Leída “Los Pecadores”, la última miniserie publicada por Panini de “Criminal” la serie en la que de Ed Brubaker y Sean Phillips repasan el abecé del género negro en su vertiente más oscura, las historias protagonizadas por criminales que en el fondo no son más que tipos confundidos que un día tomaron la decisión equivocada, me he llevado una decepción bastante grande. Sí, es un tebeo correcto matatiempo pero supone un bajón importante de calidad respecto a anteriores entregas en una historia apresurada y previsible. Os cuento.
En esta nueva entrega, recuperamos un año después el hilo de las aventuras –más bien desventuras- de Tracy Lawless, un duro desertor del ejército metido a matón a sueldo en la segunda miniserie. A Lawless, a pesar suyo, se le acumulan los problemas ya que aparte de las dudas morales que le ocasiona su poco honrado trabajo a las órdenes del capo Hyde debe bregar con la incómoda situación de haberse liado con la mujer de su jefe y la persecución de un agente especial del ejército que le sigue los pasos para hacerle volver al frente a matar iraquíes (o lo que se tercie). Sin embargo, cuando un misterioso justiciero empieza a cargarse a buena parte del hampa local sin dejar rastro, Hyde le encargará que investigue las muertes en una aventura que puede convertirse en la solución a sus problemas o su sentencia de muerte.
Ed Brubaker y Sean Phillips no se apartan de la fórmula que han pergeñado para la serie con una fidelidad en su tratamiento que acaba convirtiendo sus tramas para los que la siguen desde hace tiempo en una lectura tópica y previsible. No digo que el lector ocasional de “Criminal” no disfrute de esta aventura que se ajusta perfectamente a los cánones del género pero a estas alturas yo esperaba una propuesta algo más original e imaginativa. Sin embargo, la crisis de ideas que sufre Brubaker – no es de esta serie que le está pasando en todas- le está empezando a pasar factura y despacha las tramas últimamente sin preocuparse demasiado en disimular que repite situaciones que ya ha desarrollado en historias previas. Y es que, en concreto, a mí el Lawless de esta aventura me recuerda demasiado al Holden Carver de “Sleeper” e incluso al protagonista de “Incógnito” (por no irnos hasta el Marv del “Sin City” de Miller), personajes fatalistas de doble moral presos de su circunstancia con los que Brubaker vuelve a contar la misma historia una y otra vez cambiando un detalle de aquí o de allá. Ni siquiera la posible sorpresa de la identidad del ejecutor ni las relaciones de Lawless están bien resueltas ya que el autoimpuesto formato de miniserie de seis números conlleva que la relación entre los personajes muchas veces resulte esbozada meramente cuando no forzada y algo confusa. Por otro lado, Phillips vuelve a mostrar su dibujo expresionista, eficaz y sombrío tan adecuado para un cómic noir pero, tal y como ocurre con su cómplice habitual, Brubaker, uno tiene la sensación de “ya visto” respecto a otras obras que amarga la lectura.
Quizás lo más positivo a estas alturas para el seguidor fiel de la serie más allá de los altíbajos de la miniserie sea comprobar el modo en que Brubaker y Phillips intentan dar coherencia a su universo criminal cruzando personajes que aparecen y desaparecen de un arco argumental a otro en un intento de dar cohesión al conjunto y quizás -ojalá-preparando los mimbres para una gran historia en la que todos tengan un papel destacable y no meros cameos.
En esta nueva entrega, recuperamos un año después el hilo de las aventuras –más bien desventuras- de Tracy Lawless, un duro desertor del ejército metido a matón a sueldo en la segunda miniserie. A Lawless, a pesar suyo, se le acumulan los problemas ya que aparte de las dudas morales que le ocasiona su poco honrado trabajo a las órdenes del capo Hyde debe bregar con la incómoda situación de haberse liado con la mujer de su jefe y la persecución de un agente especial del ejército que le sigue los pasos para hacerle volver al frente a matar iraquíes (o lo que se tercie). Sin embargo, cuando un misterioso justiciero empieza a cargarse a buena parte del hampa local sin dejar rastro, Hyde le encargará que investigue las muertes en una aventura que puede convertirse en la solución a sus problemas o su sentencia de muerte.
Ed Brubaker y Sean Phillips no se apartan de la fórmula que han pergeñado para la serie con una fidelidad en su tratamiento que acaba convirtiendo sus tramas para los que la siguen desde hace tiempo en una lectura tópica y previsible. No digo que el lector ocasional de “Criminal” no disfrute de esta aventura que se ajusta perfectamente a los cánones del género pero a estas alturas yo esperaba una propuesta algo más original e imaginativa. Sin embargo, la crisis de ideas que sufre Brubaker – no es de esta serie que le está pasando en todas- le está empezando a pasar factura y despacha las tramas últimamente sin preocuparse demasiado en disimular que repite situaciones que ya ha desarrollado en historias previas. Y es que, en concreto, a mí el Lawless de esta aventura me recuerda demasiado al Holden Carver de “Sleeper” e incluso al protagonista de “Incógnito” (por no irnos hasta el Marv del “Sin City” de Miller), personajes fatalistas de doble moral presos de su circunstancia con los que Brubaker vuelve a contar la misma historia una y otra vez cambiando un detalle de aquí o de allá. Ni siquiera la posible sorpresa de la identidad del ejecutor ni las relaciones de Lawless están bien resueltas ya que el autoimpuesto formato de miniserie de seis números conlleva que la relación entre los personajes muchas veces resulte esbozada meramente cuando no forzada y algo confusa. Por otro lado, Phillips vuelve a mostrar su dibujo expresionista, eficaz y sombrío tan adecuado para un cómic noir pero, tal y como ocurre con su cómplice habitual, Brubaker, uno tiene la sensación de “ya visto” respecto a otras obras que amarga la lectura.
Quizás lo más positivo a estas alturas para el seguidor fiel de la serie más allá de los altíbajos de la miniserie sea comprobar el modo en que Brubaker y Phillips intentan dar coherencia a su universo criminal cruzando personajes que aparecen y desaparecen de un arco argumental a otro en un intento de dar cohesión al conjunto y quizás -ojalá-preparando los mimbres para una gran historia en la que todos tengan un papel destacable y no meros cameos.
En definitiva, no hay peor pecador en el mundo del cómic que el autor que no evoluciona y se limita a repetir una y otra vez las mismas convenciones sin aportar frescura ni originalidad a las tramas para decepción de los aficionados. Que Bru y Phillips recen tres padrenuestros y un avemaría por este borrón antes de embarcarse en una nueva historia que esta vez sí –esperemos- sea más original.
Completa el volumen un interesante artículo sobre los orígenes del noir y las revistas pulp que resulta casi más interesante que la historia principal.
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