Inicio con esta entrada un repaso del canon sherlocksiano y, por extensión, de la obra de Arthur Conan Doyle, uno de mis escritores preferidos, siguiendo la edición incompleta comentada por Juan Antonio Molina Foix que la Editorial Valdemar publicó hace ya unos años.
“Estudio en Escarlata”, la primera novela que Conan Doyle publicó sobre el inmortal habitante del 221 de Baker Street, es probablemente la más floja de las cuatro novelas largas que el autor publicó sobre el personaje pero al ser la primera resulta indispensable para adentrarse en el universo sherlocksiano al incorporarse en ella todos los elementos característicos del detective que se irían desarrollando en las siguientes entregas.
“Estudio en escarlata” narra el primer encuentro entre un convaleciente Watson, licenciado como médico militar tras su servicio en la campaña de Afganistán, y Sherlock cuando por mediación de un amigo común deciden compartir el alquiler de una vivienda. A Watson le va seduciendo la personalidad de su excéntrico compañero de casa, sobre todo cuando este le explica su teoría deductiva y va averiguando como se gana la vida como detective al solucionar un complicado caso de asesinato relacionado con la aparición de un hombre muerto en una casa abandonada junto a una pared en la que aparece escrita con sangre la palabra “rache” (venganza, en alemán).
En “Estudio en escarlata”, Conan Doyle da los primeros pasos hacia la inmortalidad sin ser demasiado consciente de ello. Conan Doyle era un médico de poco éxito que languidecía en su consulta de oftalmología. El autor decidió entonces escribir una novela sobre un trasunto de los héroes de folletín que triunfaban por aquel entonces y que él despreciaba como Lupin o Lecoq, incorporando las características que a él le parecían que les faltaban a esos antecedentes. Conan Doyle, escribió la novela escasamente convencido de su éxito e introdujo una larga elipsis en su segunda parte que poca relación tenía con los hechos narrados hasta el momento, situada veinte años antes en Utah en un relato del Oeste al gusto de la época que servía de explicación a los asesinatos pero sin cohesión con el resto de la trama y sin que Sherlock o Watson aparezcan por ningún lado, con lo que “Estudio en escarlata” realmente es un “dos en uno” de lo más curioso, dos relatos independientes con algunos personajes en común. La trama detectivesca está bien hilvanada pero artificialmente alargada con la segunda parte que alarga en exceso una novela que como relato hubiera funcionado mejor. A pesar que Conan Doyle vio como esa primera novela fue rechazada por varias editoriales, finalmente fue publicada por la editorial Lock&Co en 1888 y el resto, como ya saben, es historia.
Otras novelas con Sherlock Holmes como protagonista en El lector impaciente aquí y aquí.
“Estudio en Escarlata”, la primera novela que Conan Doyle publicó sobre el inmortal habitante del 221 de Baker Street, es probablemente la más floja de las cuatro novelas largas que el autor publicó sobre el personaje pero al ser la primera resulta indispensable para adentrarse en el universo sherlocksiano al incorporarse en ella todos los elementos característicos del detective que se irían desarrollando en las siguientes entregas.
“Estudio en escarlata” narra el primer encuentro entre un convaleciente Watson, licenciado como médico militar tras su servicio en la campaña de Afganistán, y Sherlock cuando por mediación de un amigo común deciden compartir el alquiler de una vivienda. A Watson le va seduciendo la personalidad de su excéntrico compañero de casa, sobre todo cuando este le explica su teoría deductiva y va averiguando como se gana la vida como detective al solucionar un complicado caso de asesinato relacionado con la aparición de un hombre muerto en una casa abandonada junto a una pared en la que aparece escrita con sangre la palabra “rache” (venganza, en alemán).
En “Estudio en escarlata”, Conan Doyle da los primeros pasos hacia la inmortalidad sin ser demasiado consciente de ello. Conan Doyle era un médico de poco éxito que languidecía en su consulta de oftalmología. El autor decidió entonces escribir una novela sobre un trasunto de los héroes de folletín que triunfaban por aquel entonces y que él despreciaba como Lupin o Lecoq, incorporando las características que a él le parecían que les faltaban a esos antecedentes. Conan Doyle, escribió la novela escasamente convencido de su éxito e introdujo una larga elipsis en su segunda parte que poca relación tenía con los hechos narrados hasta el momento, situada veinte años antes en Utah en un relato del Oeste al gusto de la época que servía de explicación a los asesinatos pero sin cohesión con el resto de la trama y sin que Sherlock o Watson aparezcan por ningún lado, con lo que “Estudio en escarlata” realmente es un “dos en uno” de lo más curioso, dos relatos independientes con algunos personajes en común. La trama detectivesca está bien hilvanada pero artificialmente alargada con la segunda parte que alarga en exceso una novela que como relato hubiera funcionado mejor. A pesar que Conan Doyle vio como esa primera novela fue rechazada por varias editoriales, finalmente fue publicada por la editorial Lock&Co en 1888 y el resto, como ya saben, es historia.
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