Segunda entrega de “Chew”, la distópica serie de Image protagonizada por policías con extraños poderes sazonada de humor negro, escatológicos guiños gastronómicos y acción, de la que Planeta ha publicado tres tomos siendo este el segundo que recoge los números seis a diez de la serie regular.
Tras el rastro de una extraña planta, el detective Chu junto a su irritable hermano viaja a una isla tropical de Yamapalu en la que no está prohibida todavía la cata de pollo y han montado una rica industria en torno al turismo para comer tan rica ave atrayendo de un modo u otro a los principales cocineros del mundo. Lo que Chu no sabe es que se está entrometiendo en una investigación internacional de una agencia paralela. Cuando la agente encubierta Lin Sae Woo es asesinada cuando iba a reunirse con Chu, el detective cibópata se convierte en el principal sospechoso. Chu tendrá que demostrar su inocencia y detener al misterioso vampiro que está sembrando el terror en el antaño pacífico paraíso culinario mientras su antiguo compañero de la policía John Colby, reasignado con un nuevo rostro biónico a la FDA, investiga la aparición de un cuerpo congelado con signos de mordeduras y se lo monta con...¿¡ Applebee!?.
Layman y Guillory montan una ecléctica, inclasificable y entretenida historia de intriga internacional en la que tiene cabida cualquier loca y exagerada idea que se les pase por la cabeza. A pesar del aparente descuido con que se despliega la trama ante el lector, Layman parece tener muy claro lo que busca y la historia funciona una vez que el lector acepta el todo vale propuesto por los autores, con lo que una vez avisado tras la primera entrega este segundo arco argumental se disfruta más comprobando como Layman va mostrando sus cartas y número a número nos sorprende con sus ocurrencias.
Sin desmerecer la curiosa trama orquestada por Layman hay que destacar el talento gráfico de Rob Guillory, talentoso dibujante con un estilo propio tributario del cartoon en principio poco propicio para una serie de intriga, pero que acaba funcionando a la perfección precisamente por tratarse de una serie poco convencional.
Tras el rastro de una extraña planta, el detective Chu junto a su irritable hermano viaja a una isla tropical de Yamapalu en la que no está prohibida todavía la cata de pollo y han montado una rica industria en torno al turismo para comer tan rica ave atrayendo de un modo u otro a los principales cocineros del mundo. Lo que Chu no sabe es que se está entrometiendo en una investigación internacional de una agencia paralela. Cuando la agente encubierta Lin Sae Woo es asesinada cuando iba a reunirse con Chu, el detective cibópata se convierte en el principal sospechoso. Chu tendrá que demostrar su inocencia y detener al misterioso vampiro que está sembrando el terror en el antaño pacífico paraíso culinario mientras su antiguo compañero de la policía John Colby, reasignado con un nuevo rostro biónico a la FDA, investiga la aparición de un cuerpo congelado con signos de mordeduras y se lo monta con...¿¡ Applebee!?.
Layman y Guillory montan una ecléctica, inclasificable y entretenida historia de intriga internacional en la que tiene cabida cualquier loca y exagerada idea que se les pase por la cabeza. A pesar del aparente descuido con que se despliega la trama ante el lector, Layman parece tener muy claro lo que busca y la historia funciona una vez que el lector acepta el todo vale propuesto por los autores, con lo que una vez avisado tras la primera entrega este segundo arco argumental se disfruta más comprobando como Layman va mostrando sus cartas y número a número nos sorprende con sus ocurrencias.
Sin desmerecer la curiosa trama orquestada por Layman hay que destacar el talento gráfico de Rob Guillory, talentoso dibujante con un estilo propio tributario del cartoon en principio poco propicio para una serie de intriga, pero que acaba funcionando a la perfección precisamente por tratarse de una serie poco convencional.
Guillory es un dibujante muy completo que desarrolla recursos narrativos muy interesantes y que, más allá de lo exagerado y caricaturesco de sus personajes, muestra un perfecto conocimiento de la figura humana que utiliza para el desarrollo de espectaculares escenas de lucha.
Si tenía dudas tras haber leído la primera entrega, con esta segunda “Chew” me ha convencido plenamente. Una de las series más interesantes y originales del panorama maisntream
Si tenía dudas tras haber leído la primera entrega, con esta segunda “Chew” me ha convencido plenamente. Una de las series más interesantes y originales del panorama maisntream