Ya glosé por aquí hará cosa de un año las bondades de la primera
entrega de “Saga”, la última obra del casi siempre interesante Brian K. Vaughan
y la exquisita dibujante Fiona Staples. Leída la segunda entrega publicada por
Planeta que recoge los números 7 a 12 de la serie regular de Image casi podría reiterar
punto por punto lo expuesto entonces, pero además creo que este segundo capítulo
introduce y refuerza algunos elementos que no estaría de más resaltar.
En estos números, Alana y
Marko prosiguen su huida en busca de un lugar donde criar a su pequeña hija en
paz. Sin embargo, la aparición de los abuelos paternos en la nave en la que
escapan provocará una nueva fuente de tensiones al hacer desaparecer a Izabel,
la extrovertida nanny fantasma que les acompaña. Mientras Marko y su madre se
trasladan a un inhóspito planetoide para rescatarla, Alana estrechará
relaciones con su suegro Barr quién le hará sorprendentes revelaciones. Además,
los perseguidores encargados de acabar con tan especial familia estrechan el
círculo en torno a ellos.
Vaughan sigue desarrollando
con mano firme la historia, consiguiendo la difícil tarea en un género tan
trillado como el Fantástico de desarrollar una obra atractiva a un amplio abanico
de lectores. Vaughan explora bajo la apariencia aventurera de la historia de
una manera sutil, inteligente y sensible conceptos tan peliagudos y
aparentemente ajenos a las Odiseas Espaciales como el Amor y los sacrificios
que este ocasiona, siendo estas ideas el motor sobre el que se asientan las
conductas de la cada vez más amplia galería de personajes que van apareciendo
en la historia y desarrollándola en diversas subtramas interconectadas.
Otro de los atractivos de la
serie es la calculada ambigüedad con la que Vaughan ha construido a sus
personajes y el escenario por el que se mueven, más propios de un cuento de
hadas o la mitología clásica que de los
estereotipos de las Odiseas Espaciales. Vaughan aprovecha de esta
tergiversación y las referencias clásicas que impregnan todo el cómic para aportar
una patina de originalidad y enriquecer el conjunto aprovechando la introducción de un narrador interpuesto para reforzar esas raíces con los
cuentos de hadas y la tradición del folklore que exige una continuada
llamada de atención al lector así como las continuas alusiones de los
personajes que rompen la cuarta pared una y otra vez exigiendo su participación
en la historia. Y es que "Saga" no es solo interesante por lo que cuenta, sino incluso más, por cómo se narra y construye la historia.
En el aspecto gráfico, Staples realiza un trabajo espléndido con una iconografía propia y personal que
está más cercana a los montajes operísticos o teatrales que a los cánones
científicos de la Ciencia Ficción. La dibujante aúna una narración sutil y
aparentemente sencilla, pero plena de inteligentes
recursos al servicio de la historia, con la elegante expresividad de sus
personajes que consigue que, al menos los protagonistas, resulten cercanos y
entrañables al lector.
En fin, si “Saga” prosigue
por estos derroteros presumo que estamos ante la obra de madurez de Brian K.
Vaughan, al menos en la que se muestra más sobrio y tranquilo, y menos ansiosos
que en sus anteriores series por demostrarnos constantemente su cultura,
sensibilidad e inteligencia. Vaughan parece haber descubierto junto a la
paternidad que esas cualidades lucen más si resultan menos evidentes y se ponen
al servicio de la historia y, de momento, el resultado es esta estupenda fábula
sobre el amor que debería leer todo el mundo. Ojalá no se tuerza en las
siguientes entregas porque estamos ante uno de los tebeos indispensables del
momento.