En este segundo ciclo, la acción abandona el planeta Aldebarán y se traslada a un nuevo mundo en el sistema solar de la estrella Beltegeuse, donde la raza humana se está planteando un nuevo proyecto colonizador para lo que envió una expedición con la que se ha perdido el contacto. Para averiguar qué ha ocurrido con esa primera nave y averiguar la viabilidad de colonización del Planeta, desde Aldebarán se decide mandar una nueva expedición. Cuando esta llega al nuevo planeta, sus miembros se ven abandonados a abandonar su nave y acaban en la superficie del planeta. ¿Descubrirán los miembros de la nueva expedición que ha pasado con la anterior? ¿Sobrevivirán a ese nuevo y misterioso mundo? ¿Se acabará colonizando Beltegeuse? Tendrán que leer la historia para averiguarlo.
Leo se muestra como un autor ambicioso y quizás más asentado que en el primer ciclo de su obra con un guión en el que no quiere dejar tema por tocar en una historia que es una bella apología del ecologismo sostenible y el respeto a la diversidad resultando fascinante no tanto como fabulador, ya que muchas de las ideas sobre las que se sustenta esta obra no son nuevas dentro del género, como un correcto y coherente creador de mundos imaginarios, diversos e interesantes. Ese es el punto fuerte de una obra que no acaba de parecerme redonda debido a la incapacidad del autor de ofrecer un tratamiento de los personajes en profundidad resultando, en mi opinión, excesivamente planos y sus diálogos poco creíbles aunque se note cierta mejoría en este sentido respecto a la primera entrega. En el aspecto gráfico, pasa tres cuartas partes de lo mismo. Léo se muestra como un narrador correcto aunque su narración no resulte del todo fluida y en muchos casos abuse de los diálogos entre los personajes (en ocasiones, debido a la necesidad de aclarar, mediante este recurso, detalles de la trama pero en otras tanto diálogo resulta redundante y demuestra cierta inseguridad de Léo como narrador). Por otro lado, aunque muestra una enorme capacidad para dibujar todo tipo de animales imaginarios y naves espaciales, sus figuras humanas resultan un tanto hieráticas, rígidas e inexpresivas, lo que se hace especialmente patente en las expresiones de los rostros de los personajes que son excesivamente parecidas todas. Esa inexpresividad de los personajes transmite frialdad que se ve quizás potenciada por un uso de una paleta de color de ordenador excesivamente plana.
La relación calidad-precio de la edición de Planeta es bastante buena ofreciendo en un único volumen los cinco álbumes que componen el segundo ciclo de una serie amable que entretiene y resulta agradable aunque esté lejos de convertirse en una referencia dentro del género. Queda por publicar el tercer ciclo de la serie, “Antares”, en el que está trabajando el autor en estos momentos y que va por su segundo álbum en Francia. ¿Cuándo lo verán nuestros ojos? Pues probablemente dentro de unos añitos.
Otras obras de Leo en El lector impaciente:
-“Aldebarán”.