Desde hace un par de semanas, en Un tebeo con otro nombre, Pedro Garcia está llevado una exhaustiva labor de investigación para determinar la procedencia del material que está publicando Planeta en sus Clásicos Marvel centrádose, en concreto, en "La Legión de Superhéroes". Pedro, imagino que armado de más paciencia que Job, ha encontrado parecidos más que razonables entre el material que cualquiera puede descargarse gratuitamente de Internet y el que Planeta está ofreciendo con una calidad bastante mala bajo pago.
Por otro lado, en La Cárcel de Papel, Álvaro Pons ha denunciado la escasa labor de restauración que Ediciones B ha realizado en la nueva colección de tomos en los que está reeditando las "Joyas Literarias Juveniles". Al parecer, la editorial se ha limitado a enlomar de nuevo en cartoné seis números manteniendo la rotulación mecánica original y sus colores y prescindiendo de las portadas y cualquier tipo de reseña en la que se incorporase información sobre la autoría de cada historia.
Son dos casos distintos, pero dos casos paradigmáticos de lo poco que le interesan a las editoriales las obras que comercializan. Estas editoriales, haciendo una demostración de marketing pacato, corren a colgar la etiqueta de clásico para despertar la nostalgia del lector que en su día las disfruto o que se quedo con ganas de hacerlo, asumiendo que este va a aceptar su publicación de cualquier manera, sin el menor miramiento en el tratamiento de la obra.
Es hora que las editoriales se den cuenta que los cómics que comercializan no son meras mercancías y que la correcta reproducción de la obra es un servicio más que están ofertando al lector, el cuál no puede dejar de sentirse timado cuando le están vendiendo, en ocasiones, poco más que fotocopias coloreadas. No es suficiente, como en el caso de la LSH, un cuadradito en la contraportada pidiendo disculpas por haber escaneado y ser la reproducción deficiente. Hay que hacer algo más, sobre todo cuando los propios aficionados usando métodos domésticos demuestran que son capaces de hacer mejoras sobre la base del mismo material que vende la compañía. Una cosa así sólo puede ser tachada de dejadez editorial ya que se conforman con las ventas que puedan hacer sin ningún esfuerzo entre los completistas antes que buscar atraer con ediciones de calidad a nuevos compradores y abrir mercado.
En el caso de Ediciones B, se podría argumentar en defensa de la editorial que la obra busca imitar los originales que aparecieron en su momento y con los que presume se identificarán los nostálgicos. Seamos serios, probablemente esos nostálgicos estarían encantados con una edición más digna de la obra que mejorase los colores y les permitiera leer con más facilidad las obras al tiempo que conocer el nombre de los autores que les entretuvieron en su momento y los aficionados que han coleccionado esos tebeos podrían sentirse atraídos por una edición restaurada y documentada.
A criterio de cada uno queda actuar frente a este tipo de publicaciones aunque lo que está claro es que si estos casos continúan produciéndose es porque los aficionados compramos estas obras mutiladas. La editorial simplemente cuida de su negocio aplicando la máxima del “mínimo coste, máximo beneficio”. Si a ellas les va bien –supongo- por qué van a cambiar si venden. Sólo un cambio de hábitos de consumo del lector de cómic puede llevar a que publicaciones de tan escasa calidad desaparezcan del mercado pero mientras haya un número de aficionados importante dispuestos a primar la cantidad de lectura a la calidad de reproducción la historia volverá a repetirse. Y van….
Por otro lado, en La Cárcel de Papel, Álvaro Pons ha denunciado la escasa labor de restauración que Ediciones B ha realizado en la nueva colección de tomos en los que está reeditando las "Joyas Literarias Juveniles". Al parecer, la editorial se ha limitado a enlomar de nuevo en cartoné seis números manteniendo la rotulación mecánica original y sus colores y prescindiendo de las portadas y cualquier tipo de reseña en la que se incorporase información sobre la autoría de cada historia.
Son dos casos distintos, pero dos casos paradigmáticos de lo poco que le interesan a las editoriales las obras que comercializan. Estas editoriales, haciendo una demostración de marketing pacato, corren a colgar la etiqueta de clásico para despertar la nostalgia del lector que en su día las disfruto o que se quedo con ganas de hacerlo, asumiendo que este va a aceptar su publicación de cualquier manera, sin el menor miramiento en el tratamiento de la obra.
Es hora que las editoriales se den cuenta que los cómics que comercializan no son meras mercancías y que la correcta reproducción de la obra es un servicio más que están ofertando al lector, el cuál no puede dejar de sentirse timado cuando le están vendiendo, en ocasiones, poco más que fotocopias coloreadas. No es suficiente, como en el caso de la LSH, un cuadradito en la contraportada pidiendo disculpas por haber escaneado y ser la reproducción deficiente. Hay que hacer algo más, sobre todo cuando los propios aficionados usando métodos domésticos demuestran que son capaces de hacer mejoras sobre la base del mismo material que vende la compañía. Una cosa así sólo puede ser tachada de dejadez editorial ya que se conforman con las ventas que puedan hacer sin ningún esfuerzo entre los completistas antes que buscar atraer con ediciones de calidad a nuevos compradores y abrir mercado.
En el caso de Ediciones B, se podría argumentar en defensa de la editorial que la obra busca imitar los originales que aparecieron en su momento y con los que presume se identificarán los nostálgicos. Seamos serios, probablemente esos nostálgicos estarían encantados con una edición más digna de la obra que mejorase los colores y les permitiera leer con más facilidad las obras al tiempo que conocer el nombre de los autores que les entretuvieron en su momento y los aficionados que han coleccionado esos tebeos podrían sentirse atraídos por una edición restaurada y documentada.
A criterio de cada uno queda actuar frente a este tipo de publicaciones aunque lo que está claro es que si estos casos continúan produciéndose es porque los aficionados compramos estas obras mutiladas. La editorial simplemente cuida de su negocio aplicando la máxima del “mínimo coste, máximo beneficio”. Si a ellas les va bien –supongo- por qué van a cambiar si venden. Sólo un cambio de hábitos de consumo del lector de cómic puede llevar a que publicaciones de tan escasa calidad desaparezcan del mercado pero mientras haya un número de aficionados importante dispuestos a primar la cantidad de lectura a la calidad de reproducción la historia volverá a repetirse. Y van….