Astiberri publicó hace nada
la esperada tercera entrega del “Aama” del suizo Frederik Peeters, la que
probablemente sea la serie de Ciencia
Ficción más atractiva de los últimos tiempos con el permiso de “Saga” y “Prophet”.
Un álbum excelente que, sin embargo, en esta
nueva entrega subtitulada “El desierto de los espejos” por momentos sufre de la
decisión de Peeters de convertir la trilogía que tenía inicialmente planificada
en una tetralogía. Os cuento
En esta nueva
entrega la expedición científica inicial se ve reducida a Verloc, su hermano Conrad, el robótico Winston,
el profesor Rajeev y la pequeña y misteriosa Lilja, y continuan explorando el
exuberante mundo de Olan(ji) convertido por la acción de Aama en un inhóspito y
hóstil vergel en el que nuevas y extrañas formas de vida se desarrollan. Al
final de su camino, Verloc acabará recuperando su memoria y empezará a descubrir
algunos de los misterios que encierra la enigmática sustancia y el sentido de su presencia en ese mundo.
Peeters sigue desarrollando
con mimo esta peculiar trama de Ciencia Ficción en la que reformula una trama
clásica desde los tiempos de “Planeta Prohibido” para aportar su original interpretación que
bebe directamente de la Ciencia Ficción racional y filosófica del polaco
Stanislav Lem, en general, y la que es su obra más conocida, la excelente y
recomendable “Solaris”, en particular.
Peeters está desarrollando
una sutil trama en la que desordena la temporalidad para sacar el máximo partido al desmemoriado
protagonista y en esta tercera entrega rellena buena parte de los huecos que
quedaban vacíos en su memoria al tiempo que plantea algunos nuevos
previos a la conclusión de la historia sin obviar, en este entorno de Ciencia
Ficción, el estudio de las relaciones personales que tanto le obsesionan profundizando en la relación de Verloc con sus familares.
A nivel gráfico, Peeters
hace un despliegue espectacular de talento para transmitir al lector la
confusión propia del protagonista incorporando transiciones tan sutiles que
resulta complicado establecer en que momento de la historia nos encontramos exactamente y se embriaga desatando su imaginación para recrear la exuberancia
de los nuevos ecosistemas de Olan(ji) y la fauna y flora que lo pueblan. Quizás
en ciertos momentos, el único defecto que se le puede poner a Peeters en este
álbum es que cae en el ensimismamiento en la composición de algunas viñetas
mudas y que las secuencias de “acción” resultan un tanto confusas, aunque tampoco me extrañaría que ese efecto sea conscientemente buscado por el autor. Por otro lado, el tratamiento del color explota sacando Peeters el máximo partido del mismo en este álbum.
En fin, más allá de esos
pequeños detalles, la tercera entrega de “Aama” mantiene las cotas de calidad e
interés ofrecidas en sus anteriores entregas y deja todo preparado para que
Peeters nos deje con la boca abierta con la conclusión de la historia.
Esperemos que así sea.