lunes, 20 de septiembre de 2010

“Por el imperio: Las Mujeres”, de Merwan &Vivès.


Diábolo Ediciones nos ofrece la segunda entrega de “Por el imperio”, un peplum inteligente e inusual en el que se nos confirma el inmenso talento de Vivès en propuestas más comerciales frente a los trabajos más personales que le han dado mayor reconocimiento.


En este segundo álbum, titulado “Las mujeres”, continúan las exploraciones del capitán Glorim Cortis y sus huestes en su misión de reconocimiento de las tierras más allá de los límites del imperio. Tras abandonar el desierto, los recios guerreros atraviesan frondosos bosques sin encontrar ninguna resistencia. Cuando entre los hombres empieza a cundir el desánimo ante la ausencia de ocasiones para aumentar su gloría guerrera y la ausencia de botín, una bella amazona cae en su poder. Cuando la prisionera se escapa, Glorim envía a sus batidores tras ella para encontrar el sueño de Virgil hecho realidad, un pueblo mítico habitado sólo por bellas mujeres. Sin embargo, hasta el más bello de los sueños se puede convertir en la más terrible de las pesadillas.


El dúo formado por Merwan y Vivès que firman al alimón guión y dibujo vuelven a sorprender con esta segunda entrega de su serie “Por el imperio” en la que revisan las fórmulas tópicas del género para darles una perspectiva original en una especie de "El corazón de las tinieblas" de la Edad Antigua. Y es que en “Las mujeres” se centra en el enfrentamiento entre los aguerridos soldados que conocimos en la primera entrega cuyas motivaciones y descripción tanto se alejaba de la visión propia de los héroes antiguos para acercarla a una realidad más plausible de simples soldados que no conocen más realidad que la de la guerra y su motivación no va más allá de la obtención de conquista, botín y gloría, con el objeto de sus deseos: un pueblo habitado únicamente por bellas mujeres que lejos de dejarse conquistar por sus varoniles talentos les ponen en jaque, siendo la confrontación de los etnocéntricos planteamientos de los orgullosos soldados frente a las novedosas costumbres de los nuevos pueblos con los que se enfrentan el motor central de la serie.

Estamos ante una historia hipnótica y perfectamente hilvanada para que a partir de los datos concisos que los autores proporcionan en su narración cada lector sea el que añada los detalles e interprete una aventura en la que la narración se desarrolla de un modo pulcro y organizado para que guión y dibujo confluyan y se complementen siguiendo la estela de un tebeo tan notable y desapercibido como fue la inconclusa “Las Olivas Negras”, de Sfar y Guibert y de la que ya comenté algo aquí , aquí y aquí.

En el aspecto gráfico, la historia se inunda de verde respecto al sobrio y angustioso ocre terroso de la primera entrega y se convierte en la seña de identidad del álbum. Vivès sigue mostrando su talento como narrador gráfico con un efectivo tratamiento minimalista del dibujo alejado de cualquier viso de espectacularidad exagerada para otorgar mayor verismo a las aventuras de Glorim y sus huestes. Es notable como con muy pocos datos los autores logran describir en profundidad el carácter y personalidad de los numerosos personajes que aparecen en la historia para que sus reacciones en el marco de la trama no resulten incoherentes y se ajusten a la lógica interna de una historia que atrapa por un dibujo aparentemente sencillo y naif que esconde prácticamente en cada enfoque y perspectiva elegantes soluciones que hacen de la relectura inmediata del álbum una necesidad.En definitiva, "Las mujeres" confirma que “Por el imperio” es actualmente una de las mejores series abiertas del panorama del cómic europeo y la que mejor ha entendido que puede ofrecerse un tebeo que interese a un público heterodoxo y mayoritario sin que las ambiciones artísticas de sus autores queden arrinconadas.

Estoy impaciente por leer la tercera entrega.

Más “Por el imperio” en El lector impaciente:

- “El honor

Los premios de Avilés y la cuadratura del círculo.

Mira que es difícil que unos premios dados por críticos y expertos no resulten de un modo u otro sospechoso y contenten a todo el mundo pero estos que se han otorgado en las XV jornadas sobre cómic de Avilés son incontestables. Soy incapaz de estar en desacuerdo con ninguno, lo que me confirma los rumores sobre que en esas tierras en cuestiones saloneras se hacen las cosas especialmente bien. Me alegro.

Ahí dejo el palmarés por si alguien quiere decir algo:

Mejor dibujante extranjero: Mark Buckingham (por Fábulas) y Frank Quitely (por All Star Superman).

Mejor guionista extranjero: Jason Aaron (por Scalped).

Mejor dibujante nacional: Quim Bou (por Orn IV).

Mejor guionista nacional: Antonio Altarriba (por El arte de volar).

Mejor obra extranjera: Los muertos vivientes.

Mejor obra nacional: El arte de volar.

Mejor obra teórica: Del tebeo al manga.

Premio a toda una carrera para un autor extranjero: George Pérez.

Premio a toda una carrera para un autor nacional: José Ortiz.

¡ Felicidades a todos los premiados!

José Antonio Labordeta (1935 -2010).

A mí, como a casi todo el mundo al parecer, me caía bien José Antonio Labordeta. Me pilló pequeño su carrera como cantautor y descreído su programa de “Un país en la mochila” por lo que me quedo en la memoria con su figura parlamentaria.

A ver, que no es que sea el único ciudadano responsable que se traga esos rollos, pero cuando Labordeta participaba me veía obligado a ver su actuación. Y es que Labordeta se me antojaba que era como el explorador en la caldera de los caníbales o el naufrago que se ve rodeado por las aletas de los tiburones... Llamaba la atención ver a ese señor de bigotes que te podías cruzar comprando el pan o el billete del metro hablar claro y con el español de la calle del que entiende la política como una herramienta al servicio de todos frente a los que piensan que es su herramienta para servirse de todos en su propio beneficio. Labordeta era una “rara avis” entre tanto buitre y yo me sentía solidario aunque sólo fuese por unos minutos en que me esforzaba por apoyar la lucha quijotesca de ese señor que no solía hablar tanto de encuestas como de los problemas de la gente aunque a su alrededor le hicieran poco caso.

A propósito, ayer falleció también en un pequeño pueblecito un anónimo octogenario de la misma enfermedad que el ilustrísimo diputado y cantautor. Un recio y alegre hombre de campo castellano de esos a los que un pequeño renacuajo de capital le daba miedo darles un beso porque iba sucio de tierra y barro y en su cara bajo la boina asomaba habitualmente barba de varios días para consternación de sus abuelos porque éramos familia y a los que aprendí apreciar con los años. Seguro que Labordeta disfrutará de su compañía.

D.E.P.