Tengo que confesar que esta mañana cuando en el Metro me he visto con un libro no perteneciente a la exitosa trilogía Millenium, me he sentido un poco huérfano de no compartir lectura con tantos anónimos sufridores de madrugón con los que he ido coincidendo por esos vagones. Más allá de la luxación de codo que provocaba la lectura continuada de las tres novelas, era bonito ese juego de cruzar la mirada con el desconocido/a y su libro y calcular más o menos lo que cada uno llevaba leído, en un juego silencioso y tácito. Pero, en fin, todo lo bueno –y lo malo- se acaba y yo ya he finiquitado la saga con una tercera entregaa que es un buen punto final a las aventuras de Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist.
“La reina en el palacio de las corrientes de aire” retoma la trama inmediatamente después de lo acontecido en la segunda entrega de la serie, y nos devuelve a la huraña de Lisbeth en el mismo hospital en el que se encuentra su gran enemigo, Zalachenko, recuperándose de sus heridas. Mientras Lisbeth, se prepara para el enfrentamiento final en camisón hospitalario con Zalachenko, empiezan a moverse otras fuerzas a su alrededor que pretenden echar tierra sobre todo el asunto antes que la opinión pública sepa más de la cuenta para los que Zalachenko y Lisbeth son un estorbo. Sin embargo, el “Kalle Blomkvist de los cojones” se mantiene al quite para defenderla y de paso conseguir una exclusiva que hará tambalear la ordenada y conservadora sociedad sueca. ¿Harán las paces Zalachenko y Lisbeth? ¿Sentará definitvamente la cabeza Mikael Blomkvist? ¿Recibirá la revista “Millenium” el Pulitzer? No les cuento más, tendrán que leerse el libro para saberlo.
Llegados a este punto, los tics y cualidades de Stieg Larsson son perfectamente reconocibles con lo que no sorprenderá en esta tercera entrega a ninguno de los fieles que disfrutaron/mos de las dos anteriores ni sus detractores –alguno habrá aunque poca gente se atreva a hablar mal de un difunto de éxito- deban esperar un giro que les permita engancharse a la serie. Lo único que me resulta irritante del estilo de Larsson (y de muchos escritores de best sellers) es la obsesión por la repetición una y otra vez de datos descriptivos de los personajes que a costa de repetir el lector acaba conociendo de memoria y cierta tendencia al alargamiento de pasajes intrascendentes para la trama (para decir que se abre una puerta, Larsson necesita media página) que sumado a lo anterior explica su incapacidad de escribir historias de menos de ochocientas páginas. A pesar de ello, esta tercera entrega, sin mejorar la primera, me ha parecido superior a la anterior, con un autor más seguro de sí que aprovecha la claridad expositiva lograda merced a su larga carrera periodística para desgranar con eficacia las distintas tramas entrecruzadas coqueteando sin ningún pudor entre las convenciones de géneros tan manidos como las novelas de espionaje o judiciales con temas de actualidad que preocupan al ciudadano europeo medio, como el acoso en el trabajo, el maltrato infantil y a la mujer o los abusos de los poderosos. A pesar que quizás esta última entrega no encierra realmente ningún giro en la historia que pueda realmente sorprender al lector está tan bien construida y resulta tan entretenida que se lee sin hartazgo, quedando la trama tan bien cerrada que uno se queda con la duda sobre la posibilidad de que Larsson pensase realmente continuar con la serie si no hubiera fallecido (quizás con otros personajes y nuevas tramas porque no creo que estos dieran mucho más de sí).
En fin, si ustedes continúan haciendo bíceps o piensan hacerlos en el futuro paseando los libros de “Millenium” por los distintos medios de transporte públicos disfruten de una obra que cumple sobradamente su objetivo de entretener al tiempo que ofrece al lector temas cercanos sobre los que pararse a pensar. Yo ya les he avisado.
Más sobre la trilogía “Millenium” en El lector impaciente:
- “Los hombres que no amaban a las mujeres”.
- “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina“.
“La reina en el palacio de las corrientes de aire” retoma la trama inmediatamente después de lo acontecido en la segunda entrega de la serie, y nos devuelve a la huraña de Lisbeth en el mismo hospital en el que se encuentra su gran enemigo, Zalachenko, recuperándose de sus heridas. Mientras Lisbeth, se prepara para el enfrentamiento final en camisón hospitalario con Zalachenko, empiezan a moverse otras fuerzas a su alrededor que pretenden echar tierra sobre todo el asunto antes que la opinión pública sepa más de la cuenta para los que Zalachenko y Lisbeth son un estorbo. Sin embargo, el “Kalle Blomkvist de los cojones” se mantiene al quite para defenderla y de paso conseguir una exclusiva que hará tambalear la ordenada y conservadora sociedad sueca. ¿Harán las paces Zalachenko y Lisbeth? ¿Sentará definitvamente la cabeza Mikael Blomkvist? ¿Recibirá la revista “Millenium” el Pulitzer? No les cuento más, tendrán que leerse el libro para saberlo.
Llegados a este punto, los tics y cualidades de Stieg Larsson son perfectamente reconocibles con lo que no sorprenderá en esta tercera entrega a ninguno de los fieles que disfrutaron/mos de las dos anteriores ni sus detractores –alguno habrá aunque poca gente se atreva a hablar mal de un difunto de éxito- deban esperar un giro que les permita engancharse a la serie. Lo único que me resulta irritante del estilo de Larsson (y de muchos escritores de best sellers) es la obsesión por la repetición una y otra vez de datos descriptivos de los personajes que a costa de repetir el lector acaba conociendo de memoria y cierta tendencia al alargamiento de pasajes intrascendentes para la trama (para decir que se abre una puerta, Larsson necesita media página) que sumado a lo anterior explica su incapacidad de escribir historias de menos de ochocientas páginas. A pesar de ello, esta tercera entrega, sin mejorar la primera, me ha parecido superior a la anterior, con un autor más seguro de sí que aprovecha la claridad expositiva lograda merced a su larga carrera periodística para desgranar con eficacia las distintas tramas entrecruzadas coqueteando sin ningún pudor entre las convenciones de géneros tan manidos como las novelas de espionaje o judiciales con temas de actualidad que preocupan al ciudadano europeo medio, como el acoso en el trabajo, el maltrato infantil y a la mujer o los abusos de los poderosos. A pesar que quizás esta última entrega no encierra realmente ningún giro en la historia que pueda realmente sorprender al lector está tan bien construida y resulta tan entretenida que se lee sin hartazgo, quedando la trama tan bien cerrada que uno se queda con la duda sobre la posibilidad de que Larsson pensase realmente continuar con la serie si no hubiera fallecido (quizás con otros personajes y nuevas tramas porque no creo que estos dieran mucho más de sí).
En fin, si ustedes continúan haciendo bíceps o piensan hacerlos en el futuro paseando los libros de “Millenium” por los distintos medios de transporte públicos disfruten de una obra que cumple sobradamente su objetivo de entretener al tiempo que ofrece al lector temas cercanos sobre los que pararse a pensar. Yo ya les he avisado.
Más sobre la trilogía “Millenium” en El lector impaciente:
- “Los hombres que no amaban a las mujeres”.
- “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina“.