Supongo que una de las muchas clasificaciones del mundo puede ser entre torreznistas y antitorreznistas aunque al parecer, tras el otorgamiento a Santiago Valenzuela del Premio Nacional del Cómic 2011 por "Plaza Elíptica", la de momento última entrega de "Las aventuras del Capitán Torrezno", estos últimos son una especie en extinción vista la cantidad de loas y parabienes que la obra de Valenzuela ha ido acumulando en los últimos tiempos que ha venido a acallar sus defectos. Yo, torreznista convencido desde casi los inicios aunque por esas cosas de las relecturas no hubiera traído el análisis de su obra todavía al blog, no voy a ser menos así que antes que acabe el año comento “Plaza Elíptica” que dada la cohesión de la obra magna de Valenzuela es casi extensible al resto de la serie.
En la séptima entrega de la serie, Valenzuela vuelve a retomar la historia del mundo de fantasía localizado en el bajo de una comunidad de vecinos de Madrid en el que el castizo Torrezno se vio atrapado no sé sabe muy bien por qué tras una noche de parranda. Convertido en héroe a su pesar de la liberación de la Ciudad Santa de Deenein y la retirada de los tártaros, Torrezno se volverá de nuevo envuelto en las intrigas político religiosas de las autoridades de la Ciudad Santa que quieren pasar a la ofensiva para recuperar los territorios perdidos e instaurar de nuevo su propia versión de la Fé única.
Lo primero de todo, “Las aventuras del Capitán Torrezno” es para mí una de las series más personales, ambiciosas y originales que ha dado el cómic español en décadas por lo que me parece de justicia la obstención del premio. Valenzuela construye una obra multirreferencial en la que pasa por la túrmix de su imaginación las más variadas referencias culturales – de la alta a la baja, pasando por la popular, la de derribo o la de bar aunque sea perfectamente aplicable cualquier calificativo que a bien tengáis acompañar- para montar un relato satírico fantástico a la vieja usanza en el que caben ecos tanto a la obra de Swift como la de Dave Sim y en la que a modo de totum revolotum vale todo. Dicho esto, a lo largo de los cuatro capítulos que componen “Plaza Elíptica” aparecen claramente las dos tendencias antitéticas que marcan en general la obra de Valenzuela. Si en el primer capítulo es un farragoso pseudo ensayo filosófico religioso que solo salvan las magníficas viñetas que lo ilustran, en los siguientes retoma, lo que mejor se le da y por lo que ha conseguido tantos seguidores, la saga épico-humorística de las aventuras bélicas del antiheroico Torrezno sumergido en un mundo de intrigas y batallas que retoma el hilo de la historia donde quedó tras el fin del primer ciclo.
A Valenzuela se le ha afeado sus desbordantes y literarias cartelas y diálogos eternos, pero a mí me parecen tan connaturales a su estilo como sus oníricas y surrealistas ilustraciones y sin ellos no estaríamos hablando precisamente de un autor con un estilo propio. Textos que a pesar de su pesadez no suelen pecar de innecesarios y enriquecen la novela río en que se ha ido convirtiendo la serie, por lo que incluso sus capítulos más áridos y crípticos acaban teniendo –como en la obra de Sim- su razón de ser en el conjunto final. A nivel gráfico, Valenzuela se muestra como un dibujante tan personal como efectivo que da lo mejor de sí en la descripción de los portentosos escenarios en los que se desarrollan las aventuras de sus personajes y que tanto recuerdan los de Schuiten.
En definitiva, “Plaza Elíptica” no deja de ser más de lo mismo dentro de “Las Aventuras del Capitán Torrezno” y, más allá del nominal cambio de ciclo, no muestra grandes novedades respecto a lo que venía siendo la serie antes de su parón con lo que, pasada la algarabía de los premios, no dará nuevos argumentos ni a sus defensores ni a sus detractores aunque, respetando las filias y fobias de cada cuál, su éxito debería servir de ejemplo a los jóvenes autores sobre como modificar convenciones y apostar por las ideas propias más que por las modas y tendencias para lograr cuadrar el difícil circulo de agradar tanto a los que solo buscan un cómic evasivo y de entretenimiento como a los defensores de la obra de autor. Solo por ello Valenzuela y su Torrezno tienen bien merecido el premio, en mi opinión.
En la séptima entrega de la serie, Valenzuela vuelve a retomar la historia del mundo de fantasía localizado en el bajo de una comunidad de vecinos de Madrid en el que el castizo Torrezno se vio atrapado no sé sabe muy bien por qué tras una noche de parranda. Convertido en héroe a su pesar de la liberación de la Ciudad Santa de Deenein y la retirada de los tártaros, Torrezno se volverá de nuevo envuelto en las intrigas político religiosas de las autoridades de la Ciudad Santa que quieren pasar a la ofensiva para recuperar los territorios perdidos e instaurar de nuevo su propia versión de la Fé única.
Lo primero de todo, “Las aventuras del Capitán Torrezno” es para mí una de las series más personales, ambiciosas y originales que ha dado el cómic español en décadas por lo que me parece de justicia la obstención del premio. Valenzuela construye una obra multirreferencial en la que pasa por la túrmix de su imaginación las más variadas referencias culturales – de la alta a la baja, pasando por la popular, la de derribo o la de bar aunque sea perfectamente aplicable cualquier calificativo que a bien tengáis acompañar- para montar un relato satírico fantástico a la vieja usanza en el que caben ecos tanto a la obra de Swift como la de Dave Sim y en la que a modo de totum revolotum vale todo. Dicho esto, a lo largo de los cuatro capítulos que componen “Plaza Elíptica” aparecen claramente las dos tendencias antitéticas que marcan en general la obra de Valenzuela. Si en el primer capítulo es un farragoso pseudo ensayo filosófico religioso que solo salvan las magníficas viñetas que lo ilustran, en los siguientes retoma, lo que mejor se le da y por lo que ha conseguido tantos seguidores, la saga épico-humorística de las aventuras bélicas del antiheroico Torrezno sumergido en un mundo de intrigas y batallas que retoma el hilo de la historia donde quedó tras el fin del primer ciclo.
A Valenzuela se le ha afeado sus desbordantes y literarias cartelas y diálogos eternos, pero a mí me parecen tan connaturales a su estilo como sus oníricas y surrealistas ilustraciones y sin ellos no estaríamos hablando precisamente de un autor con un estilo propio. Textos que a pesar de su pesadez no suelen pecar de innecesarios y enriquecen la novela río en que se ha ido convirtiendo la serie, por lo que incluso sus capítulos más áridos y crípticos acaban teniendo –como en la obra de Sim- su razón de ser en el conjunto final. A nivel gráfico, Valenzuela se muestra como un dibujante tan personal como efectivo que da lo mejor de sí en la descripción de los portentosos escenarios en los que se desarrollan las aventuras de sus personajes y que tanto recuerdan los de Schuiten.
En definitiva, “Plaza Elíptica” no deja de ser más de lo mismo dentro de “Las Aventuras del Capitán Torrezno” y, más allá del nominal cambio de ciclo, no muestra grandes novedades respecto a lo que venía siendo la serie antes de su parón con lo que, pasada la algarabía de los premios, no dará nuevos argumentos ni a sus defensores ni a sus detractores aunque, respetando las filias y fobias de cada cuál, su éxito debería servir de ejemplo a los jóvenes autores sobre como modificar convenciones y apostar por las ideas propias más que por las modas y tendencias para lograr cuadrar el difícil circulo de agradar tanto a los que solo buscan un cómic evasivo y de entretenimiento como a los defensores de la obra de autor. Solo por ello Valenzuela y su Torrezno tienen bien merecido el premio, en mi opinión.