Hoy tenemos por aquí un cómic con pedigrí. En concreto, el de haber sido galardonado con el I Premio Internacional de Historieta de Planeta que dada la dotación económica del premio no es moco de pavo y al que se presentaron gran cantidad de obras, lo que siempre despierta el recelo sobre si la ganadora era la mejor. Yo, como no fui miembro del Jurado, no lo sé pero, tras leer “Planeta Extra” no tengo dudas que estamos ante un buen cómic con suficientes méritos como para llevarse el gato al agua. Les cuento.
En un futuro cercano, la Tierra debido a la contaminación y el hacinamiento de población se ha vuelto un lugar difícil donde vivir y en el que –como no – los que tienen dinero y recursos suficientes se pagan el viaje de dos años para emigrar al paraíso de Luna Europa, la luna de Júpiter. A pesar de tan triste situación, Ernesto y, su cuñado, Toti, son felices trabajando como transportistas en su flamante camión volador rojo trasladando los bienes de los afortunados a las plataformas de despegue y disfrutando de la tranquila vida familiar. Sin embargo, la sencilla vida de Ernesto se empieza a torcer cuando su hijita le presente a su novio, un tipo que podría tener su edad, con el que le anuncia en medio de la comida que pretende marchar a Europa. Ernesto lo intentará todo para que la niña de sus ojos no se separe de la familia, incluso endeudarse hasta las cejas e implicarse en negocios un tanto turbios. Si quieren saber más, tendrán que leer el tebeo.
Diego Agrimbau, como ya demostrara en “El muertero Zabaleta”, es un guionista que domina los resortes de la ciencia ficción reivindicativa entroncada con la denuncia social y el género negro que enlaza directamente con grandes guionistas del cómic argentino como como Carlos Trillo o Carlos Sampayo. En esta ocasión, Agrimbau logra una equilibrada mezcla de costumbrismo cómico frente a la crudeza con que denuncia las injusticias sociales y ecológicas con el que ambienta el entono por el que transitan unos personajes bien caracterizados por Gabriel Ippóliti, un excelente dibujante formado en el mundo de la publicidad y cuyo estilo me recuerda al de Altuna, que crea un futuro bastante oscuro en el que la tecnología convive con electrodomésticos que ya eran antiguallas cuando éramos pequeños. Ippóliti logra recrea bastante bien la suciedad en el ambiente de una Tierra contaminada en la que conviven junto a personajes con una gran dosis de humanidad como Ernesto y su familia, tipos sin escrúpulos como Mandarina, o los sin hogar que aparecen en sus viñetas, recreando un universo muy coherente e hilvanado. Quizás el único pero que pueda ponerse al álbum sea cierta precipitación en su desenlace que permitiese dejar toda la historia aún más trabada.
En definitiva, estamos ante un Premio merecido y una lectura la mar de entretenida. Yo que ustedes no me la perdería. La edición de Planeta más que correcta.
En un futuro cercano, la Tierra debido a la contaminación y el hacinamiento de población se ha vuelto un lugar difícil donde vivir y en el que –como no – los que tienen dinero y recursos suficientes se pagan el viaje de dos años para emigrar al paraíso de Luna Europa, la luna de Júpiter. A pesar de tan triste situación, Ernesto y, su cuñado, Toti, son felices trabajando como transportistas en su flamante camión volador rojo trasladando los bienes de los afortunados a las plataformas de despegue y disfrutando de la tranquila vida familiar. Sin embargo, la sencilla vida de Ernesto se empieza a torcer cuando su hijita le presente a su novio, un tipo que podría tener su edad, con el que le anuncia en medio de la comida que pretende marchar a Europa. Ernesto lo intentará todo para que la niña de sus ojos no se separe de la familia, incluso endeudarse hasta las cejas e implicarse en negocios un tanto turbios. Si quieren saber más, tendrán que leer el tebeo.
Diego Agrimbau, como ya demostrara en “El muertero Zabaleta”, es un guionista que domina los resortes de la ciencia ficción reivindicativa entroncada con la denuncia social y el género negro que enlaza directamente con grandes guionistas del cómic argentino como como Carlos Trillo o Carlos Sampayo. En esta ocasión, Agrimbau logra una equilibrada mezcla de costumbrismo cómico frente a la crudeza con que denuncia las injusticias sociales y ecológicas con el que ambienta el entono por el que transitan unos personajes bien caracterizados por Gabriel Ippóliti, un excelente dibujante formado en el mundo de la publicidad y cuyo estilo me recuerda al de Altuna, que crea un futuro bastante oscuro en el que la tecnología convive con electrodomésticos que ya eran antiguallas cuando éramos pequeños. Ippóliti logra recrea bastante bien la suciedad en el ambiente de una Tierra contaminada en la que conviven junto a personajes con una gran dosis de humanidad como Ernesto y su familia, tipos sin escrúpulos como Mandarina, o los sin hogar que aparecen en sus viñetas, recreando un universo muy coherente e hilvanado. Quizás el único pero que pueda ponerse al álbum sea cierta precipitación en su desenlace que permitiese dejar toda la historia aún más trabada.
En definitiva, estamos ante un Premio merecido y una lectura la mar de entretenida. Yo que ustedes no me la perdería. La edición de Planeta más que correcta.