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Siempre he sido un niño afortunado. Uno de esos niños del lado luminoso del mundo al que nunca le han faltado juguetes, libros ni educación aparte del cariño de familiares y amigos. De hecho, y cruzo los dedos, soy un adulto afortunado que todavía en Reyes recibe regalos y cariño. Por eso, uno no puede dejar de sentirse culpable –e impaciente- cuando lee quién ha ganado el
Nadal y lee el título de la obra, y siente que algo se le mueve por dentro -¿culpa, anhelo?- y piensa que tiene que hacerse con esa novela más pronto que tarde. Brrrr…
Esto de ser lector impaciente es algo patológico….
¡Felicidades para
Casavella!
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