¿Cuántos relanzamientos ha
visto la serie del “Capitán América” desde que Ed Brubaker se ha hecho cargo de los guiones?
¿Dos?¿Tres? Sí, creo que tres pero lo mismo son cuatro…Resulta curioso de cómo
está el patio que hasta una etapa unánimemente alabada se haya visto tan
afectada por los intereses editoriales. El último, que no ha afectado –con buen
criterio- a la numeración del actual volumen que viene publicando Panini, tuvo como
excusa captar nuevos lectores que se enganchasen a un nuevo número uno
coincidiendo con el estreno de la película de “Capitán América”. Si esa fue la
estrategia, espero que la magia del número uno haya persistido intacta porque
ante la alucinógena historia que montó Brubaker en “American Dreamers”
–recogida en los números 14 a 17 de la edición española- los chavales no creo que
se hayan atrevido a probar con el anodino dos.
El Capitán América, Nick
Furia, Sharon Carter y Bum Bum Dugan acuden al funeral de la antigua novia del
Capitán América y tía –ahora que antes era hermana- de Sharon, Peggy Carter en París. En el
funeral son atacados por una nueva célula de Hydra liderada por Bravo, un
antiguo camarada al que dejaron tirado en un mundo alternativo en la II Guerra
Mundial cuando al chaval que hacía de portal le dejaron en coma. A lo largo de
los distintos números, el capi y sus colegas irán descubriendo los misterios
que encierra la vuelta de Bravo en una historia en la que también se las verán
con amenazas del calibre de Zemo o la nueva Hydra y el tamaño
del…¿Ameridroide?.
Ya podían tener los planes
de relanzamiento que tuviesen los jerifaltes marvelitas que Brubaker pasó
ampliamente del tema y para este relanzamiento concibió una historia que para
un neófito en el Capitán América le parecería chino si solo contaba con la
referencia de la película. Otra cosa que
cabría preguntarse a los esforzados que seguimos la serie desde más o menos
siempre es que se había fumado Brubaker cuando concibió esta historia en la que
mezcla un tema habitual de la serie –la del Capitán como un hombre prisionero
en una época que no es la suya- con un refrito blockbuster de “Little Nemo”
como es el personaje este de Jimmy Júpiter, rescatado del Olvido de la añeja
Golden Age por un guionista siempre dado a la arqueología.
Brubaker vuelve a repetir el
truco que le hizo famoso y que tantas alabanzas le ha proporcionado al
recuperar personajes marginales de la rica trayectoria del Capitán América. El
problema es que cada vez Brubaker tiene que hilar más fino y rebuscar hasta
encontrar personajes como Jimmy Júpiter o el Ameridroide que en esta época
volcada hacia un supuesto realismo que limita al personaje no acaban de encajar
bien. A pesar de ello, el arco se deja leer y deja abiertas interesantes
incógnitas en torno a la nueva Hydra, Zemo y Bravo que a Brubaker –o sus
sucesores- podrán darle juego en el futuro.
Buena culpa de la
irregularidad del arco se debe al
errático trabajo de un Steve McNiven que fue incapaz dada su lentitud de
terminar la historia completando la última entrega Giuseppe Camuncoli. Un McNiven
implicado era una buena opción para el relanzamiento y es cierto que le da un
aire renovador y moderno a la serie tras
el oficio y esforzado clasicismo de Butch Guice pero solo en contadas ocasiones es capaz
de conjugar espectacularidad con sentido narrativo, llegando a caer en ocasiones
en viñetas de lo más absurdas (en más de una ocasión parece que los personajes
están volando antes que saltando), aparte que el acabado no es todo lo
detallado que nos tenía acostumbrados en sus anteriores trabajos para Marvel
("Civil War" y "El viejo Logan") y se acerca más a la simplicidad de "Némesis". Lo
suyo es darle a este hombre su tiempo, confianza y una tila si se quiere que haga un trabajo a
la altura de su talento y no que ponga poco más que la firma.
En fin, “American Dreamers”
es un arco extraño que conjuga tantos aciertos como errores y en el que se
intuyen los síntomas que anunciaban el hartazgo de Brubaker. Su agotamiento
tras tantos años en la misma serie y los mismos personajes ya venía siendo
evidente desde tiempo antes. Para redondear la experiencia alucinógena
recomiendo leerlo escuchando “American Pie” en versión Ska.