Norma Editorial acaba de publicar en una correcta edición integral los cuatro álbumes que componen la serie “Los Borgia” que ya había editado previamente por separado, como ya hiciera previamente con otras series como “Bouncer”. No voy a criticar yo estas ediciones que ofrecen a un precio más económico pero a un tamaño algo más reducido tebeos más que interesantes siempre y cuando la editorial mantenga en el mercado las dos ediciones, aun cuando reconozca que para los fieles compradores habituales de BD que siguen las colecciones álbum a álbum poca gracia les habrá hecho ver este material de nuevo publicado tan pronto.
En “Los Borgia” se unen quizás a dos de los autores más excesivos, geniales y obsesivos del panorama del cómic europeo, el chileno Alejandro Jodorowsky y el italiano Milo Manara, en un proyecto ideal para sus personalidades, el auge y decadencia de la familia Borgia, la influyente dinastía de papas y militares que dominaron la explosiva Italia renacentista de los siglos XV y XVI.
Jodorowsky aprovecha la leyenda negra en torno a los hechos históricos protagonizados por los Borgia para dar rienda suelta a sus excesos histriónicos encontrando en Milo Manara la caja de resonancia ideal, exigiendo del italiano un plus de esfuerzo mayor al que nos venía acostumbrando otros trabajos. Uno se imagina a ambos pasándoselo pipa imaginando secuencias a cuál más bestia, protagonizadas por los Rodrigo, César o Lucrecia y dejando que los hechos históricos sirvan únicamente de hilazón para concatenar unas secuencias con otras sin profundizar demasiado en la personalidad de los personajes que aparecen en la historia. Con todo, y si se acepta el juego en los términos de los autores, “Los Borgia” es una serie muy entretenida en la que un soberbio Manara aprovecha el oficio de un teatral Jodorowsky para dar lo mejor de sí dotando de unos extraordinarios fondos medievales y renacentistas a sus magistrales fantasías eroticas.
En fin, “Los Borgia” es una gamberrada frívola un poco pasada de moda, tan talentosa como divertida, más propia de la década de los ochenta que del siglo XXI en la que se sacrifica el rigor histórico en pos al fantaseo histórico y consiguiendo un difícil equilibrio entre dos artistas tan egocéntricos como brillantes. Eso sí, si algún profesor se lo quiere recomendar a algún adolescente historia no sé si aprenderá pero seguro que quedará más que satisfecho.