Zapico nos cuenta el peregrinar de Yechezkel Damjanich, un joven violinista judío que tras la II Guerra Mundial, decide emigrar, junto a su deprimida madre, de la pobreza de su Hungría natal a Palestina, donde la oveja negra de la familia, el tío Yoséef Nagy y su esposa regentan un Café, el Café Budapest. Una vez en Jerusalem, Yechezkek y su madre son bien recibidos por su tío, un judío poco ortodoxo que tuvo que exiliarse debido a su participación en disturbios políticos en Hungria y pronto el joven violinista se dejará seducir por su personalidad y por los encantos de un país donde conviven pacíficamente las tres grandes religiones. Asistimo a como Yechezkel va madurando como persona, descubriendo el amor y los oscuros secretos de su familia, al tiempo que se convierte en testigo de primera mano de los hechos históricos que llevaron a la paulatina descomposición de la coexistencia pacífica entre árabes y judíos y la creación del estado de Israel. Pero si se quieren enterar de todo esto tendrán que leer el tebeo.
“Café Budapest” es la carta de presentación de Zapico en España, una obra en la que se muestra como un hábil narrador que va entremezclando con habilidad distintos registros con los que captar el interés del lector. Por un lado, asistimos a la historia y evolución del personaje principal, del joven Yechezkel Damjanich, personaje que a mí me ha recordado poderosamente al Adrien Brodhy de “El pianista”; por otro, al relato costumbrista centrado en el Café Budapest, regentado en Jerusalem, por la familia de Yechezkek donde Zapico va desgranando los secretos familiares y la historia de los parroquianos habituales del Café, captando la atmósfera de esos pequeños cafés “con encanto” donde todo el mundo es bienvenido más allá de su procedencia. Zapico contextualiza con habilidad la intrahistoria de unos personajes bien construidos y con los que resulta fácil empatizar con la historia del nacimiento de Israel, sincretizando hábilmente en busca de una habilidad–a pesar de algún gazapillo-, unos hechos históricos realmente complejos y, convirtiendo la obra, en un auténtico testimonio de cómo los acontecimientos sobrepasan a las personas y sus aspiraciones.
Es curioso que Zapico me recuerde en su dibujo a autores norteamericanos como Alex Robinson, o Joe Matt, con los que comparte el gusto por el way of life, o con mi admirado Jason Lutes y su “Berlin” en su cuidada documentación a la hora de reflejar el entorno y las localizaciones en las que se mueven los personajes y que dotan de verosimilitud a la historia. No es posible evitar tampoco mencionar como inevitable referente de esta obra el “Maus” de Spiegelman con la que también comparte ciertas preocupaciones de contenido. Resultan curiosas estas referencias de autores norteamericanos con claras infuencias de la historieta europea en cuanto que Zapico se confiesa admirador del cómic francobelga aunque ya saben que la vida da muchas vueltas. Zapico se muestra en la obra como un autor con recursos usando muy sabiamente la composición de la página para mostrar las barbaries cometidas por uno y otro bando y recrear la creciente tensión en Palestina.
En fin, “Café Budapest” es una obra muy recomendable de un autor a seguir y del que hay que esperar grandes cosas en el futuro. Prometo no demorarme tanto en la lectura de sus próximos proyectos. Si acaso, entonces se lo cuento.
Aquí, aquí, aquí y aquí tienen otras opiniones de gente que sabe sobre esta obra y desde aquí pueden acceder al blog del autor.