Tras probar suerte por otros mundos, uno de los guionistas más interesantes de la década pasada, Brian K. Vaughan, regresa al cómic con las pilas cargadas para ofrecernos una interesante incursión en la Ficción Hard a través de “Saga”, su nueva serie para Image de la que Planeta acaba de publicar un primer recopilatorio reuniendo los seis primeros números de la serie regular.
Alana y Marko son una extraña pareja procedentes de mundos diferentes que llevan generaciones enfrascados en una guerra que se ha extendido por toda la galaxia. Sin embargo, Alana y Marko lo único que quieren es ser felices criando a su pequeña recién nacida en algún lugar tranquilo. Mientras la pareja intenta escapar, en sus respectivos planetas de origen se ponen en marcha los mecanismos para detenerlos.
Brian K. Vaughan abandonó los cómics hace unos años buscando los pastos mejor pagados de la televisión cerrando “Ex Machina” abruptamente y dejándonos con la sensación que la historia planteada podría haber dado más de sí. Ahora regresa al cómic planteando una atractiva historia de ficción en la que no solo construye como ya hiciese en “Y, el último hombre” una original road movie sino que además introduce el atractivol tema de la paternidad y la crianza, influido al parecer por el reciente nacimiento de su hija.
Vaughan empieza la serie con muchas ganas con interesantes novedades en su estilo respecto a obras anteriores. Por un lado, la aparición de un narrador interpuesto – la hija de los protagonistas que desde el futuro cuenta su historia-; por otro, la inevitable desaparición de las constantes referencias culturetas en los diálogos de sus anteriores obras. En cambio, mantiene su habilidad para aportar un giro original y atractivo a tópicos de género una y mil veces explotados, subvirtiendo las convenciones en torno al género.
De este modo, más allá de la huida de los padres primerizos pertenecientes a razas diferentes – ella, perteneciente a una raza de humanoides alados con una sociedad avanzada tecnológicamente; él, a una raza de humanoides cornudos que luchan con espadas y magia- que no es especialmente original, ya que algo así vimos los mayorcitos en la televisiva “V” (serie respecto a la que Vaughan se permite su única referencia cultureta. Ains…) o planteó Garth Ennis en un atractivo arco de su “Hellblazer” hace ya unos años, lo que nos gana sobre todo de la historia de Vaughan, por lo menos a mí y a los que presumo vivan la paternidad intensamente todavía, es la veracidad con la que en ese marco tan distinto sus personajes reflejan sus miedos y anhelos en torno a su criatura, dejando como moraleja que la paternidad y sus consecuencias son universales en cualquier lugar del universo.
No yendo más allá de plantear en estos primeros números la base y el motor de la historia Vaughan, presenta una galería de atractivos secundarios que a su modo plantean las mismas cuestiones que los protagonistas más allá de sus pintorescas pintas y profesiones. Por lo escrito hasta el momento, se podría pensar que Vaughan se alinearía en un planteamiento de la Ficción intimista e introspectiva cercano al de un autor tan alejado como Frederick Peeters en obras como “Lupus” o “Aama”. Sin embargo, esto es cómic norteamericano y Vaughan busca atraer a un público lector más heterogéneo por lo que incorpora las consabidas dosis de acción y un imaginario de ficción que articula con muy pocas mimbres gracias en buena medida al excelente trabajo de Fiona Staples, la encargada del apartado gráfico
La Staples es una dibujante elegante y sutil que suma a su buena narración un estupendo acabado de las variadas localizaciones extraterrestres en la que se mueven los personajes y crea un universo propio visualmente muy atractivo en el que fácilmente pueden rastrearse múltiples referencias -desde Chaykin a Tolkien, de Moebius a Loisel- que al aficionado veterano le resultarán familiares aún manteniendo la dibujante su propia personalidad..
La buena (¿ciencia?) ficción que nos hace disfrutar es aquella que utiliza las imágenes y los tópicos para aportar una visión renovadora de nuestra aburrida y monótona realidad mediante poderosas metáforas que la cuestionan constantemente. Quizás sea algo pronto, pero “Saga” tiene todos los elementos para convertirse en ese tipo de ficción a poco que su autor mantenga la implicación que demuestra en estos primeros números. El tiempo y Vaugán nos dirán hasta donde puede llegar esta “Saga” pero sus inicios son realmente prometedores.