Como fascinado admirador de siempre de todo lo relacionado con el atractivo universo de los chupasangres Nomuertos, no he perdido la oportunidad de ir a ver el nuevo montaje de la temprana adaptación teatral que de la novela de Bram Stoker realizasen Hamilton Deane y John L. Balderston en 1924 y que se viene representando actualmente en el madrileño teatro Marquina
Se trata de un montaje curioso que en su época fue todo un éxito que provocaba el terror, sofocos y desmayos en los patios de butacas entre las gentes de bien cuando interpretaba el papel del conde el bueno de Bela Lugosi antes de dar el salto a la gran pantalla y convertir definitivamente al conde en un icono moderno. Sin embargo, al espectador resabiado actual harto ya de ver vampiros de toda catadura, pelaje y condición le parecerá que este nuevo montaje peca de ingenuidad aunque no se le puede negar buena voluntad y garantizará algún susto que otro.
La obra de Balderston y Deane que Eduardo Bazo y Jorge de Juan han montado remonta y recorta buena parte de la novela original con lo que se pierden algunos de sus mejores momentos, prescindiendo del primer encuentro transilvano de Jonathan Harker con Drácula o el viaje maldito del Deméter para situar directamente la obra en Inglaterra en el momento en el que el profesor Van Helsiing que ha perdido a su hija Lucy víctima de una extraña enfermedad acude al manicomio regido por su amigo el dóctor Sewar para impedir que la hija de este y prometida de Jonathan Harker, Mina, perezca de la misma enfermedad. En la mansión de Seward, Van Helsing conocerá al demente Renfield, un interno obsesionado por devorar animales vivos, y al enigmático conde Drácula, un aristócrata extranjero que vive en la propiedad vecina. Poco a poco el agudo Van Helsing irá atando cabos para descubrir la terrible verdad tras la enfermedad de Mina y su hija.
De la voz de un Emilio Gutierrez Caba en el papel de Van Helsing y narrador interpuesto de la acción – supongo que en un guiño al estilo epistolar del original- se nos sumerge en esta historia clásica que, como digo, a ojos actuales no deja de ser ingenua y sencilla como pocas hasta en los efectos especiales -la aparición del murciélago no deja de ser un guiño ingenuo- que al igual que en la representación del 24 dan un poco de gracia a una representación a la que la cuesta arrancar en su primer tramo hasta que el cuerpo de actores formado por caras conocidas del teatro y la televisión no entra en calor.
Mención aparte merece el Drácula interpretado por Ramón Langa, magnífico doblador que construye un personaje lleno de tics y guiños a los Dráculas anteriores, especialmente al de Murnau y que solventa con su experiencia la ausencia de un físico que se ajuste más al del personaje.
En definitiva, este montaje de “Drácula” no deja de ser una buena ocasión para acercarse al teatro que siempre resulta agradable y disfrutar de un clásico del terror interpretado por un grupo solvente de actores. Si se es aficionado al género, no debería dejarse pasar esa oportunidad.