El domingo me acerqué a ver la última película de Tim Burton (“Ed Wood”, “Big Fish”) protagonizada por su “alter ego” en la pantalla, el talentoso Johnny Depp y, debo decir, que me gustó, aunque me temo que la película sea demasiado irregular y sangrienta para el espectador medio por los comentarios de mis vecinos de butaca.
“Sweeney Todd” está basada en un exitoso musical de Stephen Sondheim, y nos traslada al Londres del XIX para contarnos la historia de Benjamín Baker (Johnny Depp), un barbero londinense, condenado injustamente por el malvado juez Turpin (Alan Ricman) para poder seducir sin trabas a la bella y fiel esposa de Baker. Al volver a Londres, tras quince años de condena, Baker descubrirá que su mujer fue envenenada por Turpin y su única hija se ha convertido en la pupila del juez con la que éste planea casarse. Baker, trastornado, jura venganza y bajo la identidad de Sweeney Todd, el barbero diabólico, se dedicará a rebanar el pescuezo a sus clientes proporcionándole de ese modo a su cómplice, la sra. Lovett (Helena Boham Carter) el ingrediente principal para sus empanadas de carne, mientras espera que alguno de sus enemigos se decida a traspasar la puerta de su barbería para proporcionarle un “afeitado apurado”.
Parece que tras los musicales en animación “Pesadilla en la Noche de Navidad” y “La Novia Cadáver”y el coqueteo de “Charlie y la Fábrica de Chocolate”, Burton le ha cogido definitivamente el gusto al género y se ha animado con un “musical gótico” excesivo, poderoso e irregular.
Burton, con una puesta en escena espectacular, recrea perfectamente un sórdido y siniestro Londres decimonónico con la solvencia que ya demostró para las ambientaciones góticas y oscuras en “Sleepy Hollow”, con la que “Sweeney Todd” guarda más de una similitud formal. “Sweeney Todd” cuenta con secuencias tremendamente impactantes y brillantes de las que ya nos tiene acostumbrados este director, con buenos números musicales incorporados para que la narración avance e interpretados por un excelente plantel de actores involucrados con la película entre los que hay que destacar, aparte del camaleónico Johnny Depp (“Piratas del Caribe”, “Ed Wood”), a la excelente Helena Bohan Carter (“Poderosa Afrodita”, “Regreso a Howards End”), que en más de una ocasión eclipsa al mismísimo Depp y sigue demostrando ser una de la actrices más versátiles de su generación, junto con un siempre solvente Alan Rickman (“Sentido y Sensibilidad”, “El Perfume”) y un sorprendente Sacha Baron Cohen (“Borat”) como Pirelli , quienes cumplen sobradamente con la papeleta de dar el cante. Sin embargo, a pesar de todos esos elementos positivos, la historia avanza a trompicones y deshilvanada debido a la imposibilidad de resumir un musical de tres horas en las aproximadamente dos que dura la película. De este modo, hay demasiados personajes que pululan por la película escasamente caracterizados y el desenlace resulta excesivamente apresurado y embarullado dejando al espectador con la sensación de que quedan demasiadas cosas por contar.
En definitiva, una película que los fanáticos de Burton y Depp sabrán disfrutar pero en la que el director alterna aciertos y errores y que al espectador medio incapaz de seguir el cuento planteado por Burton crispará o dejará indiferente. Ellos se lo pierden.
“Sweeney Todd” está basada en un exitoso musical de Stephen Sondheim, y nos traslada al Londres del XIX para contarnos la historia de Benjamín Baker (Johnny Depp), un barbero londinense, condenado injustamente por el malvado juez Turpin (Alan Ricman) para poder seducir sin trabas a la bella y fiel esposa de Baker. Al volver a Londres, tras quince años de condena, Baker descubrirá que su mujer fue envenenada por Turpin y su única hija se ha convertido en la pupila del juez con la que éste planea casarse. Baker, trastornado, jura venganza y bajo la identidad de Sweeney Todd, el barbero diabólico, se dedicará a rebanar el pescuezo a sus clientes proporcionándole de ese modo a su cómplice, la sra. Lovett (Helena Boham Carter) el ingrediente principal para sus empanadas de carne, mientras espera que alguno de sus enemigos se decida a traspasar la puerta de su barbería para proporcionarle un “afeitado apurado”.
Parece que tras los musicales en animación “Pesadilla en la Noche de Navidad” y “La Novia Cadáver”y el coqueteo de “Charlie y la Fábrica de Chocolate”, Burton le ha cogido definitivamente el gusto al género y se ha animado con un “musical gótico” excesivo, poderoso e irregular.
Burton, con una puesta en escena espectacular, recrea perfectamente un sórdido y siniestro Londres decimonónico con la solvencia que ya demostró para las ambientaciones góticas y oscuras en “Sleepy Hollow”, con la que “Sweeney Todd” guarda más de una similitud formal. “Sweeney Todd” cuenta con secuencias tremendamente impactantes y brillantes de las que ya nos tiene acostumbrados este director, con buenos números musicales incorporados para que la narración avance e interpretados por un excelente plantel de actores involucrados con la película entre los que hay que destacar, aparte del camaleónico Johnny Depp (“Piratas del Caribe”, “Ed Wood”), a la excelente Helena Bohan Carter (“Poderosa Afrodita”, “Regreso a Howards End”), que en más de una ocasión eclipsa al mismísimo Depp y sigue demostrando ser una de la actrices más versátiles de su generación, junto con un siempre solvente Alan Rickman (“Sentido y Sensibilidad”, “El Perfume”) y un sorprendente Sacha Baron Cohen (“Borat”) como Pirelli , quienes cumplen sobradamente con la papeleta de dar el cante. Sin embargo, a pesar de todos esos elementos positivos, la historia avanza a trompicones y deshilvanada debido a la imposibilidad de resumir un musical de tres horas en las aproximadamente dos que dura la película. De este modo, hay demasiados personajes que pululan por la película escasamente caracterizados y el desenlace resulta excesivamente apresurado y embarullado dejando al espectador con la sensación de que quedan demasiadas cosas por contar.
En definitiva, una película que los fanáticos de Burton y Depp sabrán disfrutar pero en la que el director alterna aciertos y errores y que al espectador medio incapaz de seguir el cuento planteado por Burton crispará o dejará indiferente. Ellos se lo pierden.