Amigo Groucho, hace ya treinta años que te bajaste del mundo (“Paren el mundo que me bajo”) y ya nadie felicita los cumpleaños como tú (“Si sigues cumpliendo años, acabarás muriéndote”) ansiosos como estamos en obviar lo inevitable disfrazando nuestros años bajo la apariencia más juvenil que el bisturí permita. Ha pasado de moda tu indumentaria desgarbada de ejecutivo venido a menos y no se llevan los grandes bigotes en aras a la metrosexualidad y el artificio. Casi nadie fuma grandes puros porque en la mayoría de los lugares públicos están prohibidos y no está la cosa como para ir pagando multas así como así. Sin embargo, todos añoramos esos aforismos con los que desarmabas al adversario de turno y, sin saberlo o sabiéndolo, retratabas buena parte de las incongruencias del siglo pasado (“Estos son mis principios si no le gustan tengo otros”). Echamos de menos tu ingenio e inteligencia ante tanto humorista chabacano de risa enlatada más preocupado en hacer leña del árbol caído que de crear algo original por sí mismo. Tus películas, que deberían ser de obligada reprogramación en las parrillas televisivas, ya casi no se emiten y probablemente la gente más joven dentro de unos años ya no sabrá distinguirte del resto de tus hermanos. No importa, ya que siempre nos quedarán tus frases, como ramalazos de conciencia frente a la mediocridad, y aunque tú no supieses que significaba humor (“Humor es posiblemente una palabra. La uso constantemente y estoy loco por ella. Algún día averiguaré su significado”) nos los descubriste a unos cuántos (millones).
He procurado citarte mal en toda la entrada (“Citadme diciendo que me han citado mal”) aunque quizás no lo haya logrado e intentaré mantenerme alejado el máximo tiempo posible del único club en el que te han admitido como socio (“Jamás admitiría pertenecer a un club que aceptase como miembro a alguien como yo”), aunque cuando finalmente me admitan espero ocupar un lugar cerquita tuyo para escucharte desbarrar acerca del matrimonio (“El matrimonio es una gran institución si te gusta vivir en una institución”), la política (“La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnostico falso y aplicar una solución equivocada”) o la humanidad (“La humanidad partiendo de la nada con su sólo esfuerzo ha llegado a alcanzar las más altas cotas de misería”). Eso sí, de pies los dos (“Nunca te sientes en una fiesta. No se sabe quién se puede sentar a tu lado”).
Ah y no te preocupe si en tu lápida no pone realmente aquello de “Perdone, que no me levante”. Ya nos levantamos los demás.
Groucho Marx (1890-1977)
He procurado citarte mal en toda la entrada (“Citadme diciendo que me han citado mal”) aunque quizás no lo haya logrado e intentaré mantenerme alejado el máximo tiempo posible del único club en el que te han admitido como socio (“Jamás admitiría pertenecer a un club que aceptase como miembro a alguien como yo”), aunque cuando finalmente me admitan espero ocupar un lugar cerquita tuyo para escucharte desbarrar acerca del matrimonio (“El matrimonio es una gran institución si te gusta vivir en una institución”), la política (“La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnostico falso y aplicar una solución equivocada”) o la humanidad (“La humanidad partiendo de la nada con su sólo esfuerzo ha llegado a alcanzar las más altas cotas de misería”). Eso sí, de pies los dos (“Nunca te sientes en una fiesta. No se sabe quién se puede sentar a tu lado”).
Ah y no te preocupe si en tu lápida no pone realmente aquello de “Perdone, que no me levante”. Ya nos levantamos los demás.
Groucho Marx (1890-1977)