Me reincorporo a mis labores blogueras tras unos días de asueto playero que me han venido muy bien para recargar la pila ya que en los últimos días venía arrastrando una fatiga más mental que física que producía que las pocas ideas se me atropellasen más de lo habitual y me costase un mundo el ponerme a actualizar el blog.
De vuelta a las rutinas, buenas y malas, lo primero es felicitar a los compañeros y compañera de Entrecomics que se les han subido los cómics a la cabeza y no contentos con ser una de las páginas de referencia en lo que a información y divulgación tebeística se refiere en el ámbito hispano se han constituido en editorial de nuevo cuño. Mucha suerte.
Siempre me resulta admirable y más con los tiempos que corren comprobar que hay gente entusiasta dispuesta a invertir y arriesgar su talento y su dinero al servicio de una afición que deja de ser tal para convertirse en, como mínimo, una responsabilidad. Me parece por parte de los entrecomiqueros un acto valiente y consecuente apostar por el tipo de cómics que les gustan y los autores patrios en un proyecto empresarial seguramente bien pensado y que permitirá a algunos de estos publicar en estos tiempos. Sin embargo, a mí no deja de provocarme sentimientos encontrados que este modelo editorial por el que apuestan las nuevas editoriales independientes– el único viable probablemente dado lo limitado de la industria comiqueril en España – en el que los costes se ajustan a tope gracias a la petición bajo pedido omitiendo la distribución por librería y máximo aprovechamiento de la publicidad viral por Internet no deja de ser un paso más en la transformación del tebeo popular de calidad accesible para todos - si ya no en kioscos al menos sí en librerías - en una delicatessen reservada para unos pocos aficionados y autores que se retroalimentarán en un circuito cerrado. Da la sensación que el tebeo va a hibernar y salvo que se cuente con una licencia superheroica cada vez va a resultar más complicado acceder a tebeos buenos, bonitos y baratos.
Por otro lado, repasando el correo acumulado, me doy de sopetón con que está a puntito de empezar el Salón de Barcelona que es el baremo de esa industria editorial que comento y en el que las editoriales (teniendo en cuenta todas las que hay podría pensarse que sí hay negocio que repartir, ¿verdad?).se presentarán y mostrarán sus catálogos. Cuando veo tanto entusiasmo desbordado me da la sensación que soy el único aficionado que nunca ha asistido a ese gran encuentro pero la verdad es que yo salvo el de Madrid y algún otro, más por accidente que por verdadero interés, suelo pasar bastante de estos certámenes cuyo modelo suele estar bastante alejado de lo que en mi opinión debería ser sobre todo una manifestación cultural más allá de los dibujos dedicados y los karaokes de chavales disfrazados. Quizás sea por eso que no entiendo la callada por respuesta que desde la organización del certamen se ha dado a la propuesta de algunos blogueros –que conozco pero en la que no participo activamente- que se ofrecieron para montar un debate sobre el panorama actual del cómic y la blogosfera o la poca trascendencia que va a tener la muerte de un editor histórico como Berenguer que bien se merecía un mayor homenaje. Una lástima.
En fin, y es que yo soy de la opinión que más allá de las guerras de industrias, salones, blogueros, divulgadores, editores, autores y demás fauna lo que más hay que cuidar para que el tebeo perdure es la cantera de los lectores. Y entre tanta batalla de unos y otros la verdadera guerra se está perdiendo. Aunque, claro, quizás me equivoque.