jueves, 3 de enero de 2008

Will Eisner, en el recuerdo

El día que se cumplen tres años de su muerte es de mención obligada la figura de Will Eisner, un hombre que redefinió el cómic dos veces (como mínimo) y quizás quién probablemente más ha influido en el noble arte de contar cualquier cosa juntando dibujitos y letras, arte secuencial, lo llamaba.
Eisner es el nexo de la modernidad con el clasicismo a través de su gran obra “The Spirit”, un compendio de recursos inabarcable que debería ser de obligado estudio por cualquiera que quiera dedicarse a la historieta. Una obra que casi setenta años después de su primera publicación mantiene todo su vigor y frescura. Sin embargo, Eisner fue capaz en 1978 una vez más de ayudar a la revitalización del Cómic de una de sus periódicas crisis con “Contrato con Dios”, la primera “novela gráfica” del mercado. Eisner creó así una etiqueta con la que logró que mucha gente que hasta ese momento había despreciado el cómic considerándolo un medio menor para niños empezara a vislumbrar su enorme potencialidad que como medio narrativo para contar historias, cualquier tipo de historias, ofrecía. El resto es historia.

Va por usted, maestro.

“American Gangster” de Ridley Scott


Acababa de escribir una reseña estupenda en la que me despachaba bien a gusto sobre el último proyecto del amigo Ridley Scott, pero, un error informático, (a mí nunca se me escapa el dedo), ha mandado al limbo mis pataleos. Vamos, a ver que sale ahora.
En todos los campos artísticos hay autores cuya mera firma nubla la percepción crítica de los aficionados dispuestos a concederles un crédito que en ocasiones resulta desde hace tiempo inmerecido. Uno de los casos más evidentes es el de Ridley Scott, autor de un puñado de películas excelentes pero que desde hace varios años vive acomodado en la autocomplacencia condescendiente y “American Gangster”, su último proyecto, no deja de ser buena demostración más de ello.
Es más fácil resumir “American Gangster” por lo que no es que por lo que es: no es “El Padrino” ni “Uno de los nuestros”, tampoco es “Serpico” ni “Scarface”, por no ser no es ni “Heat” , aunque de todas estas películas y sus directores bebe y “homenajea” el amigo Ridley en una película que avanza por sendas excesivamente reconocibles a la manera que hiciese en su momento con “Gladiator”, una actualización del cine “de romanos” que en ningún caso superó con su falsa épica los excelentes precedentes que emuló. Ridley, empeñado desde hace años en hacer películas insulsas, carentes de alma y estilo en “American Gangster” nos ofrece a través de una narración paralela el ascenso y declive de Frank Lucas, el hampón de Harlem que durante finales de los sesenta y principios de los setenta controló el mercado de la heroína en Nueva York, y de Richie Roberts, el policía que lo acosó y detuvo, un tipo tan insobornable e implacable en su trabajo como lamentable y desestructurado en su vida familiar. Ridley en su línea de los últimos años de ofrecer productos comerciales atractivos pero carentes de cualquier riesgo e implicación creativa propone una película errática, aburrida por momentos y con poco sentido del ritmo narrativo, del que debería pedir alguna clase particular a su hermano Tony. Si acaso cabe destacar de la cinta el papel de un Denzel Washington siempre solvente que, sin llegar a la altura de sus mejores actuaciones, apura su oportunidad de interpretar un “gangster” y dota de credibilidad a un personaje lastrado por las inconsistencias del guión. No se puede decir lo mismo de un Russell Crowe, que hace lo que puede con un personaje manido al que su interpretación no aporta nada, quedando ninguneado tanto en las secuencias que “comparte” con Washington, que para ser el supuesto clímax de la cinta resultan desvaídas y sosas (Ridley, castigado a ver “Heat” diez veces de nuevo) como con las que comparte con Josh Brolin ("Mimic") que se lo come con patatas en su excelente interpretación del corrupto Truppo. Probablemente, es el trabajo interpretativo y la recreación del Harlem setentero el que salva una cinta de otro modo perfectamente olvidable y en la que Ridley agota un poco más el incomprensible crédito del que sigue gozando todavía.
En definitiva, una película que aporta poca cosa al subgénero gangsteril y que resulta perfectamente olvidable. Y si no cuando la vean me lo cuentan.