sábado, 15 de diciembre de 2007

“El corazón helado” de Almudena Grandes



Los habituales a esta página, perspicaces ellos, habrán echado a faltar desde hace algunas semanas más entradas dedicadas a libros y eso, en buena parte, es achacable a la última novela de Almudena Grandes que debido a su extensión y densidad ha monopolizado en su totalidad mis itinerarios cotidianos en transporte público, aliviadero de mucha de mis lecturas últimamente.
La Guerra Civil y, sobre todo, sus consecuencias a lo largo del tiempo hasta nuestros días, es el tema central de este novelón en el que con oficio y maestría Almudena Grandes (“Los aires difíciles”, “Malena es un nombre de tango”) construye una historia intergeneracional, llena de personajes redondos a través de los cuáles recrea su visión literatulizada de España, los españoles y sus distintos posicionamientos y actitudes ante el hecho histórico de la Guerra Civil que es objeto de polémicas, silencios y culpabilidades todavía setenta años después, como una mala herida que no acaba de cicatrizar nunca.
En el entierro de su padre Julio, Álvaro Carrión, un acomodado profesor universitario perteneciente a una familia bien, se siente atraído por una bella mujer que acude al cementerio. La investigación sobre la relación de esa mujer con su difunto padre será el punto de partida a través del cuál la escritora nos introduce en una historia llena de hipocresías, traiciones, heroísmos, cobardías y medias verdades en la que Álvaro descubrirá que su padre no era el hombre que había imaginado y su vida pasada, presente y futura y la de la misteriosa Raquel Fernández están irremisiblemente entrelazadas.
El corazón helado" guarda más de una similitud en cuanto a su planteamiento y objetivos a la estupenda (y para mi superior) “Soldados de Salamina” de Javier Cercas, pero ambas difieren enormemente en cuanto a su desarrollo, si bien las conclusiones que pueda sacar el lector de la lectura de una y otra sean bastante similares. Si Cercas plantea un relato conciso en el que todas las piezas de su investigación van encajando milimétricamente para a través del personaje real de Sánchez Mazas y su "salvador" ofrecer un retrato de los vencedores y los vencidos, Grandes opta por la solución contraria, una historia rica en personajes cada uno con su propio pasado, presente y futuro narrado escrupulosamente por la autora hasta un punto en el que puede llevar a la confusión al lector, desesperado por mantener el esquema en la cabeza de abuelos, tíos, primos y amigos de los Carrión y los Fernández, cada personaje con una historia que contar y la Grandes como celosa notario de la misma sin que el lector sepa muy bien a dónde quiere ir a parar la autora y sólo el talento de ésta como narradora salva una novela que sólo se entiende completamente si se llega a su final. Si Cercas en su novela entremezcla con endiablada habilidad ficción y realidad en lo que los yanquis llaman “Faction”, la Grandes, declarada abierta seguidora de los Galdós y Clarín, opta por el Realismo más español en la narración de unos hechos que, como la misma autora, explica en los agradecimientos muchas veces no son más que adaptaciones de hechos ocurridos realmente. La autora, sin ocultar nunca su propio planteamiento ideológico salva a lo largo de la narración a los idealistas de los dos bandos para cargar, al igual que Cercas, contra los oportunistas y los cobardes que de alguna manera u otra se beneficiaron de un drama que les tocó vivir a nuestros abuelos en sus carnes y a la mayoría de nosotros en sus silencios.
Si les apetece ya saben lo que hay.