Mark Millar es probablemente el guionista que mejor conoce actualmente el mainstream norteamericano, el que mejor conecta con la amplia masa de los aficionados y quién mejor sabe qué demandan actualmente en un tebeo. Esto lo saben sus seguidores que compran sus obras religiosamente, lo saben los editores que lo miman, lo sabe el propio Millar que se deja mimar y lo saben los productores que le compraron los derechos para la película de “Kick-Ass” incluso antes de tener publicado un episodio en el sello adulto de Marvel, Icon, lo que ya de por sí generó una enorme expectación hacia el tebeo del que acaba de publicar Panini los ocho primeros episodios en un tomito muy apañado. ¿Merece la pena “Kick-Ass”? Yo creo que sí.
Dave es un adolescente que pasa sin pena ni gloria sus días en el instituto haciendo el friqui al tiempo que anda enamoriscado de una compañera de clase y tiene fantasías palilleras con las profesoras. Todo muy normal, hasta que no se le ocurre mejor idea para destacar que convertirse en uno de los superhéroes sobre los que lee y vivir así emocionantes aventuras. Tras comprarse un traje de neopreno por ebay, el bueno de Dave saldrá a patrullar por la ciudad para ir descubriendo a tortas que ser un superhéroe en la vida real es mucho más duro de lo que parece en los cómics.
Flaco favor hace Millar en “Kick-ass” a los que abogan por la normalización del cómics y a sus aficionados a los que no deja para nada bien parados. No nos engañemos, más allá de la gracia que puedan hacernos las burradas y ocurrencias gruesas de Millar en este tebeo autoreferencial en el que más de uno puede sentirse reflejado en el soberbiamente construido protagonista, el escocés ofrece una visión triste y deprimente de los aficionados a los cómics de superhéroes como una especie de inadaptados sociales que canalizan sus complejos a través de las lecturas superheroicas que explota todos los tópicos.
Para mí, “Kick-ass” como la mayor parte de la obra de Millar se sitúa en la frontera de género de superhéroes, siendo en este caso “Kick-ass” más bien un irónico e hiperbólico acercamiento a las frustraciones de la adolescencia y las tonterías que en ella se cometen aunque el pretendido realismo de la historia –esto de que Millar hace tebeos “realistas” es uno de los grandes bluffs que circulan por ahí- se centra en el tratamiento de las reacciones del protagonista y la construcción del entorno por el que se mueve acertando especialmente en el tratamiento de tecnologías como Internet o los móviles que ya forman del día a día pero que en muchas ocasiones todavía su inclusión se ningunea en los cómics. Más allá de esta reflexión, no hay que restarle méritos a Millar quien desarrolla la historia de “Kick-Ass” en un largo flashback bastante tópico en el que vuelve a dejar en evidencia sus habituales influencias cinematográficas sacando partido de los excelentes diálogos que sabe construir y dan visos de verosimilitud a la ambientación de la increíble y salvaje trama.
Buena parte del atractivo de “Kick-Ass” corresponde al apartado gráfico en el que John Romita Jr. realiza un fantástico trabajo, potenciado por el gran Tom Palmer. Romita Jr. demuestra una vez más su talento para la narración gráfica reflejando las ideas de Millar, con el que ya había colaborado anteriormente en “Lobezno”, a través de impactantes viñetas y ofreciendo siempre la mejor solución gráfica. Romita Jr. escapa de los tópicos y poses habituales del género para reflejar las peleas y la casquería que desprende la historia de Millar con una crudeza que hace aconsejable no dejar este tebeo a los más pequeñajos.
Nos guste más o nos guste menos, no hay que restarle méritos a Millar al que me atrevería a calificar como el Tarantino de los cómics, y hay que saber reconocer que es un gran guionista que conecta perfectamente con un amplio segmento de los actuales consumidores de cómics, siendo quizás “Kick-ass” su proyecto más ambicioso hasta la fecha, aunque me quede la duda sobre su legibilidad dentro de veinte años. El resultado es un tebeo más complejo de lo que parece y que cumple sus objetivos desde el mero entretenimiento cafre hasta la reflexión más pausada sobre la adolescencia en un “totum revolotum” en el que el escocés es especialista. Yo no me lo perdería y tampoco me perderé la película. Ya les contaré.
Dave es un adolescente que pasa sin pena ni gloria sus días en el instituto haciendo el friqui al tiempo que anda enamoriscado de una compañera de clase y tiene fantasías palilleras con las profesoras. Todo muy normal, hasta que no se le ocurre mejor idea para destacar que convertirse en uno de los superhéroes sobre los que lee y vivir así emocionantes aventuras. Tras comprarse un traje de neopreno por ebay, el bueno de Dave saldrá a patrullar por la ciudad para ir descubriendo a tortas que ser un superhéroe en la vida real es mucho más duro de lo que parece en los cómics.
Flaco favor hace Millar en “Kick-ass” a los que abogan por la normalización del cómics y a sus aficionados a los que no deja para nada bien parados. No nos engañemos, más allá de la gracia que puedan hacernos las burradas y ocurrencias gruesas de Millar en este tebeo autoreferencial en el que más de uno puede sentirse reflejado en el soberbiamente construido protagonista, el escocés ofrece una visión triste y deprimente de los aficionados a los cómics de superhéroes como una especie de inadaptados sociales que canalizan sus complejos a través de las lecturas superheroicas que explota todos los tópicos.
Para mí, “Kick-ass” como la mayor parte de la obra de Millar se sitúa en la frontera de género de superhéroes, siendo en este caso “Kick-ass” más bien un irónico e hiperbólico acercamiento a las frustraciones de la adolescencia y las tonterías que en ella se cometen aunque el pretendido realismo de la historia –esto de que Millar hace tebeos “realistas” es uno de los grandes bluffs que circulan por ahí- se centra en el tratamiento de las reacciones del protagonista y la construcción del entorno por el que se mueve acertando especialmente en el tratamiento de tecnologías como Internet o los móviles que ya forman del día a día pero que en muchas ocasiones todavía su inclusión se ningunea en los cómics. Más allá de esta reflexión, no hay que restarle méritos a Millar quien desarrolla la historia de “Kick-Ass” en un largo flashback bastante tópico en el que vuelve a dejar en evidencia sus habituales influencias cinematográficas sacando partido de los excelentes diálogos que sabe construir y dan visos de verosimilitud a la ambientación de la increíble y salvaje trama.
Buena parte del atractivo de “Kick-Ass” corresponde al apartado gráfico en el que John Romita Jr. realiza un fantástico trabajo, potenciado por el gran Tom Palmer. Romita Jr. demuestra una vez más su talento para la narración gráfica reflejando las ideas de Millar, con el que ya había colaborado anteriormente en “Lobezno”, a través de impactantes viñetas y ofreciendo siempre la mejor solución gráfica. Romita Jr. escapa de los tópicos y poses habituales del género para reflejar las peleas y la casquería que desprende la historia de Millar con una crudeza que hace aconsejable no dejar este tebeo a los más pequeñajos.
Nos guste más o nos guste menos, no hay que restarle méritos a Millar al que me atrevería a calificar como el Tarantino de los cómics, y hay que saber reconocer que es un gran guionista que conecta perfectamente con un amplio segmento de los actuales consumidores de cómics, siendo quizás “Kick-ass” su proyecto más ambicioso hasta la fecha, aunque me quede la duda sobre su legibilidad dentro de veinte años. El resultado es un tebeo más complejo de lo que parece y que cumple sus objetivos desde el mero entretenimiento cafre hasta la reflexión más pausada sobre la adolescencia en un “totum revolotum” en el que el escocés es especialista. Yo no me lo perdería y tampoco me perderé la película. Ya les contaré.