida composición en viñetas y la estructuración en torno al gag final propio de la Escuela Bruguera más clásica por una composición de página más fluida y sorprendente para el lector que permite al autor mostrar su amplio conocimiento del medio y explotar una mayor variedad de recursos.
“Las Aventuras de Zorgo” leídas de corrido y no sometidas a la periodicidad con
la que fueron concebidas para su publicación en revista permiten comprobar de
la evolución y madurez de un estupendo historietista pero, sobre todo, dejan con ganas de seguir disfrutando de historietas de Zorgo más
ambiciosas y de mayor extensión. No sería mala noticia que Luis Bustos se decidiera a retomar el personaje y llevarle a realizar nuevas maldades e ignominías en historia de más extensión. Seguro que nos divertiríamos.