Los que conocéis el blog de antiguo ya sabéis que Christophe Blain es una de mis debilidades y es ver un nuevo trabajo del francés y apostar casi sobre seguro que me va a gustar. Sin embargo, con este álbum publicado por Astiberri a finales de 2011 tengo que reconocer que mi fe en las capacidades de Blain flaqueó y es que a mí lo de las artes culinarias me gusta más disfrutarlas (vaya, como los cómics, por otro lado) que elaborarlas. Así que, como no las tenía todas conmigo, me he dedicado a regalarlo porque parecía un tebeo idóneo para regalar y de paso sondear al personal. Primero, a un amigo que de cocina anda tan pez como yo pero que le gustan los cómics, en general y Blain, en particular; y, segundo a la señora -o señorita- que me aguanta, que aparte de dársele bien la cocina le gusta coleccionar libros sobre este tema (sí, en nuestro palacio somos coleccionistas compulsivos de las cosas más peregrinas). No os contaré si triunfé o no con los regalos pero lo que sí os voy a contar es que por mi impaciencia no esperé las opiniones de ambos y ya me he leído el cómic. Mi flaqueza carecía de fundamento…“En la colina con Alain Passard” certifica -si existía alguna duda- que Blain es uno de los mayores talentos actuales del cómic europeo, un mago capaz transformar el tema más insustancial en un cómic entretenido de nivel con mucho que degustar.
“En la cocina con Alain Passard”, nos narra sus experiencia y conversaciones a lo largo de tres años con el Alain Passard del título, un chef de gran prestigio en Francia, que abrió su cocina y restaurante a Blain para explicarle el secreto de sus recetas y su filosofía de la cocina como un arte en el que tanto cuenta el sabor de los platos como su presentación. Entre platos y fogones, Passard diserta ante un atónito Blain sobre los platos y las calidades de los ingredientes, los clientes y sus ayudantes, mientras elabora curiosos platos para el disfrute del dibujante.
Más allá de su temática, este es un cómic interesante porque resume bastante bien lo que ha sido la evolución de Blain en los últimos años y muestra el potencial del medio para acometer con más eficacia que otros a los que estamos más habituados cualquier temática. Escapando de la rigidez de los géneros, Blain acomete un álbum que es reportaje y crónica culinaria al tiempo que describe con agudeza la carismática personalidad de Passard a través de los distintos puntos de vista de personas/personajes (él mismo incluido) que conviven y trabajan con el cocinero.
Como decía, el álbum resume la evolución de Blain en estos últimos años hacia un dibujo más esquemático y directo que se centra en lo esencial y alejado cada vez más de unas temáticas de género que solo le han interesado como medio para colocar sus propias historias y personajes. Como en los últimos “Gus” y “Quay D’Orsay” organiza la historia en capítulos que cuentan pequeñas historias que encajan en un todo orgánico y se centra especialmente en el desarrollo de los personajes, prescindiendo de la viñeta tradicional y utilizando únicamente la blancura del papel como separación entre unos dibujos y otros, un recurso que en los lápices de cualquier otro menos dotado podría provocar confusión en el lector pero en los de Blain permite que la narración gane en fluidez y ritmo para que el lector se sienta como un asistente más de las lecciones magistrales de Passard.
“En la cocina con Alain Passard”, nos narra sus experiencia y conversaciones a lo largo de tres años con el Alain Passard del título, un chef de gran prestigio en Francia, que abrió su cocina y restaurante a Blain para explicarle el secreto de sus recetas y su filosofía de la cocina como un arte en el que tanto cuenta el sabor de los platos como su presentación. Entre platos y fogones, Passard diserta ante un atónito Blain sobre los platos y las calidades de los ingredientes, los clientes y sus ayudantes, mientras elabora curiosos platos para el disfrute del dibujante.
Más allá de su temática, este es un cómic interesante porque resume bastante bien lo que ha sido la evolución de Blain en los últimos años y muestra el potencial del medio para acometer con más eficacia que otros a los que estamos más habituados cualquier temática. Escapando de la rigidez de los géneros, Blain acomete un álbum que es reportaje y crónica culinaria al tiempo que describe con agudeza la carismática personalidad de Passard a través de los distintos puntos de vista de personas/personajes (él mismo incluido) que conviven y trabajan con el cocinero.
Como decía, el álbum resume la evolución de Blain en estos últimos años hacia un dibujo más esquemático y directo que se centra en lo esencial y alejado cada vez más de unas temáticas de género que solo le han interesado como medio para colocar sus propias historias y personajes. Como en los últimos “Gus” y “Quay D’Orsay” organiza la historia en capítulos que cuentan pequeñas historias que encajan en un todo orgánico y se centra especialmente en el desarrollo de los personajes, prescindiendo de la viñeta tradicional y utilizando únicamente la blancura del papel como separación entre unos dibujos y otros, un recurso que en los lápices de cualquier otro menos dotado podría provocar confusión en el lector pero en los de Blain permite que la narración gane en fluidez y ritmo para que el lector se sienta como un asistente más de las lecciones magistrales de Passard.
Para captar la agitación y bullicio de la cocina, Blain obvia unos fondos detallados y lo resuelve con unos cuantos trazos aparentemente descuidados situando aquí y allá siluetas esbozadas pero precisas que refuerzan la atención hacia los personajes que le interesan, usando para ello como un elemento narrativo, y no solo descriptivo, más el color o la forma de los bocadillos de diálogo. En ese sentido, el color solo aparece de un modo generalizado en los capítulos en los que explica sus experiencias en las granjas donde se siembran las verduras que usa Passard para sus platos que se desarrollan al aire libre o describir el mundo interior de Blain y las reacciones que le provocan los platos de Passard. Por otro lado, el autor caricaturiza al Blain personaje, convirtiéndose a sí mismo en una especie de sidekick chusco y ajeno al universo del chef dispuesto a maravillarse ante todo lo que rodea a su protagonista.
En definitiva, “En la cocina con Alain Passard” es más que un mero libro sobre un cocinero, es un diálogo abierto entre dos experiencias culturales tan ajenas como la cocina y el cómic que solo un autor del talento y la madurez que ha alcanzado Blain sería capaz de acometer con éxito. Al menos los admiradores del dibujante francés, deberían darle una oportunidad, aunque recomiendo para quién quiera probar algunas de las recetas intercaladas en el cómic dejar su lectura para el final. Es más divertido -¡¡¡y claro!!!- seguir las explicaciones de Blain.
En definitiva, “En la cocina con Alain Passard” es más que un mero libro sobre un cocinero, es un diálogo abierto entre dos experiencias culturales tan ajenas como la cocina y el cómic que solo un autor del talento y la madurez que ha alcanzado Blain sería capaz de acometer con éxito. Al menos los admiradores del dibujante francés, deberían darle una oportunidad, aunque recomiendo para quién quiera probar algunas de las recetas intercaladas en el cómic dejar su lectura para el final. Es más divertido -¡¡¡y claro!!!- seguir las explicaciones de Blain.