451 grados Fahrenheit es la temperatura en que el papel entre combustión, dato este que muchos ignoraríamos sino fuera porque Ray Bradbury lo utilizó para dar título a una de las novelas de ciencia ficción más importantes de la segunda mitad del siglo pasado que, además, pocos años después fuera adaptada por François Truffaut con su maestría habitual. Dos obras maestras de la ciencia ficción que han marcado a muchos devoradores de Ciencia Ficción (o simplemente aficionados al buen cine y a la buena literatura) y a mí personalmente en momentos claves de mi vida. Primero, en la inocente niñez, a través del visionado de la película en aquellos sábados matutinos en que en la televisión pública anónimos a los que nunca estaremos suficientemente agradecidos se dedicaron a ensuciar para siempre las mentes de mi generación programando joyitas como esta; y; después, en la culposa adolescencia, a través de la novela que leí con avidez en una edición de batalla que todavía conservo de cuando a la ciencia ficción se podía acceder en ediciones de batalla. Hoy, adulto y descreído de tantas cosas pero no de Bradbury ni de Truffaut, me enfrenté a la adaptación al cómic de Tim Hamilton a través en un coqueto tomito que la novedosa 451 Editores (otros convencidos presumo por el nombre de la titular) acaba de publicar.
No sé si a estas alturas de la fiesta es necesario pero por si acaso se lo resumo. En unos EEUU decadentes a punto de entrar en una nueva guerra atómica, la mayor parte de la población vive anestesiada en la fútil búsqueda de la felicidad a través de los entretenimientos masivos del deporte y la televisión. En una sociedad en que poca gente se atreve a pensar por sí misma y los libros y la gente que los lee se han ido convirtiendo poco a poco en parias incómodos a los que arrinconar, el cuerpo de bomberos se ha transformado en censor del “status quo” quemando los libros (y no necesariamente sólo los libros) que puedan provocar cualquier atisbo de pensamiento crítico u original. En este contexto, un bombero, Guy Montag, a raíz de conocer a la joven Clarice empezará a replantearse su existencia y la del mundo tal y como lo conoce.
Muy difícil se me antojaba la tarea acometida por Tim Hamilton, ya que alcanzar el nivel de dos talentos como Bradbury y Truffaut está al alcance de muy pocos. Sin embargo, tras leer el cómic, creo que Hamilton realiza un trabajo digno y honrado que no desmerece las anteriores obras aun cuando no alcance sus cotas de brillantez (apreciación totalmente subjetiva de PAblo adulto), un trabajo que puede tender un excelente puente a una nueva generación de lectores hacia las otras obras.
Hamilton se muestra como un narrador sobrio y respetuoso –quizás en exceso- con el original, puede que contando con el conocimiento previo de la obra por parte del lector para no profundizar demasiado en el tratamiento de los personajes que aparecen difusos y borrosos en medio de una sociedad gris y opresiva bien reflejada a través de su dibujo. Hamilton realiza una adaptación muy fiel a la que quizás la falte algo de la belleza de las anteriores obras aun cuando se muestre como un artista competente, especialmente brillante en sus elegantes composiciones de página y en el tratamiento que da al fuego en la historia, un personaje más nervioso, hipnótico y vibrante. Quizás donde la adaptación tenga su punto más flojo sea en los diálogos entre los personajes, acaso demasiado simplificados o mermados por la traducción, que no alcanzan los niveles del original sin que la parte gráfica, a pesar de su atractivo, sirva para rellenar del todo los huecos que se generan.
En definitiva, “Fahrenheit 451” creo que es una adaptación bastante digna de una obra maestra con las dificultades que ello conlleva y probablemente los pocos defectos que le encuentro sean debidos más a mi condición de lector resabiado, demasiado apegado al original de Bradbury, que al digno trabajo de Hamilton. Con todo, es un libro muy recomendable, (además, por contar con una excelente introducción de Bradbury sobre el origen de la novela), sobre todo para el lector virgen que no sabe lo que le espera. Cochina envidia que me da.
No sé si a estas alturas de la fiesta es necesario pero por si acaso se lo resumo. En unos EEUU decadentes a punto de entrar en una nueva guerra atómica, la mayor parte de la población vive anestesiada en la fútil búsqueda de la felicidad a través de los entretenimientos masivos del deporte y la televisión. En una sociedad en que poca gente se atreve a pensar por sí misma y los libros y la gente que los lee se han ido convirtiendo poco a poco en parias incómodos a los que arrinconar, el cuerpo de bomberos se ha transformado en censor del “status quo” quemando los libros (y no necesariamente sólo los libros) que puedan provocar cualquier atisbo de pensamiento crítico u original. En este contexto, un bombero, Guy Montag, a raíz de conocer a la joven Clarice empezará a replantearse su existencia y la del mundo tal y como lo conoce.
Muy difícil se me antojaba la tarea acometida por Tim Hamilton, ya que alcanzar el nivel de dos talentos como Bradbury y Truffaut está al alcance de muy pocos. Sin embargo, tras leer el cómic, creo que Hamilton realiza un trabajo digno y honrado que no desmerece las anteriores obras aun cuando no alcance sus cotas de brillantez (apreciación totalmente subjetiva de PAblo adulto), un trabajo que puede tender un excelente puente a una nueva generación de lectores hacia las otras obras.
Hamilton se muestra como un narrador sobrio y respetuoso –quizás en exceso- con el original, puede que contando con el conocimiento previo de la obra por parte del lector para no profundizar demasiado en el tratamiento de los personajes que aparecen difusos y borrosos en medio de una sociedad gris y opresiva bien reflejada a través de su dibujo. Hamilton realiza una adaptación muy fiel a la que quizás la falte algo de la belleza de las anteriores obras aun cuando se muestre como un artista competente, especialmente brillante en sus elegantes composiciones de página y en el tratamiento que da al fuego en la historia, un personaje más nervioso, hipnótico y vibrante. Quizás donde la adaptación tenga su punto más flojo sea en los diálogos entre los personajes, acaso demasiado simplificados o mermados por la traducción, que no alcanzan los niveles del original sin que la parte gráfica, a pesar de su atractivo, sirva para rellenar del todo los huecos que se generan.
En definitiva, “Fahrenheit 451” creo que es una adaptación bastante digna de una obra maestra con las dificultades que ello conlleva y probablemente los pocos defectos que le encuentro sean debidos más a mi condición de lector resabiado, demasiado apegado al original de Bradbury, que al digno trabajo de Hamilton. Con todo, es un libro muy recomendable, (además, por contar con una excelente introducción de Bradbury sobre el origen de la novela), sobre todo para el lector virgen que no sabe lo que le espera. Cochina envidia que me da.