Ya comenté por aquí el impacto que me causó la lectura de “No hay bestia tan feroz”, la obra magna del ex convicto, actor, guionista y escritor Edward Bunker, en la que sintetizaba toda la esencia de la novela negra con la autenticidad del que conoce de primera mano de lo que está escribiendo porque esa ficción no está tan alejada de la realidad que le tocó vivir.
Tras ese primer libro, busque más sin mucho éxito ya que a pesar de ser Bunker uno de los grandes nombres de la novela negra norteamericana de las últimas décadas y autor de cabecera de tipos tan famosos como Quentin Tarantino o James Ellroy, ha sido un autor inédito en España hasta que Sajalín Editores tuvo la gran idea de iniciar su publicación con la obra antes mencionada, que ha continuado con “Stark”, una novela que me ha permitido superar el mono que ya empezaba a sentir aun cuando esta novela esté lejos del perfecto equilibrio entre fondo y forma mostrado en “No hay bestia tan feroz”.
“Stark” es la historia del buscavidas que da título a la novela. Un timador drogadicto y traicionero que deambula por los antros de los suburbios de Los Ángeles en búsqueda de una oportunidad para quitarse de encima el acoso del agente de antivicios Crowley que le presiona con enchironarle si no es capaz de entregarle al Hombre que le proporciona la droga a su camello, el hawaino Momo y al socio de este, el siniestro asesino mudo Dummy. Stark está en la cuerda floja acosado por los polis y unos compinches que no se fían de él pero confía que su instinto de superviviente le permita dar con la jugada maestra que le libre de todos sus problemas y de paso le haga rico y le permita quedarse con la chica, la voluptuosa y demente Dorie. Si queréis saber si lo consigue o no tendréis que leeros el libro.
La lectura de “Stark” es como la heroína cortada. Sólo ha satisfecho mi adicción a medias ya que estamos ante la primera novela (no publicada hasta después de su muerte) de Bunker en la que aun apareciendo ya definido sus principales características nos ofrece un acercamiento a un autor que conoce de primera mano la materia prima sobre la que quiere escribir pero que todavía está alejado de la crudeza esencial y magnética que destila “No hay bestia tan feroz”. “Stark”, escrita en primera persona desde la perspectiva del protagonista, es una historia mucho más convencional que destaca por la caracterización de los principales personajes sobre todo Ernie Stark, un yonqui timador y soplón fan de Bogart –lo más bajo dentro de la estructura social de los delincuentes- encantado de conocerse a sí mismo, y del resto de los personajes principales, mucho más arquetípicos – pudiendo rastrearse el origen de algunos de ellos en el cine y las novelas pulp - junto a la descripción de las situaciones y lugares en que se sitúa la acción – los suburbios de Los Ángeles a principios de los sesenta en los que la heroína empieza a hacer furor en los círculos de enganchados- pero, por otro lado, es una novela de un narrador que está en pleno aprendizaje de los secretos de la estructura del género con lo que la historia peca en ocasiones de precipitación y en otras de escaso desarrollo de situaciones que podrían haber dado más de sí, con lo que uno sospecha que Bunker no llegó a quedar satisfecho de la historia y más que una obra acabada estamos ante un borrador avanzado de una historia más ambiciosa.
A pesar de esos pequeños defectos, “Stark” es una novela de criminales formidable llena de timos, enredos y tergiversaciones que atrapan al lector en la red del carismático Stark, un mentiroso patológico siempre un paso por delante de sus compinches y de la policía, descrito con la sutileza psicológica con la que Bunker retrata a sus protagonistas y que si no fuese porque la coexistencia sería complicada entre ellos estaría llamado a compartir la misma celda que Max Dembo. Completan la novela un prólogo de Ellroy, que ya es decir, y un sentido epílogo de la ex mujer de Bunker en la que esta da bastantes claves para entender la compleja personalidad del escritor y del proceso de publicación de esta obra.
En definitiva, “Stark” es una novela imprescindible para cualquier aficionado a la novela “negra” y un buen prólogo antes de acometer la lectura de la mejor de sus obras publicadas en España para mi gusto, “No hay bestia tan feroz”. Para cuando llegue ese momento, ya estaréis enganchados irremisiblemente al universo criminal de Bunker y esperando que los de Sajalin se den prisa en publicar “Perro come a Perro”. Yo aviso.
Otras obras de Edward Bunker en El lector impaciente:
“No hay bestia tan feroz”.
“Stark” es la historia del buscavidas que da título a la novela. Un timador drogadicto y traicionero que deambula por los antros de los suburbios de Los Ángeles en búsqueda de una oportunidad para quitarse de encima el acoso del agente de antivicios Crowley que le presiona con enchironarle si no es capaz de entregarle al Hombre que le proporciona la droga a su camello, el hawaino Momo y al socio de este, el siniestro asesino mudo Dummy. Stark está en la cuerda floja acosado por los polis y unos compinches que no se fían de él pero confía que su instinto de superviviente le permita dar con la jugada maestra que le libre de todos sus problemas y de paso le haga rico y le permita quedarse con la chica, la voluptuosa y demente Dorie. Si queréis saber si lo consigue o no tendréis que leeros el libro.
La lectura de “Stark” es como la heroína cortada. Sólo ha satisfecho mi adicción a medias ya que estamos ante la primera novela (no publicada hasta después de su muerte) de Bunker en la que aun apareciendo ya definido sus principales características nos ofrece un acercamiento a un autor que conoce de primera mano la materia prima sobre la que quiere escribir pero que todavía está alejado de la crudeza esencial y magnética que destila “No hay bestia tan feroz”. “Stark”, escrita en primera persona desde la perspectiva del protagonista, es una historia mucho más convencional que destaca por la caracterización de los principales personajes sobre todo Ernie Stark, un yonqui timador y soplón fan de Bogart –lo más bajo dentro de la estructura social de los delincuentes- encantado de conocerse a sí mismo, y del resto de los personajes principales, mucho más arquetípicos – pudiendo rastrearse el origen de algunos de ellos en el cine y las novelas pulp - junto a la descripción de las situaciones y lugares en que se sitúa la acción – los suburbios de Los Ángeles a principios de los sesenta en los que la heroína empieza a hacer furor en los círculos de enganchados- pero, por otro lado, es una novela de un narrador que está en pleno aprendizaje de los secretos de la estructura del género con lo que la historia peca en ocasiones de precipitación y en otras de escaso desarrollo de situaciones que podrían haber dado más de sí, con lo que uno sospecha que Bunker no llegó a quedar satisfecho de la historia y más que una obra acabada estamos ante un borrador avanzado de una historia más ambiciosa.
A pesar de esos pequeños defectos, “Stark” es una novela de criminales formidable llena de timos, enredos y tergiversaciones que atrapan al lector en la red del carismático Stark, un mentiroso patológico siempre un paso por delante de sus compinches y de la policía, descrito con la sutileza psicológica con la que Bunker retrata a sus protagonistas y que si no fuese porque la coexistencia sería complicada entre ellos estaría llamado a compartir la misma celda que Max Dembo. Completan la novela un prólogo de Ellroy, que ya es decir, y un sentido epílogo de la ex mujer de Bunker en la que esta da bastantes claves para entender la compleja personalidad del escritor y del proceso de publicación de esta obra.
En definitiva, “Stark” es una novela imprescindible para cualquier aficionado a la novela “negra” y un buen prólogo antes de acometer la lectura de la mejor de sus obras publicadas en España para mi gusto, “No hay bestia tan feroz”. Para cuando llegue ese momento, ya estaréis enganchados irremisiblemente al universo criminal de Bunker y esperando que los de Sajalin se den prisa en publicar “Perro come a Perro”. Yo aviso.
Otras obras de Edward Bunker en El lector impaciente:
“No hay bestia tan feroz”.