Pregunta: ¿Cuándo decidiste contar la historia de tu relación con Cati en “Píldoras Azules” y cómo abordaste un tema tan personal?
Peeters: Al principio me lo tomé como una especie de experimento. Una noche sentí la necesidad de clarificar los sentimientos que me animaban en aquel momento, intentar darles forma. Pero también quería un pretexto que me permitiera improvisar sin guión, sin abocetar sin correcciones con total libertad. Francamente, no imaginaba ni mucho menos que aquello acabaría siendo un libro. Pensaba más bien que me saldrían unas cuantas páginas no demasiado buenas y que con eso me olvidaría del tema. Tres meses más tarde, tenía “Píldoras Azules”.
Pregunta: En retrospectiva, ¿qué cosas crees que aprendiste en esos tres meses acerca del proceso narrativo y de tus propias habilidades como narrador?
Peeters: Aprendí que podía lanzarme a este tipo de experimentos que compensa sobremanera saltar al vacío en plena noche para acabar cayendo de pie y darle cuenta de que, después de todo no estabas más alto y además te has divertido haciéndolo. A la hora de abordar un libro en estas condiciones es bueno estar convencido de que jamás llegarás a editarlo y que nadie lo leerá. También aprendí, que en mi caso particular, es un modo de suprimir los filtros entre las tripas y la mano, de jugar con los accidentes y de traspasar al papel las emociones en bruto, de una manera no calculada. Además, trabajando de este modo, la historieta pasa a ser un modo de expresión completo, indivisible. Uno pasa a imaginar las viñetas completas no el texto por un lado y el dibujo por otro.
(Frederik Peeters en una entrevista interesantísima publicada en “El Manglar nº 3”, realizada por Óscar Palmer).
Peeters: Al principio me lo tomé como una especie de experimento. Una noche sentí la necesidad de clarificar los sentimientos que me animaban en aquel momento, intentar darles forma. Pero también quería un pretexto que me permitiera improvisar sin guión, sin abocetar sin correcciones con total libertad. Francamente, no imaginaba ni mucho menos que aquello acabaría siendo un libro. Pensaba más bien que me saldrían unas cuantas páginas no demasiado buenas y que con eso me olvidaría del tema. Tres meses más tarde, tenía “Píldoras Azules”.
Pregunta: En retrospectiva, ¿qué cosas crees que aprendiste en esos tres meses acerca del proceso narrativo y de tus propias habilidades como narrador?
Peeters: Aprendí que podía lanzarme a este tipo de experimentos que compensa sobremanera saltar al vacío en plena noche para acabar cayendo de pie y darle cuenta de que, después de todo no estabas más alto y además te has divertido haciéndolo. A la hora de abordar un libro en estas condiciones es bueno estar convencido de que jamás llegarás a editarlo y que nadie lo leerá. También aprendí, que en mi caso particular, es un modo de suprimir los filtros entre las tripas y la mano, de jugar con los accidentes y de traspasar al papel las emociones en bruto, de una manera no calculada. Además, trabajando de este modo, la historieta pasa a ser un modo de expresión completo, indivisible. Uno pasa a imaginar las viñetas completas no el texto por un lado y el dibujo por otro.
(Frederik Peeters en una entrevista interesantísima publicada en “El Manglar nº 3”, realizada por Óscar Palmer).