No suelo estar muy de acuerdo con Quentin Tarantino en muchas cosas pero no puedo evitar reconocer que, como afirma en la cubrecubierta, “No hay bestia tan feroz” es una de las mejores novelas criminales que he leído nunca. Parece mentira que publicándose tanta morralla al cabo de los años, una novela que está llamada –si todavía no lo es- a convertirse en un clásico de la literatura negra (o incluso de la literatura norteamericana del siglo XX) permaneciera más de treinta años inédita en castellano hasta que el año pasado Ediciones Sajalín tuvo la visión de publicarla. Y es que las andanzas de Max Dembo, el alter ego y protagonista de Bunker en la novela, atrapan al lector de una manera tan absorbente que es difícil dejar de leer.
Max Dembo acaba de salir en libertad condicional dispuesto a convertirse en un ciudadano ejemplar y dejar atrás una infancia y una juventud dedicadas al robo y la estafa. Sin embargo, conforme va desarrollándose su nueva vida en Los Angeles, Max irá comprobando lo difícil que es recuperar algo que nunca se ha tenido y lo fácilmente que los viejos hábitos e instintos están dispuestos a aflorar en cualquier momento aun cuando tu agente de la condicional te vigile de cerca. ¿Será capaz Dembo de no caer en la tentación y no volver a delinquir?¿Violará la libertad condicional?¿Le cogerán? Tendrán que leerse el libro para saberlo.
Edward Bunker, convicto, escritor y actor (Mr Blue en “Rerservoir Dogs”), desde la base que le da haberse pasado la mitad de su vida entre rejas, construye una extraordinaria novela. Y no sólo por la apariencia de autenticidad que salta de sus páginas para describir la vida de un ladrón sin más oficio ni beneficio que el crimen, sino por un talento innato a la hora de construir y profundizar en la personalidad de personajes complejos e interesantes que a muchos le traerán ecos de películas más o menos conocidas (“Libertad Condicional” protagonizada por Dustin Hoffman fue la temprana adaptación de esta novela) pero que, realmente, tienen su base en esta obra. Bunker construye una novela en primera persona densa y absorbente en la que Max Dembo es una clara extensión de sí mismo. Un ladrón culto e inteligente que no se rige por más ley que el código no escrito de los ladrones y presidiarios e intenta adaptarse a un mundo que no entiende. Dembo poco a poco va rechazando su nueva vida y volviendo a los antiguos hábitos aun cuando es consciente a dónde le llevarán estos a la larga pero él únicamente hace aquello que sabe hacer.
Para el lector tan apasionante resulta asistir a la descripción exhaustiva de los bajos fondos de Los Angeles y los modos y conductas de los hampones de hace treinta años que realiza Bunker y que dan un fiel retrato de la América criminal y real tan alejada del Suelo como comprobar cómo el autor justifica cada una de las decisiones equivocadas del protagonista en un exhaustivo y profundo retrato psicológico de su compleja personalidad, perfectamente hilvanada con la trama de crímenes y delitos que sustenta la historia.
El estilo de Bunker está a la altura de los mejores del género como Ellroy o Leonard. Bunker se muestra como un escritor conciso y preciso, hábil y culto que se centra en la narración y evita datos superfluos.
En definitiva, “No hay bestia tan feroz” es una cita inexcusable para cualquiera que le guste darse una vuelta por el lado equivocado y salvaje de la vida instalado en la comodidad de las páginas de un libro y llevado de la mano de uno que lo conoció de primera mano, el gran Edward Bunker.
Max Dembo acaba de salir en libertad condicional dispuesto a convertirse en un ciudadano ejemplar y dejar atrás una infancia y una juventud dedicadas al robo y la estafa. Sin embargo, conforme va desarrollándose su nueva vida en Los Angeles, Max irá comprobando lo difícil que es recuperar algo que nunca se ha tenido y lo fácilmente que los viejos hábitos e instintos están dispuestos a aflorar en cualquier momento aun cuando tu agente de la condicional te vigile de cerca. ¿Será capaz Dembo de no caer en la tentación y no volver a delinquir?¿Violará la libertad condicional?¿Le cogerán? Tendrán que leerse el libro para saberlo.
Edward Bunker, convicto, escritor y actor (Mr Blue en “Rerservoir Dogs”), desde la base que le da haberse pasado la mitad de su vida entre rejas, construye una extraordinaria novela. Y no sólo por la apariencia de autenticidad que salta de sus páginas para describir la vida de un ladrón sin más oficio ni beneficio que el crimen, sino por un talento innato a la hora de construir y profundizar en la personalidad de personajes complejos e interesantes que a muchos le traerán ecos de películas más o menos conocidas (“Libertad Condicional” protagonizada por Dustin Hoffman fue la temprana adaptación de esta novela) pero que, realmente, tienen su base en esta obra. Bunker construye una novela en primera persona densa y absorbente en la que Max Dembo es una clara extensión de sí mismo. Un ladrón culto e inteligente que no se rige por más ley que el código no escrito de los ladrones y presidiarios e intenta adaptarse a un mundo que no entiende. Dembo poco a poco va rechazando su nueva vida y volviendo a los antiguos hábitos aun cuando es consciente a dónde le llevarán estos a la larga pero él únicamente hace aquello que sabe hacer.
Para el lector tan apasionante resulta asistir a la descripción exhaustiva de los bajos fondos de Los Angeles y los modos y conductas de los hampones de hace treinta años que realiza Bunker y que dan un fiel retrato de la América criminal y real tan alejada del Suelo como comprobar cómo el autor justifica cada una de las decisiones equivocadas del protagonista en un exhaustivo y profundo retrato psicológico de su compleja personalidad, perfectamente hilvanada con la trama de crímenes y delitos que sustenta la historia.
El estilo de Bunker está a la altura de los mejores del género como Ellroy o Leonard. Bunker se muestra como un escritor conciso y preciso, hábil y culto que se centra en la narración y evita datos superfluos.
En definitiva, “No hay bestia tan feroz” es una cita inexcusable para cualquiera que le guste darse una vuelta por el lado equivocado y salvaje de la vida instalado en la comodidad de las páginas de un libro y llevado de la mano de uno que lo conoció de primera mano, el gran Edward Bunker.