En el cine español, tan dado habitualmente a la repetición de fórmulas hasta su agotamiento y a ofrecer cancha al acomodamiento de sus directores merced a suculentas subvenciones que hacen que rodar películas dé la sensación que sea un trabajo más rutinario que talentoso, surgen de vez en cuando francotiradores inquietos, dispuestos a demostrar película a película que con confianza y esfuerzo se pueden lograr obras más que dignas dentro del ámbito del cine comercial. Uno de estos casos es Daniel Monzón, quién fuera crítico antes que director, que con sólo cuatro películas ha probado suerte en más géneros que muchos de sus colegas en carrera más dilatada y, generalmente, con resultados bastante dignos. En esta ocasión, tras su paso por el fantástico (“El corazón del guerrero”), la comedia (“El robo más grande jamás contado”) y el suspense (“La Caja Kovak”), prueba fortuna en el trillado cine carcelario, un subgénero que ha dado obras estupendas pero del que difícilmente puede esperarse originalidad en el apoltronado cine patrio a estas alturas de la fiesta. Sin embargo, Monzón, en su nueva película, “Celda 211”, partiendo de la adaptación de una novela de Francisco Pérez Gandul (que no he leído) y apoyándose en la fantástica interpretación de Luis Tosar, logra una película intensa, voluntariosa e interesante por la que merece la pena pagar la entrada. Les cuento.
Un funcionario novato acude a la prisión donde tiene que incorporarse a trabajar al día siguiente para conocer el puesto. Una buena acción que, como ya sabemos la mayoría, en el cine no suele verse recompensada, puesto que estalla un motín y el muchacho queda atrapado dentro de una galería, junto a los reclusos más peligrosos de la prisión encabezados por su instigador, el letal Malamadre. La única oportunidad de supervivencia del desgraciado es hacerse pasar por uno de los reclusos –el preso de la celda 211- y esperar su oportunidad de escapar. Sin embargo, alguien quería muy mal en esta película a nuestro héroe porque si algo le podía salir mal, le saldrá peor. Pero ya no les cuento nada más.
Daniel Monzón a base de entusiasmo y ganas logra simular la endeblez de las premisas principales de una historia que atrapa al espectador desde su impactante inicio gracias al buen trabajo actoral en general y, sobre todo, a la soberbia caracterización de los personajes principales. Luis Tosar da otra lección de interpretación en su recreación llena de matices de Malamadre, un canalla sin nada que perder al que hace creíble para el espectador y, por el que, más allá de su falta de escrúpulos y ferocidad, haya momentos en los que no se le pueda dejar de tener cierta simpatía. Tosar encuentra su réplica en un blandito Alberto Amman que va creciendo en seguridad conforme van desarrollándose sus desgracias y aunque no acabemos de creérnoslo del todo logra salir bien librado frente al caníbal interpretativo que es Tosar, arropado este en su papel por una banda de patibularios personajes soberbiamente caracterizados (creo que más de uno ha pasado realmente por la trena) que dan miedito y conforman los reclusos de la prisión encabezados por Carlos Bardem, Luis Zahera y Vicente Romero.
No les voy a engañar, “Celda 211” es una película valiente cuyos aciertos sobrepasan con mucho sus fallos y que, sobre todo, logra la difícil misión de mantener al espectador atrapado durante sus más de dos horas de duración con una propuesta diferente (algo que no puede decirse de producciones extranjeras con un presupuesto mucho mayor) a las que nos tiene acostumbrados el cine patrio. Yo que ustedes, probaba, ya que sea probablemente la mejor película española del año. Si acaso, luego me cuentan.
Un funcionario novato acude a la prisión donde tiene que incorporarse a trabajar al día siguiente para conocer el puesto. Una buena acción que, como ya sabemos la mayoría, en el cine no suele verse recompensada, puesto que estalla un motín y el muchacho queda atrapado dentro de una galería, junto a los reclusos más peligrosos de la prisión encabezados por su instigador, el letal Malamadre. La única oportunidad de supervivencia del desgraciado es hacerse pasar por uno de los reclusos –el preso de la celda 211- y esperar su oportunidad de escapar. Sin embargo, alguien quería muy mal en esta película a nuestro héroe porque si algo le podía salir mal, le saldrá peor. Pero ya no les cuento nada más.
Daniel Monzón a base de entusiasmo y ganas logra simular la endeblez de las premisas principales de una historia que atrapa al espectador desde su impactante inicio gracias al buen trabajo actoral en general y, sobre todo, a la soberbia caracterización de los personajes principales. Luis Tosar da otra lección de interpretación en su recreación llena de matices de Malamadre, un canalla sin nada que perder al que hace creíble para el espectador y, por el que, más allá de su falta de escrúpulos y ferocidad, haya momentos en los que no se le pueda dejar de tener cierta simpatía. Tosar encuentra su réplica en un blandito Alberto Amman que va creciendo en seguridad conforme van desarrollándose sus desgracias y aunque no acabemos de creérnoslo del todo logra salir bien librado frente al caníbal interpretativo que es Tosar, arropado este en su papel por una banda de patibularios personajes soberbiamente caracterizados (creo que más de uno ha pasado realmente por la trena) que dan miedito y conforman los reclusos de la prisión encabezados por Carlos Bardem, Luis Zahera y Vicente Romero.
No les voy a engañar, “Celda 211” es una película valiente cuyos aciertos sobrepasan con mucho sus fallos y que, sobre todo, logra la difícil misión de mantener al espectador atrapado durante sus más de dos horas de duración con una propuesta diferente (algo que no puede decirse de producciones extranjeras con un presupuesto mucho mayor) a las que nos tiene acostumbrados el cine patrio. Yo que ustedes, probaba, ya que sea probablemente la mejor película española del año. Si acaso, luego me cuentan.