Con muchas ganas y curiosidad esperaba yo la nueva obra de Paco Roca tras el impacto que supuso “Arrugas”, la multipremiada obra con la que alcanzó los parabienes de público y crítica. Ganas por volver a recuperar en una nueva obra su narrativa sencilla, elegante y sutil, y curiosidad, por ver si Roca era capaz de rizar el rizo y ofrecernos una obra de tanta calidad como su predecesora.
Bien, ya les adelanto a los que lo esperan, que no estamos ante un “Arrugas 2”, pero sí ante una obra bastante honrada y digna en su coherencia con la trayectoria del autor, con la que Roca salva el accidente que supuso para su carrera el realizar una obra tan redonda como fue “Arrugas” y da quizás la dimensión real del autor y de sus preocupaciones
Un tipo anónimo llega tarde a una cita con su novia para firmar la hipoteca de su casa porque se ha dejado los cuartos en una figura a tamaño natural de Corto Maltes. Para atajar, el despistado aferrado a su tótem se adentra en el Barrio Viejo donde siempre se pierde, sin embargo, en esta ocasión, su despiste y las revueltas del barrio le lleva a un barrio completamente inesperado del que no puede salir, habitado por una pléyade de curiosos personajes. ¿Podrá escapar de las calles de arena o será uno más de sus asombrosos habitantes? Tendrán que leer el cómic para enterarse.
“Las calles de Arena” es un cómic referencial lleno de prestamos de grandes literatos que supieron en sus obras entremezclar con acierto realidad y fantasía, que muy bien desgrana Juan Manuel Díaz de Guereñu en el prólogo de la obra. Autores que van desde Borges o Cortazar a Garcia Márquez, pasando por Kafka, Poe o Melville, y que Roca repasa a través de la galería de personajes que habitan las calles de arena – un reconocido homenaje al maravilloso cuento de Borges- en el que se desarrolla la historia.
En esta obra, nos encontramos a un Roca más cercano, aparentemente, en temática a “El faro” que a “Arrugas”, un autor, sin embargo, mucho más maduro que en aquella obra que encuentra soluciones muy sencillas para narrar una historia con un mensaje mucho más sutil y personal que el universal miedo al envejecimiento de la segunda.
La historia de “Las calles de arena” resulta agradable y se lee con interés, disfrutando de las múltiples referencias de Roca, mientras el protagonista sin nombre, deambula por el barrio de Arena y la torre en la que habita, conociendo a sus habitantes y los miedos que les impiden escapar de la prisión que ellos mismos se han forjado en la mejor tradición de Kafka, personajes con los que el autor va dando a conocer cuan si de una nueva “Alicia en el país de las maravillas" se tratara en una obra sin grandes pretensiones formales, que encuentra en la evocación simbólica su máximo atractivo.
El Paco Roca de “Las calles de arena” se muestra mucho más sólido y hábil a la hora de resolver la historia que el Paco Roca de “El Faro”, obra mucho más endeble pero de similar temática, prescindiendo por momentos del diálogo y dejando que todo el peso de la narración recaiga en el dibujo mediante un juego de secuencias mudas bello y evocador que encuentra su colofón en la viñeta final que sella el destino del hombre sin nombre, en un hábil requiebro con el que rompe la coherencia de la conducta del protagonista hasta ese momento, pero que refuerza la idea que sobrevuela todo el tebeo, la retirada a los mundos propios frente a las crudas exigencias de la realidad. Un mensaje evasivo que no comparto pero que impregna toda la obra de Roca, incluida “Arrugas”.
En definitiva, una obra con la que Roca continua mostrando su evolución como narrador y cimenta su personalísimo y evocador universo personal pero que no puede ni debe compararse con “Arrugas”. En cuanto a la edición, resulta sorprendente y alarmante la pésima elección del papel por parte de Astiberri, similar al de “RG”, que estropea la cuidada ambientación con la que el autor pretendía caracterizar a los distintos personajes, comiéndose los colores y llegando por momentos a dificultar la lectura. Un gran fallo por parte de una editorial que suele ofrecer ediciones muy cuidadas, y que se ve agravado por su reiteración.
Otras obras de Paco Roca comentadas en El lector impaciente:
-“El faro”.
-“Arrugas”.
Bien, ya les adelanto a los que lo esperan, que no estamos ante un “Arrugas 2”, pero sí ante una obra bastante honrada y digna en su coherencia con la trayectoria del autor, con la que Roca salva el accidente que supuso para su carrera el realizar una obra tan redonda como fue “Arrugas” y da quizás la dimensión real del autor y de sus preocupaciones
Un tipo anónimo llega tarde a una cita con su novia para firmar la hipoteca de su casa porque se ha dejado los cuartos en una figura a tamaño natural de Corto Maltes. Para atajar, el despistado aferrado a su tótem se adentra en el Barrio Viejo donde siempre se pierde, sin embargo, en esta ocasión, su despiste y las revueltas del barrio le lleva a un barrio completamente inesperado del que no puede salir, habitado por una pléyade de curiosos personajes. ¿Podrá escapar de las calles de arena o será uno más de sus asombrosos habitantes? Tendrán que leer el cómic para enterarse.
“Las calles de Arena” es un cómic referencial lleno de prestamos de grandes literatos que supieron en sus obras entremezclar con acierto realidad y fantasía, que muy bien desgrana Juan Manuel Díaz de Guereñu en el prólogo de la obra. Autores que van desde Borges o Cortazar a Garcia Márquez, pasando por Kafka, Poe o Melville, y que Roca repasa a través de la galería de personajes que habitan las calles de arena – un reconocido homenaje al maravilloso cuento de Borges- en el que se desarrolla la historia.
En esta obra, nos encontramos a un Roca más cercano, aparentemente, en temática a “El faro” que a “Arrugas”, un autor, sin embargo, mucho más maduro que en aquella obra que encuentra soluciones muy sencillas para narrar una historia con un mensaje mucho más sutil y personal que el universal miedo al envejecimiento de la segunda.
La historia de “Las calles de arena” resulta agradable y se lee con interés, disfrutando de las múltiples referencias de Roca, mientras el protagonista sin nombre, deambula por el barrio de Arena y la torre en la que habita, conociendo a sus habitantes y los miedos que les impiden escapar de la prisión que ellos mismos se han forjado en la mejor tradición de Kafka, personajes con los que el autor va dando a conocer cuan si de una nueva “Alicia en el país de las maravillas" se tratara en una obra sin grandes pretensiones formales, que encuentra en la evocación simbólica su máximo atractivo.
El Paco Roca de “Las calles de arena” se muestra mucho más sólido y hábil a la hora de resolver la historia que el Paco Roca de “El Faro”, obra mucho más endeble pero de similar temática, prescindiendo por momentos del diálogo y dejando que todo el peso de la narración recaiga en el dibujo mediante un juego de secuencias mudas bello y evocador que encuentra su colofón en la viñeta final que sella el destino del hombre sin nombre, en un hábil requiebro con el que rompe la coherencia de la conducta del protagonista hasta ese momento, pero que refuerza la idea que sobrevuela todo el tebeo, la retirada a los mundos propios frente a las crudas exigencias de la realidad. Un mensaje evasivo que no comparto pero que impregna toda la obra de Roca, incluida “Arrugas”.
En definitiva, una obra con la que Roca continua mostrando su evolución como narrador y cimenta su personalísimo y evocador universo personal pero que no puede ni debe compararse con “Arrugas”. En cuanto a la edición, resulta sorprendente y alarmante la pésima elección del papel por parte de Astiberri, similar al de “RG”, que estropea la cuidada ambientación con la que el autor pretendía caracterizar a los distintos personajes, comiéndose los colores y llegando por momentos a dificultar la lectura. Un gran fallo por parte de una editorial que suele ofrecer ediciones muy cuidadas, y que se ve agravado por su reiteración.
Otras obras de Paco Roca comentadas en El lector impaciente:
-“El faro”.
-“Arrugas”.