Antes que nada, una afirmación: considero a Alfonso Zapico el autor más independiente y ambicioso de toda su generación. Podrá haberlos más talentosos e imaginativos en la elaboración formal de sus tebeos–que los hay-, podrá haberlos mejores dibujantes – que también los hay- o mejores guionistas – que supongo también los habrá-, pero pocos hay tan honrados, libres e independientes como Zapico para trasladar al lector aquellas historias que le interesan, ajeno a modas y gusto pasajeros, lo que le convierten en mi opinión en un auténtico contador de historias. Y es que además Zapico, como ya demostrara en “Café Budapest” o “La guerra del profesor Bertenev”, no se conforma con obritas sencillas para ir aprendiendo y desarrollándose como historietista o mostrar lo bien que dibuja sino que le gustan los retos, las grandes historias, y en su última obra, editada por Astiberri, se atreve con la biografía de uno de los escritores clave de la Literatura del siglo pasado, James Joyce.
¿James Joyce? Escritor del que la mayoría solo conoce como el escritor de “Ulises” pero que realmente pocos han leído (muchos lo intentan y desisten a las pocas páginas…) y nada saben de su vida, fue todo un personaje bohemio y vividor que se relacionó con lo más selectos artistas y literatos de su época. En “Dublinés”, Zapico evita caer en la imitación del maestro irlandés y evita con buen tino intentar trasladar al cómic la densidad y experimentalidad que caracteriza su obra para centrarse en una ordenada biografía del autor sin caer tampoco en el engolamiento academicista para ofrecer un repaso completo y documentado de su vida desde una óptica cercana, que humaniza al literato y muestra tanto sus virtudes como sus defectos, con lo que “Dublinés” se convierte en una entretenida guía para acceder con más conocimientos a la obra del escritor.
Centrándonos en el cómic, Zapico sigue evolucionando como historietista y nos encontramos con un tebeo curioso en el que alterna páginas y páginas en que abusa de las cartelas y los textos para complementar pequeñas viñetas que se apelotonan en las páginas e incluso parecen repetirse en ocasiones (¿cuántas veces vemos a James Joyce transitando de un lado para otro?) con otras en que experimenta con un estilo más libre y fluido en que los sobreabundantes textos desaparecen en pos de un dibujo más expresivo y menos encorsetado propios de un autor capaz de ofrecer exquisitas soluciones gráficas a la altura de las tendencias más modernas del cómic contemporáneo. Quizás por no haberse decidido por optar por esta segunda vía exclusivamente no pueda considerarse todavía “Dublinés” la obra que certifique la madurez como autor de Zapico y sí una gran obra de transición –otra más- de un autor que tiene suficiente talento como narrador gráfico como para no abusar tanto de los textos y buscar una mayor libertad narrativa.
¿James Joyce? Escritor del que la mayoría solo conoce como el escritor de “Ulises” pero que realmente pocos han leído (muchos lo intentan y desisten a las pocas páginas…) y nada saben de su vida, fue todo un personaje bohemio y vividor que se relacionó con lo más selectos artistas y literatos de su época. En “Dublinés”, Zapico evita caer en la imitación del maestro irlandés y evita con buen tino intentar trasladar al cómic la densidad y experimentalidad que caracteriza su obra para centrarse en una ordenada biografía del autor sin caer tampoco en el engolamiento academicista para ofrecer un repaso completo y documentado de su vida desde una óptica cercana, que humaniza al literato y muestra tanto sus virtudes como sus defectos, con lo que “Dublinés” se convierte en una entretenida guía para acceder con más conocimientos a la obra del escritor.
Centrándonos en el cómic, Zapico sigue evolucionando como historietista y nos encontramos con un tebeo curioso en el que alterna páginas y páginas en que abusa de las cartelas y los textos para complementar pequeñas viñetas que se apelotonan en las páginas e incluso parecen repetirse en ocasiones (¿cuántas veces vemos a James Joyce transitando de un lado para otro?) con otras en que experimenta con un estilo más libre y fluido en que los sobreabundantes textos desaparecen en pos de un dibujo más expresivo y menos encorsetado propios de un autor capaz de ofrecer exquisitas soluciones gráficas a la altura de las tendencias más modernas del cómic contemporáneo. Quizás por no haberse decidido por optar por esta segunda vía exclusivamente no pueda considerarse todavía “Dublinés” la obra que certifique la madurez como autor de Zapico y sí una gran obra de transición –otra más- de un autor que tiene suficiente talento como narrador gráfico como para no abusar tanto de los textos y buscar una mayor libertad narrativa.
No hay prisa. Hasta que ese momento llegue –que será cuando Zapico quiera- podemos seguir disfrutando de un autor que vuelve a confirmar que tiene buenas e interesantes historias que contar y “Dublinés” no deja de ser una de ellas. Y eso, no nos engañemos, no es moco de pavo tal y como están las cosas.