Bueno, pasados ocho días del cumpleaños vamos a hablar claro y quitarnos las máscaras. Yo odio a
Superman, y estoy seguro que a muchos de ustedes les pasará igual. ¿Por qué? Por los siguientes motivos.
Ya desde mi siete u ocho años en que leí mis primeros tebeos de
Superman publicados por
Bruguera y
Novaro había algo en el personaje que no cuadraba. Era un tipo demasiado perfecto y formal, demasiado estirado y relamido, con todos esos superpoderes que le iban a sacar de cualquier atolladero y ninguna debilidad (bueno, una, la kryptonita, pero que en el fondo tampoco era para tanto). Compadecía a esos pobres supervillanos que se enfrentaban a él desde el ridículo científico calvo de
Luthor al duende de nombre impronunciable, sin contar al zombi medio tonto de
Bizarro que hablaba al revés o al listorro de
Brainiac, una panda de pobres actores secundarios dispuestos por el señor guionista de turno para que el kryptoninano les venciera sin despeinarse, se metiera en la cabina, se pusiera las gafitas y pareciera engañar con tan torpe truco a sus presuntamente hábiles compañeros de redacción, el sagaz
Perry White, el crédulo
Jimmy Olsen o la simplona
Lois Lane.
Y, es que la cosa no paraba ahí. El tipo luego tenía una superfamilia a la que no la faltaba de nada. Desde un
Superboy a una
Supergirl (esta no estaba mal) pasando por
Krypto, el superperro y una versión viejuna del personaje que a veces aparecía por allí y decía venir de otra Tierra y cada uno tenía sus propias aventuras tan simplonas como las de Kal El. Demasiado para mi tierna mente infantil. Prefería dedicarme a los Mortadelos y Pulgarcitos (aunque eso sí me fascinó como al primero aunque no lo admitiré si me preguntan las tres películas ochonteras del personaje y su paseo entre las nubes con LL)…
Pasó el tiempo, y a mis doce o trece años, volví a los superhéroes con mallas y aunque me gustaban mucho más los atormentados personajes de la
Marvel que publicaba
Cómics Forum (me enganché definitivamente con Hank Pym y El juicio a Chaqueta Amarilla) en la editorial
Zinco publicaban también algunas series que estaban bastante bien como “
Batman: Año Uno” (bueno, Batman en general que uno siempre ha llevado eso de ser probatman con mucha honra), “
Watchmen”o “
La Cosa del Pantano”, o esa de “
La Crisis en las Tierras Infinitas” donde explicaban por fin todo el lío ese de los multiversos y de paso se cargaban al Superman vejete insoportable y a Supergirl (esto fue una lástima, porque mira que era maja la chica). En aquella época, también empecé a fijarme en los autores. Había una diferencia sustancial en un cómic –ya no los llamaba tebeos los llamaba cómics- guionizado por
Chris Claremont, John Byrne o Alan Moore que por otros guionistas, por no hablar de los dibujantes en los que las diferencias de calidad saltaban a la vista aunque me faltasen los conocimientos para explicarlas. Por eso, cuando Zinco empezó a publicar el “
Superman: Man of Steel” de
John Byrne decidí darle una nueva oportunidad a Superman a pesar de mi escepticismo adolescente… Y
John Byrne me reconcilió en parte con
Superman. Sí, el Superman poscrisis de Byrne resultaba coherente e interesante. Nada de perritos con capa ni chorradas semejantes. Este Superman tenía menos poderes pero sus poderes tenían una explicación más lógica, tenía unos secundarios menos planos y los villanos eran capaces de –si no ganarle que, en definitiva, estamos hablando de superhéroes- de ponerle en dificultades, encabezados por un nuevo
Lex Luthor que resultaba en sus conspiraciones mucho más interesante que el héroe de cabecera. Sus tramas resultaban más adultas y se centraban en los secundarios y su alter ego, el ñoño
Clark Kent.
Superman se normalizaba y humanizaba gracias a de John Byrne y sus historias se hacían legibles a mis ojos. Lástima que poco después Zinco quebrara y nos quedáramos durante años sin el Universo DC. (Sí, después he leído buenas historias de Superman como las guionizadas –como no- por
Alan Moore o la estupenda miniserie “
Las Cuatro Estaciones” pero la etapa de Byrne es la mejor).
Y, han pasado, los años y Superman volvió a editarse en España gracias a
Norma (de
Vid no hablo) y a
Planeta –en lo que es una demostración más que en los negocios vale todo… ¿quién me lo iba a decir cuándo leía esos tebeos de
John Byrne de Superman?- en la actualidad con bastante buena salud a juzgar por el material que está recuperándose en cuidadas ediciones
Pero, a pesar de todo, yo sigo odiando a Superman aunque por distintos motivos. Porque, a pesar que el tipo murió y se hizo de ello eco el mundo entero –salió en todos los telediarios que yo lo vi- todo fue un truco comercial y goza de estupenda salud a la vista del éxitoque obtuvo la película de
Bryan Singer (que, por cierto, me he negado a ver) y, aunque me dobla en edad por él no pasan los años mientras que yo hace tiempo dejé atrás mi adolescencia y aunque vivo otras aventuras más mundanas (actualizar este blog, por ejemplo) él no ha envejecido lo más mínimo mientras yo gano kilos de manera lenta e irremediable. Estoy seguro que le veré morir unas cuantas veces más, pero tengo asumido que me sobrevivirá merced a su condición de icono y un axioma irrebatible: Superman siempre gana.
Felicidades, Superman, que cumplas por lo menos setenta más y yo los vea.