Hoy he desempolvado de mi
colección de Batman de Zinco los números en los que se publicó la corta etapa del exquisito dibujante
británico Alan Davis en la serie de “Detective Comics” a mediados de los
ochenta y que ECC Ediciones acaba de reeditar en un apañado volumen. A pesar
que llevaba bastantes años sin releerlos, me han vuelto a enganchar como hace
tantos años gracias no solo al trabajo del por aquel entonces joven Davis sino
sobre todo por las sencillas y amenas tramas ideadas por el siempre efectivo y
generalmente poco valorado Mike W. Barr.
En estos números que van del
569 al 574, Barr construye unas tramas detectivescas más tributarias del pop
inocentón de la serie televisiva
protagonizada por Adam West que del oscurantismo justiciero que
impondría Frank Miller. De este modo, Barr construye un conjunto de historias
frenéticas en la que el dúo dinámico formado por Batman y el segundo Robin,
Jason Todd se enfrentan a algunos de sus enemigos clásicos como el Joker, el
Espantapájaros y el Sombrerero Loco.
La versión de Barr de Batman
es bastante amable y humana, mostrando a un superhéroe que resuelve sus casos
tanto con los puños como con la inteligencia, constantemente preocupado por la
educación de Todd y que incluso se permite más de un guiño humorístico y
sentimental. Especialmente curiosa resulta la historia correspondiente al
número 572 en la que se celebraba el 50 aniversario de la publicación y en la
que Barr monta una historia en la que aparecen algunos de los principales
personajes que fueron protagonistas de la cabecera aparte de Batman,
apareciendo en ella el Hombre Elástico, el detective Slam Bradley o el
mismísimo Sherlock Holmes.
En el aspecto gráfico, nos
encontramos con un Alan Davis al inicio de su aventura norteamericana y antes
de su salto en la fama tras su irrupción en Marvel bien secundado como
entintador por Paul Neary. Davis, que ya conocía perfectamente la idiosincrasia
del personaje al haber dibujado previamente la serie de “Batman y los
Outsiders”, se compenetra perfectamente con el estilo de historia detectivesca
y naif planteado por Barr, consiguiendo aportarle un tono eisneriano -más allá que la referencia más evidente en su Batman sea quizás la de Gil Kane- que se referencia
directamente en “The Spirit”. Es cierto que quizás no sea uno de los
trabajo más personales de Davis pero el dibujante cumple con efectividad y
elegancia (porque este hombre no sabe dibujar feo) e incluso en el último
número se suelta para desplegar todo su talento gráfico en una historia, marcada
por los flashbacks, en la que rompe con el encorsetamiento típico en los cómics
de la época y se acerca a los planteamientos estilísticos de otro de sus grandes modelos, Neal Adams.
El tomo publicado por ECC
Ediciones no incluye todo el material realizado por Davis para Batman ya que no
incluye la estupenda historia de “Batman: Año Dos” de la que Davis dibujase el
primer capítulo y acabase otro pipiolo
llamado Todd McFarlane, pero es de suponer que ECC la reeditará en breve. Con
todo, este tomo incluye un excelente material, que marcó a los que lo leímos en su
momento y que hará las delicias de todos los seguidores de ese maravilloso
dibujante llamado Alan Davis.