Un relato de Stephen King ambientado en un hotel, tras la estupenda adaptación de “El Resplandor” que hiciera el maestro Kubrick hace ya muchos años, y la presencia de un dueto actoral de tanta solvencia como John Cusack y Samuel L. Jackson parecían suficientes argumentos para acercarnos al cine a ver la última película de Mikael Hafstrom. Sin embargo, el resultado es completamente decepcionante, una cinta más que añadir a la ya larga lista de malas adaptaciones del autor de Maine.
Y, sin embargo, la historia en un principio prometía. Mike Enslin (John Cusack) es un escritor escéptico y descreido que debido al trauma provocado por la muerte de su hija dejó Nueva York, a su mujer y la Literatura seria para deambular por Estados Unidos ganándose la vida escribiendo libros sobre lugares encantados y hoteles con fantasmas de la manera infecta que lo haría un Iker Jiménez cualquiera. Sin embargo, su suerte empieza a cambiar cuando recibe en su buzón una misteriosa postal del Hotel Dolphin de Nueva York en la que le advierten para que no se hospede en la habitación 1408. Obviamente, con eso no logran otra cosa que animar a nuestro descreído escritor a ir a Nueva York y lograr, gracias a una argucia legal y tras un enfrentamiento que es lo mejor de la película con el gerente del Hotel, el sr. Olin (Samuel L. Jackson) hospedarse en la habitación de marras. Más o menos, todo eso ocurre durante la primera media hora de la película quedando el resto de los 108 minutos de la misma para mostrarnos lo mal que lo pasa el amigo Cusack en una habitación que, esta vez sí, está encantada.
Cuando sales de ver esta película no puedes dejar de pensar lo que habría hecho un director con más talento o simplemente más oficio que Hafstrom (“El Fantasma del lago”, “Evil”) con estos ingredientes. Probablemente si Hafstrom hubiera sabido darle un carácter más psicológico a la historia, dosificar los tiempos y aprovechar el enorme talento de los dos grandes actores con que contaba estaríamos hablando de otra cosa. Sin embargo el amigo opta por la precipitación y el embarullamiento, despreciando el enorme potencial del enfrentamiento Cusack-Jackson. Ansioso por asustarnos en el interior de la Habitación y hacérselo pasar mal al pobre de John Cusack con toda clase de calamidades truculentas, los guionistas obvian puntos fuertes de la historia (¿se puede desaprovechar más un personaje tan interesante como el interpretado por Samuel L. Jackson?) ¿Quién mandó la postal a Cusack?) y se ceban en el efectismo barato de la sucesión de sustos y efectos especiales faltos de originalidad que Hafstrom se dedica a desaprovechar mientras el espectador no puede evitar la sensación de “déjà vu”. Sólo la labor del naufrago Cusack en esta cinta hace soportable el desvarío de la última hora de película, un actor de enorme talento que en un constante monólogo sabe con su interpretación mantener el tipo e interesar al espectador en lo que está viendo más allá de las lagunas argumentales que el guión de Karaszewski, Alexander y Greenberg dejan sin resolver. No sé si es que el presupuesto se lo gastaron enteramente en inundaciones e incendios pero resulta un pecado no darle más espacio en la historia a un actor como Samuel L. Jackson que en los diez minutos que comparte con Cusack logra dar un empaque a la película desaprovechado posteriormente.
Una película completamente prescindible. Yo que ustedes ni me molestaba …
Y, sin embargo, la historia en un principio prometía. Mike Enslin (John Cusack) es un escritor escéptico y descreido que debido al trauma provocado por la muerte de su hija dejó Nueva York, a su mujer y la Literatura seria para deambular por Estados Unidos ganándose la vida escribiendo libros sobre lugares encantados y hoteles con fantasmas de la manera infecta que lo haría un Iker Jiménez cualquiera. Sin embargo, su suerte empieza a cambiar cuando recibe en su buzón una misteriosa postal del Hotel Dolphin de Nueva York en la que le advierten para que no se hospede en la habitación 1408. Obviamente, con eso no logran otra cosa que animar a nuestro descreído escritor a ir a Nueva York y lograr, gracias a una argucia legal y tras un enfrentamiento que es lo mejor de la película con el gerente del Hotel, el sr. Olin (Samuel L. Jackson) hospedarse en la habitación de marras. Más o menos, todo eso ocurre durante la primera media hora de la película quedando el resto de los 108 minutos de la misma para mostrarnos lo mal que lo pasa el amigo Cusack en una habitación que, esta vez sí, está encantada.
Cuando sales de ver esta película no puedes dejar de pensar lo que habría hecho un director con más talento o simplemente más oficio que Hafstrom (“El Fantasma del lago”, “Evil”) con estos ingredientes. Probablemente si Hafstrom hubiera sabido darle un carácter más psicológico a la historia, dosificar los tiempos y aprovechar el enorme talento de los dos grandes actores con que contaba estaríamos hablando de otra cosa. Sin embargo el amigo opta por la precipitación y el embarullamiento, despreciando el enorme potencial del enfrentamiento Cusack-Jackson. Ansioso por asustarnos en el interior de la Habitación y hacérselo pasar mal al pobre de John Cusack con toda clase de calamidades truculentas, los guionistas obvian puntos fuertes de la historia (¿se puede desaprovechar más un personaje tan interesante como el interpretado por Samuel L. Jackson?) ¿Quién mandó la postal a Cusack?) y se ceban en el efectismo barato de la sucesión de sustos y efectos especiales faltos de originalidad que Hafstrom se dedica a desaprovechar mientras el espectador no puede evitar la sensación de “déjà vu”. Sólo la labor del naufrago Cusack en esta cinta hace soportable el desvarío de la última hora de película, un actor de enorme talento que en un constante monólogo sabe con su interpretación mantener el tipo e interesar al espectador en lo que está viendo más allá de las lagunas argumentales que el guión de Karaszewski, Alexander y Greenberg dejan sin resolver. No sé si es que el presupuesto se lo gastaron enteramente en inundaciones e incendios pero resulta un pecado no darle más espacio en la historia a un actor como Samuel L. Jackson que en los diez minutos que comparte con Cusack logra dar un empaque a la película desaprovechado posteriormente.
Una película completamente prescindible. Yo que ustedes ni me molestaba …