De la batería de películas con que Disney pretende asaltar nuestras carteras este año, esta es la que de momento más me atrae (aunque tampoco se crean que las tengo todas conmigo)…¿Habrán caracterizado así a Nicholas o es su actual aspecto tras sus problemillas? Ánimo, Nic.
miércoles, 31 de marzo de 2010
martes, 30 de marzo de 2010
“Paquidermo”, de Frederick Peeters.
Frederick Peeters es un autor que ama incomodar al lector. Toda su obra está encaminada a crear desasosiego al lector sobre las distintas significaciones que dar a aquello que está leyendo, inseguridades sobre su nivel de inteligencia y preocupación por perderse en el marasmo de posibilidades que el simbolismo de Peeters encierra. Si en “RG” habíamos disfrutado del Peeters más convencional en una obra de espionaje (la intriga es una constante en la mayor parte de su obra) en “Paquidermo”, su última obra publicada con esmero por Astiberri, nos encontramos con una obra ambiciosa en la que da rienda suelta a todas sus obsesiones y simbolismos.
En la Suiza de los años 50, Clarice debe llegar a una clínica privada en la que está internado su marido quien acaba de sufrir un accidente sin embargo un elefante atropellado en medio de la carretera la impide llegar a su destino. Poca cosa para la preocupada esposa quien monte a través llegará a su destino para descubrir que el pintoresco hospital está poblado por extraños y peculiares personajes que la sumergirán en una rocambolesca historia de espías en la que está juego su propia vida.
Frederick Peeters no es un autor convencional apegado a formulas de éxito preestablecidas sino que en cada nueva obra pretende dar una vuelta de tuerca más a su habilidad narrativa en una decisión que le honra como artista pero que, en ocasiones, no están a la altura de las expectativas generadas. Eso ocurre con “Paquidermo", un tebeo que nos devuelve al Peeters más oscuro y hermético en su particular homenaje al “Recuerda” hitchcockiano y al universo surrealista de Boris Vian (por no irnos hasta “La Montaña Mágica” de Thomas Mann o los cuentos populares de los Hermanos Grimm) en un tebeo en el que nos propone un particular paseo por la mente inconsciente tan atractivo en su planteamiento como fallido en su resolución final aunque por el camino hayamos disfrutado de lo lindo de la mano de un autor que derrocha maestría a pesar de su juventud en su dominio de la narración gráfica.
“Paquidermo” nos devuelve al mejor Peeters o al menos al que a mí más me gusta, un autor que mezcla con habilidad las certezas de la realidad con las fantasías oníricas en una obra en la que pretende dar una vuelta de tuerca a los arquetipos jungianos y demostrar que el velo entre unas y otras es tenue y engañoso y bajo la dura piel de paquidermo que es la mente Consciente existe todo un universo de ideas del Inconsciente dispuesto a ser exploradas y mostrarse a la menor oportunidad.
Peeters va construyendo una trama que se va enriqueciendo en la medida que va aportando piezas al lector para que solucione un rompecabezas del que poco a poco vamos conformando el dibujo para finalmente darnos cuenta que la pieza que debería dar sentido a todo el entramado nos ha sido hurtada por un autor que nunca se ha caracterizado por facilitar la vida a sus lectores o sencillamente ni él mismo la poseía esta vez, preso de su propia trampa, quedando algunas situaciones deslavazadas y sin explicar respecto a la trama principal que rodea a la protagonista, Clarice, una Cenicienta que intenta encontrarse a sí misma en medio de la elaborada fantasía propuesta por Peeters.
En el aspecto gráfico, nos encontramos con un Peeters en la mejor forma capaz de adaptar su estilo para trasladarnos con habilidad y elegancia toda la ambientación caduca propia de los años cincuenta (aunque en ocasiones juegue a retrotraerse un par de décadas más) con precisión realista e ir incorporando al tiempo los distintos símbolos que van apareciendo en la historia producto de la imaginación de la protagonista, fácilmente identificables y tomados directamente de series tan recomendables como “Ally McBeal” -aunque los bebés monstruosos de Peeters me receurden más a algún personaje de Charles Burns- o películas como “El resplandor” o “Big Fish”, símbolos que aparecen en la historia personajes que aparecen exagerados o caricaturizados para ir avisando al lector sobre lo inestable del terreno que pisa. Probablemente, las referencias cinematográficas sean más patentes en esta obra que en ninguna otra anterior de Peeters basándose en la caracterización de los personajes en actores como John Barrymore y Claudette Colbert, como bien señala Angux en El Hojeador, referencia, por otro lado, que el autor en ningún momento esconde –los personajes se llaman igual que los actores- y sirven para enriquecer aun más la obra. Por otro lado, Peeters da una auténtica lección tanto en el manejo de las elipsis y las transiciones logrando momentos de enorme belleza visual como en el tratamiento del color que, si ya sospechábamos excelente en las entregas de “RG", en “Paquidermo”, con un papel en condiciones, se muestra en todos sus matices.
En definitiva, “Paquidermo” se muestra brillante por momentos aun cuando el resultado final deja de resultar lo redondo que podríamos imaginar, quizás porque como otro maestro a la hora de intentar mostrar el lado inconsciente de nuestras mentes como es David Lynch, Peeters se pierde en su propia maestría, premeditadamente o no. Yo, pobre lector, no lo tengo nada claro. ¿Y vosotros?
Otras obras de Frederick Peeters en El lector impaciente:
“Constellation”
“Lupus”
“RG 1: Riyard-sur-Seines”
En la Suiza de los años 50, Clarice debe llegar a una clínica privada en la que está internado su marido quien acaba de sufrir un accidente sin embargo un elefante atropellado en medio de la carretera la impide llegar a su destino. Poca cosa para la preocupada esposa quien monte a través llegará a su destino para descubrir que el pintoresco hospital está poblado por extraños y peculiares personajes que la sumergirán en una rocambolesca historia de espías en la que está juego su propia vida.
Frederick Peeters no es un autor convencional apegado a formulas de éxito preestablecidas sino que en cada nueva obra pretende dar una vuelta de tuerca más a su habilidad narrativa en una decisión que le honra como artista pero que, en ocasiones, no están a la altura de las expectativas generadas. Eso ocurre con “Paquidermo", un tebeo que nos devuelve al Peeters más oscuro y hermético en su particular homenaje al “Recuerda” hitchcockiano y al universo surrealista de Boris Vian (por no irnos hasta “La Montaña Mágica” de Thomas Mann o los cuentos populares de los Hermanos Grimm) en un tebeo en el que nos propone un particular paseo por la mente inconsciente tan atractivo en su planteamiento como fallido en su resolución final aunque por el camino hayamos disfrutado de lo lindo de la mano de un autor que derrocha maestría a pesar de su juventud en su dominio de la narración gráfica.
“Paquidermo” nos devuelve al mejor Peeters o al menos al que a mí más me gusta, un autor que mezcla con habilidad las certezas de la realidad con las fantasías oníricas en una obra en la que pretende dar una vuelta de tuerca a los arquetipos jungianos y demostrar que el velo entre unas y otras es tenue y engañoso y bajo la dura piel de paquidermo que es la mente Consciente existe todo un universo de ideas del Inconsciente dispuesto a ser exploradas y mostrarse a la menor oportunidad.
Peeters va construyendo una trama que se va enriqueciendo en la medida que va aportando piezas al lector para que solucione un rompecabezas del que poco a poco vamos conformando el dibujo para finalmente darnos cuenta que la pieza que debería dar sentido a todo el entramado nos ha sido hurtada por un autor que nunca se ha caracterizado por facilitar la vida a sus lectores o sencillamente ni él mismo la poseía esta vez, preso de su propia trampa, quedando algunas situaciones deslavazadas y sin explicar respecto a la trama principal que rodea a la protagonista, Clarice, una Cenicienta que intenta encontrarse a sí misma en medio de la elaborada fantasía propuesta por Peeters.
En el aspecto gráfico, nos encontramos con un Peeters en la mejor forma capaz de adaptar su estilo para trasladarnos con habilidad y elegancia toda la ambientación caduca propia de los años cincuenta (aunque en ocasiones juegue a retrotraerse un par de décadas más) con precisión realista e ir incorporando al tiempo los distintos símbolos que van apareciendo en la historia producto de la imaginación de la protagonista, fácilmente identificables y tomados directamente de series tan recomendables como “Ally McBeal” -aunque los bebés monstruosos de Peeters me receurden más a algún personaje de Charles Burns- o películas como “El resplandor” o “Big Fish”, símbolos que aparecen en la historia personajes que aparecen exagerados o caricaturizados para ir avisando al lector sobre lo inestable del terreno que pisa. Probablemente, las referencias cinematográficas sean más patentes en esta obra que en ninguna otra anterior de Peeters basándose en la caracterización de los personajes en actores como John Barrymore y Claudette Colbert, como bien señala Angux en El Hojeador, referencia, por otro lado, que el autor en ningún momento esconde –los personajes se llaman igual que los actores- y sirven para enriquecer aun más la obra. Por otro lado, Peeters da una auténtica lección tanto en el manejo de las elipsis y las transiciones logrando momentos de enorme belleza visual como en el tratamiento del color que, si ya sospechábamos excelente en las entregas de “RG", en “Paquidermo”, con un papel en condiciones, se muestra en todos sus matices.
En definitiva, “Paquidermo” se muestra brillante por momentos aun cuando el resultado final deja de resultar lo redondo que podríamos imaginar, quizás porque como otro maestro a la hora de intentar mostrar el lado inconsciente de nuestras mentes como es David Lynch, Peeters se pierde en su propia maestría, premeditadamente o no. Yo, pobre lector, no lo tengo nada claro. ¿Y vosotros?
Otras obras de Frederick Peeters en El lector impaciente:
“Constellation”
“Lupus”
“RG 1: Riyard-sur-Seines”
lunes, 29 de marzo de 2010
“Green Zone: Distrito Protegido”, de Paul Greengrass.
Este año que parece que Hollywood se ha conceido el “placet” para contarnos sus últimas guerras, nos están llegando películas de todos los pelajes y con todos los tratamientos posibles de conflictos como el de Afganistán o la Guerra del Golfo. Así, a la multipremiada y todavía pendiente “En tierra hostil” (a ver cuándo la voy a ver que la van a quitar…) y “Brothers” de la que ya les conté la semana pasada se añade esta “Green Zone: Distrito Protegido” que si tuviera que resumir en una frase seria Bourne se fue a la guerra. Les cuento.
En medio de la toma de Bagdad durante la Guerra del Golfo, un teniente, interpretado por Matt Damon, se mosquea porque no encuentra nada en los lugares donde según Inteligencia deberían encontrarse las supuestas armas de destrucción masiva. Damon empieza a tirar de la madeja y se convierte en una pieza clave en medio de una guerra que no es suya y que enfrenta dentro de la CIA a los partidarios de iniciar la guerra con cualquier excusa frente a aquellos que buscaban dotar de estabilidad a la zona a cualquier precio. Y, en medio de ese polvorín de intereses, Damon puede perder la vida en la búsqueda de una verdad que puede no gustarle.
Paul Greengrass y Matt Damon desde que coincidieran en “El Mito de Bourne” parecen empeñados en depurar y adaptar la fórmula del actual cine de acción con cada nueva película. En esta ocasión, vuelven lograr el objetivo mínimo en una película de estas características, entretener al espectador con una trama compleja y desenfrenada en el marco de la guerra moderna, que ya nos adelantara Ridley Scott en la revalorizada "BlackHawk Derribado", trama en la que los principales actores resultan convincentes en medio del desenfrenado ritmo impuesto por un director que se limita a esbozar con habilidad a los personajes al servicio únicamente de la trama y de un Matt Damon que brilla con luz propia como protagonista único y estelar y al que ha convertido en el héroe de acción por antonomasia. Sin embargo, si nos paramos a pensar un poco en lo que vemos, no acaba de convencer ni la endeblez artificiosa de todo el invento erigido por Greengrass ni el tufillo justificativo de una historia que pretende salvar la cara a una intervención militar que no debió haberse producido (o al menos no de la manera en que se produjo).
En definitiva, a la espera que Damon y Greengrass vuelvan a juntarse en su juguete favorito, un nuevo “Bourne”, podemos considerar “Green Zone: Distrito Protegido” como la continuación no oficial de aquellas, en la que una vez más se pueden apreciar todas las virtudes de la franquicia y también algunos de sus defectos. Con todo, una película intensa y entretenida en su simplismo. Ustedes deciden.
En medio de la toma de Bagdad durante la Guerra del Golfo, un teniente, interpretado por Matt Damon, se mosquea porque no encuentra nada en los lugares donde según Inteligencia deberían encontrarse las supuestas armas de destrucción masiva. Damon empieza a tirar de la madeja y se convierte en una pieza clave en medio de una guerra que no es suya y que enfrenta dentro de la CIA a los partidarios de iniciar la guerra con cualquier excusa frente a aquellos que buscaban dotar de estabilidad a la zona a cualquier precio. Y, en medio de ese polvorín de intereses, Damon puede perder la vida en la búsqueda de una verdad que puede no gustarle.
Paul Greengrass y Matt Damon desde que coincidieran en “El Mito de Bourne” parecen empeñados en depurar y adaptar la fórmula del actual cine de acción con cada nueva película. En esta ocasión, vuelven lograr el objetivo mínimo en una película de estas características, entretener al espectador con una trama compleja y desenfrenada en el marco de la guerra moderna, que ya nos adelantara Ridley Scott en la revalorizada "BlackHawk Derribado", trama en la que los principales actores resultan convincentes en medio del desenfrenado ritmo impuesto por un director que se limita a esbozar con habilidad a los personajes al servicio únicamente de la trama y de un Matt Damon que brilla con luz propia como protagonista único y estelar y al que ha convertido en el héroe de acción por antonomasia. Sin embargo, si nos paramos a pensar un poco en lo que vemos, no acaba de convencer ni la endeblez artificiosa de todo el invento erigido por Greengrass ni el tufillo justificativo de una historia que pretende salvar la cara a una intervención militar que no debió haberse producido (o al menos no de la manera en que se produjo).
En definitiva, a la espera que Damon y Greengrass vuelvan a juntarse en su juguete favorito, un nuevo “Bourne”, podemos considerar “Green Zone: Distrito Protegido” como la continuación no oficial de aquellas, en la que una vez más se pueden apreciar todas las virtudes de la franquicia y también algunos de sus defectos. Con todo, una película intensa y entretenida en su simplismo. Ustedes deciden.
Dick Giordano (1932-2010)
Este sábado murió Dick Giordano victima de la leucemia que padecía. Giordano fue uno de los editores más preclaros con los que tuvo la suerte de contar DC.
Giordano llegó a la compañía avalado por Steve Ditko y respaldado por su buen hacer en la editorial Charlton donde había logrado implantar con éxito su propia línea de superhéroes y ofreciendo su primera oportunidad a autores como Jim Aparo o Denny O’Neil.
Tras fundar su propia compañía con su amigo y colega Neal Adams, Continuity Associates, Giordano volvió a DC en los años ochenta de la mano de Jenette Kahn para reflotar un barco que se hundía. De un modo u otro, la labor editorial de Giordano influyó en los títulos más importantes y representativos realizados durante estos años en la compañía, algunos de los cuáles como “Watchmen” o “La Crisis en las Tierras Infinitas” han marcado un hito dentro del mainstream.
Aparte de su labor editorial, Giordano fue un magnífico dibujante y entintador encargándose de entintar la mayor parte de la obra de Adams en DC de finales de los sesenta y setenta y colaborando con muchos otros dibujantes como Gene Colan o Ross Andrú.
Tal y como Giordano se despedía en “Meanwhile”, el boletín de información que durante años escribió y sirviera de contacto entre la compañía y los lectores,
“Thank you and Good Afternoon”, Mr. Giordano.
D.E.P.
Giordano llegó a la compañía avalado por Steve Ditko y respaldado por su buen hacer en la editorial Charlton donde había logrado implantar con éxito su propia línea de superhéroes y ofreciendo su primera oportunidad a autores como Jim Aparo o Denny O’Neil.
Tras fundar su propia compañía con su amigo y colega Neal Adams, Continuity Associates, Giordano volvió a DC en los años ochenta de la mano de Jenette Kahn para reflotar un barco que se hundía. De un modo u otro, la labor editorial de Giordano influyó en los títulos más importantes y representativos realizados durante estos años en la compañía, algunos de los cuáles como “Watchmen” o “La Crisis en las Tierras Infinitas” han marcado un hito dentro del mainstream.
Aparte de su labor editorial, Giordano fue un magnífico dibujante y entintador encargándose de entintar la mayor parte de la obra de Adams en DC de finales de los sesenta y setenta y colaborando con muchos otros dibujantes como Gene Colan o Ross Andrú.
Tal y como Giordano se despedía en “Meanwhile”, el boletín de información que durante años escribió y sirviera de contacto entre la compañía y los lectores,
“Thank you and Good Afternoon”, Mr. Giordano.
D.E.P.
Unas muestras del trabajo creativo de Giordano:
viernes, 26 de marzo de 2010
“Conan, el cimmerio”, de Tim Truman, Richard Corben y Tomás Giorello.
Como mosca a la miel he acudido al nombre de Richard Corben a pesar que el precio del primer número de la nueva colección de Conan se me antoja a todas luces excesivo, aun teniendo en cuenta que el precio USA sea de tres dólares, y la decepción inicial de comprobar que el maestro de Missouri no dibuja la totalidad de la obra sino que se encarga únicamente de las historias protagonizadas por el abuelo de Conan (¿a que no sabían que Conan tenía abuelo? pues yo tampoco) que a modo de flashbacks se insertan en la principal protagonizada por nuestro querido cimmerio dibujada esta por el argentino Tomás Giorello, dibujante al que no tenía ubicado hasta el momento. Y oigan que tras leer el tebeo me ha convencido tanto por la calidad de la terna creativa como la coherencia del proyecto de Dark Horse. Les cuento.
Desde que se hiciera con los derechos del personaje, Dark Horse está haciendo bien las cosas con Conan, logrando algo que parecía imposible, reactivar el interés por el personaje de Robert E. Howard. Así, si en el primer volumen, “Conan, la leyenda” fueron inicialmente Kurt Busiek (sí, ese tío tan malo que sólo sabe hacer superhéroes) y Cary Nord los encargados de actualizar un personaje que vivía sus horas más bajas tras las glorias pasadas contando las aventuras de sus primeros años de juventud, esta nueva etapa el guionista de la serie es Tim Truman (que ya se hiciera cargo de la anterior tras un breve paso por la misma de Mike Mignola) un autor más que correcto que a mí no me ha defraudado desde sus tiempos en “Scout” o “Hawkworld” y el gran Richard Corben que en las páginas que realiza en este número demuestra que incluso en sus trabajos alimenticios es un dibujante sobresaliente muy por encima de la media. De este modo, la gran incógnita y sorpresa ha sido comprobar el nivel del argentino Tomás Giorello que me ha convencido plenamente con la lograda ambientación que ofrece de Cimmeria y la caracterización de su Conan coherente con la ortodoxia del personaje al tiempo que personal y reconocible. Con todo, lo que más me ha gustado de Giorello es su sentido narrativo usando elegantes transiciones para introducir los distintos elementos de la historia tanto en la primera historia en la que se adapta el relato de Robert E. Howard “Cimmeria” al tiempo que se resumen brevemente las aventuras de “Conan, la leyenda”, como en la segunda "La Luna del Cazador", en la que ya se entra en materia con un Conan que a su regreso en Cimmeria tras tres años en las ciudades del sur se ha de enfrentar a un grupo de vanires y se encuentra con un misterioso personaje.
Por otro lado, también me gustaría destacar en el aspecto gráfico la labor de español José Villarrubia, que se adapta perfectamente con sus tonos mates y apagados a la caracterización buscada por Giorello logrando transmitir toda la intensidad del frío en la inhóspita y helada Cimmeria. Completa la grapa una portada de Frank Cho, la mar de chula.
Desde que se hiciera con los derechos del personaje, Dark Horse está haciendo bien las cosas con Conan, logrando algo que parecía imposible, reactivar el interés por el personaje de Robert E. Howard. Así, si en el primer volumen, “Conan, la leyenda” fueron inicialmente Kurt Busiek (sí, ese tío tan malo que sólo sabe hacer superhéroes) y Cary Nord los encargados de actualizar un personaje que vivía sus horas más bajas tras las glorias pasadas contando las aventuras de sus primeros años de juventud, esta nueva etapa el guionista de la serie es Tim Truman (que ya se hiciera cargo de la anterior tras un breve paso por la misma de Mike Mignola) un autor más que correcto que a mí no me ha defraudado desde sus tiempos en “Scout” o “Hawkworld” y el gran Richard Corben que en las páginas que realiza en este número demuestra que incluso en sus trabajos alimenticios es un dibujante sobresaliente muy por encima de la media. De este modo, la gran incógnita y sorpresa ha sido comprobar el nivel del argentino Tomás Giorello que me ha convencido plenamente con la lograda ambientación que ofrece de Cimmeria y la caracterización de su Conan coherente con la ortodoxia del personaje al tiempo que personal y reconocible. Con todo, lo que más me ha gustado de Giorello es su sentido narrativo usando elegantes transiciones para introducir los distintos elementos de la historia tanto en la primera historia en la que se adapta el relato de Robert E. Howard “Cimmeria” al tiempo que se resumen brevemente las aventuras de “Conan, la leyenda”, como en la segunda "La Luna del Cazador", en la que ya se entra en materia con un Conan que a su regreso en Cimmeria tras tres años en las ciudades del sur se ha de enfrentar a un grupo de vanires y se encuentra con un misterioso personaje.
Por otro lado, también me gustaría destacar en el aspecto gráfico la labor de español José Villarrubia, que se adapta perfectamente con sus tonos mates y apagados a la caracterización buscada por Giorello logrando transmitir toda la intensidad del frío en la inhóspita y helada Cimmeria. Completa la grapa una portada de Frank Cho, la mar de chula.
En definitiva, que a mí esta nueva etapa de Conan me convence salvo por los engorrosos detalles extrínsecos a la serie como el formato elegido por Planeta (no tanto por la grapa como por la decisión de dejar cortada la primera aventura a la mitad lo que me hace recordar los peores momentos de Cómics Forum) como por el precio de la obra que me temo va a hacer replantearse las cosas a más de uno. Una lástima teniendo en cuenta las buenas expectativas que despierta el proyecto de Dark Horse.
Otras obras de Richard Corben en El lector impaciente:
Otras obras de Richard Corben en El lector impaciente:
jueves, 25 de marzo de 2010
Trailer de “Scott Pilgrim contra el mundo”, de Edgard Wright.
Bueno, pues ahí lo tenéis en todo su esplendor: el primer trailer de “Scott Pilgrim contra el mundo”. Ya hablé por aquí de las dos primeras entregas del cómic de Bryan Lee O’Malley y tengo pendiente de lectura las dos siguientes. El trailer me parece muy curioso y parece que la película logra trasladar parte de la locura del cómic.
Tengo que reconocer que ha desperado mi curiosidad respecto a una película que en principio no entraba en mis planes.
Un buen trailer de una película que llegará en el verano. Esperemos que para entonces nos hayamos puesto al día con la publicación de la obra en castellano.
Un buen trailer de una película que llegará en el verano. Esperemos que para entonces nos hayamos puesto al día con la publicación de la obra en castellano.
“Night Force”, de Marv Wolfman y Gene Colan.
Tengo la sección de Tebeos Olvidados bastante abandonada y eso que hay títulos y autores cuyo olvido clama al cielo como es el caso de Gene Colan, al que últimamente un grupo de sufridos admiradores hemos venido homenajeando, una auténtica leyenda viviente que, sorprendentemente, todavía tiene algunas obras de interés (todo el material realizado para DC, ya no hablo del publicado en Timely…- inéditas –total o parcialmente- en España. Obras como “Night Force”, con la que a principios de los ochenta DC quiso emular el éxito logrado por la Marvel unos años antes con “La Tumba de Drácula” con una nueva serie de corte sobrenatural en la que volvía a reunir al tandem que triunfó en aquella, Gene Colan y Marv Wolfman.
A lo largo de los catorce números que duró la serie –y un número especial de dieciseis páginas a modo de presentación que apareció como complemento en un número de “The Teen Titans” un mes antes de su lanzamiento-, Wolfman y Colan demuestran su talento para pergeñar historias entretenidas de terror y magia protagonizadas por personajes carismáticos.
En esta serie, las tramas giran en torno al Baron Winters, un poderoso hechicero que lidera un variopinto grupo al que encarga distintas misiones de corte sobrenatural. Winters es un manipulador de tomo y lomo que sólo confía en su leopardo Merlín con el que vive confinado en su Mansión de Wintersgate Manor, una encrucijada espaciotemporal, de donde no puede salir por lo que no participa activamente en las misiones que encarga a sus numerosos agentes sin importarle demasiado sacrificar la integridad de sus subordinados. Los miembros habituales del equipo son la nieta de Abraham Van Helsing, Vanessa, una telekinetica con la capacidad de percibir amenazas sobrenaturales lo que provocó que pasase la mayor parte de su vida en un psiquiátrico, Jack Gold, un periodista perdedor, divorciado y alcohólico que pronto se sentirá atraído por Vanessa con el que se casará, el profesor Donovan Caine, un parapsicólogo que quedará tullido en el transcurso de una misión y Zadok Grimm, un caballero del tiempo del bíblico Rey David (sí, el de Góliath) que mantiene una misteriosa relación de complicidad con Winters.
En “Night Force”, la comparación con “La tumba de Drácula” es inevitable no sólo por por los entretenidos guiones de un Wolfman que tira de oficio para el desarrollo de tramas y personajes sino por el tratamiento gráfico de un Colan que no se estruja demasiado la imaginación a la hora de caracterizar los personajes, de tal modo que Winters y Drácula parezcan gemelos, pero cuenta con las manos libres para desplegar toda su habilidad en el desarrollo de ambientes cargados y misteriosos con un gusto de lo más cinematográfico en la recreación de los distintos entornos por los que se mueven los protagonistas dejando constancia de su maestría en el desarrollo de atmósferas opresivas y sombrías. Colan es entintando en esta serie por Dick Giordano y Bob Smith con los que no llega al mismo nivel de compenetración que con Tom Palmer pero que no desmerecen al menos la labor del dibujante.
Quizás a principios de los ochenta la fórmula sobrenatural estaba agotada y el fandom no respaldó de igual manera que años antes lo hiciera a “The tomb of Dracula” lo que provocó la conclusión de la serie en el número 14. A mediados de los noventa, “Night Force” sería retomada por Wolfman ya sin Colan (que realizó la portada del último número) en una maxiserie de doce números también inédita en España.
En España, “Night Force” ha sido repetidamente ignorada por las distintas editoriales que han publicado material de DC, salvo por –como no- Zinco que publicó un par de números como complemento de la primera maxiserie de “La Cosa del Pantano”.
En definitiva, “Night Force” sería un magnífico título a recuperar en una colección de Clásicos DC.
A continuación, todas las portadas de la primera serie:
A lo largo de los catorce números que duró la serie –y un número especial de dieciseis páginas a modo de presentación que apareció como complemento en un número de “The Teen Titans” un mes antes de su lanzamiento-, Wolfman y Colan demuestran su talento para pergeñar historias entretenidas de terror y magia protagonizadas por personajes carismáticos.
En esta serie, las tramas giran en torno al Baron Winters, un poderoso hechicero que lidera un variopinto grupo al que encarga distintas misiones de corte sobrenatural. Winters es un manipulador de tomo y lomo que sólo confía en su leopardo Merlín con el que vive confinado en su Mansión de Wintersgate Manor, una encrucijada espaciotemporal, de donde no puede salir por lo que no participa activamente en las misiones que encarga a sus numerosos agentes sin importarle demasiado sacrificar la integridad de sus subordinados. Los miembros habituales del equipo son la nieta de Abraham Van Helsing, Vanessa, una telekinetica con la capacidad de percibir amenazas sobrenaturales lo que provocó que pasase la mayor parte de su vida en un psiquiátrico, Jack Gold, un periodista perdedor, divorciado y alcohólico que pronto se sentirá atraído por Vanessa con el que se casará, el profesor Donovan Caine, un parapsicólogo que quedará tullido en el transcurso de una misión y Zadok Grimm, un caballero del tiempo del bíblico Rey David (sí, el de Góliath) que mantiene una misteriosa relación de complicidad con Winters.
En “Night Force”, la comparación con “La tumba de Drácula” es inevitable no sólo por por los entretenidos guiones de un Wolfman que tira de oficio para el desarrollo de tramas y personajes sino por el tratamiento gráfico de un Colan que no se estruja demasiado la imaginación a la hora de caracterizar los personajes, de tal modo que Winters y Drácula parezcan gemelos, pero cuenta con las manos libres para desplegar toda su habilidad en el desarrollo de ambientes cargados y misteriosos con un gusto de lo más cinematográfico en la recreación de los distintos entornos por los que se mueven los protagonistas dejando constancia de su maestría en el desarrollo de atmósferas opresivas y sombrías. Colan es entintando en esta serie por Dick Giordano y Bob Smith con los que no llega al mismo nivel de compenetración que con Tom Palmer pero que no desmerecen al menos la labor del dibujante.
Quizás a principios de los ochenta la fórmula sobrenatural estaba agotada y el fandom no respaldó de igual manera que años antes lo hiciera a “The tomb of Dracula” lo que provocó la conclusión de la serie en el número 14. A mediados de los noventa, “Night Force” sería retomada por Wolfman ya sin Colan (que realizó la portada del último número) en una maxiserie de doce números también inédita en España.
En España, “Night Force” ha sido repetidamente ignorada por las distintas editoriales que han publicado material de DC, salvo por –como no- Zinco que publicó un par de números como complemento de la primera maxiserie de “La Cosa del Pantano”.
En definitiva, “Night Force” sería un magnífico título a recuperar en una colección de Clásicos DC.
A continuación, todas las portadas de la primera serie:
miércoles, 24 de marzo de 2010
“Arzak Rhapsody 1”
¿Conocían esto?¿No? Creo que merece la pena mientras esperamos una buena edición del cómic en castellano. Mañana más…
“Julito, el cantante cojito”, de Hernán Migoya y Juaco Vizuete.
Tras leer hace poco la última obra en solitario de Juaco Vizuete, “El Experimento”, me quedé con ganas de más de este autor hasta entonces para mí desconocido así que en poco tiempo me he hecho con “El resentido”, que aguarda su turno en la montaña, y este “Julito, el cantante cojito”, que en su momento ya llamó mi atención pero que dejé pasar considerándola obra menor. Craso error el mío porque “Julito, el cantante cojito”, perpetrado por Vizuete con premeditación, alevosía y la complicidad de Hernán Migoya a los guiones es uno de los tebeos con más mala leche que he leído en años y, por otro lado, de los que más he disfrutado.
Julito a consecuencia de su cojera ha visto frustrada su prometedora carrera como lanzador de disco pero a cambio se ha convertido en un ídolo de masas, el mejor cantante melódico del país. A Julito lo que más le gusta son las mujeres con las que tiene mucho éxito y salir en los medios y, junto a su representante y hermano, urde todo tipo de estratagemas para estar siempre en el candelero al tiempo que sobrelleva a su peculiar familia repleta de hijos legítimos e ilegítimos.
En los años cincuenta, Bruguera plagaba sus páginas con múltiples personajes que a la par de entretener mostraban la radiografía de un país que empezaba a recuperarse de las consecuencias de la posguerra. A ese olimpo de tribuletes, tragacantos, gildas, carpantas y petras, personajes pícaros, populares y edificantes, Migoya y Vizuete añaden un personaje nuevo que completa el elenco un porrón de años después con lo que demuestran que tampoco hemos cambiado demasiado. Julito es un personaje inspirado abiertamente en "ya saben quién" y su variopinto familia que sirve a los autores, sin censura oficial mediante, no sólo para homenajear a los grandes autores que convirtieron a Bruguera en la editorial de referencia durante todos estos años sino también para construir historias en las que criticar directamente la estupidez de aquellos que hoy día han/hemos convertido en modelos a seguir a dudosos personajes cuyo hábitat natural son las revistas del corazón y los programas televisivos que pueblan la programación de las tardes. Migoya tomando como punto de partida las referencias biográficas más reconocibles de un conocido cantante se muestra mordaz y divertido en su aproximación viñeteril no dejando títere con cabeza en un tebeo que debería ser de lectura obligatoria y que dispara con bala a la conciencia de un público al que, por desgracia, no va destinado.
En el apartado gráfico, Vizuete muestra su versatilidad adaptando a la versatilidad el estilo compositivo de la Escuela Bruguera con lo que si no fuese por lo actual y lo reconocible de las tramas ideadas por Migoya uno pensaría que está leyendo un tebeo de aquella época, respetándose incluso la presentación apaisada y la horrible (pero entrañable) rotulación mecánica.
En definitiva, “Julito el cantante cojito” es un tebeo inteligente, edificante y cabroncete, recomendable a todos aquellos que se plantean con humor en qué mundo vivimos y qué mundo queremos mostrando una vez más como la realidad y la fantasía pueden ir perfectamente de la mano. La edición de De Pónent excelente.
Otras obras de Juaco Vizuete en El lector impaciente:
“El experimento”.
Julito a consecuencia de su cojera ha visto frustrada su prometedora carrera como lanzador de disco pero a cambio se ha convertido en un ídolo de masas, el mejor cantante melódico del país. A Julito lo que más le gusta son las mujeres con las que tiene mucho éxito y salir en los medios y, junto a su representante y hermano, urde todo tipo de estratagemas para estar siempre en el candelero al tiempo que sobrelleva a su peculiar familia repleta de hijos legítimos e ilegítimos.
En los años cincuenta, Bruguera plagaba sus páginas con múltiples personajes que a la par de entretener mostraban la radiografía de un país que empezaba a recuperarse de las consecuencias de la posguerra. A ese olimpo de tribuletes, tragacantos, gildas, carpantas y petras, personajes pícaros, populares y edificantes, Migoya y Vizuete añaden un personaje nuevo que completa el elenco un porrón de años después con lo que demuestran que tampoco hemos cambiado demasiado. Julito es un personaje inspirado abiertamente en "ya saben quién" y su variopinto familia que sirve a los autores, sin censura oficial mediante, no sólo para homenajear a los grandes autores que convirtieron a Bruguera en la editorial de referencia durante todos estos años sino también para construir historias en las que criticar directamente la estupidez de aquellos que hoy día han/hemos convertido en modelos a seguir a dudosos personajes cuyo hábitat natural son las revistas del corazón y los programas televisivos que pueblan la programación de las tardes. Migoya tomando como punto de partida las referencias biográficas más reconocibles de un conocido cantante se muestra mordaz y divertido en su aproximación viñeteril no dejando títere con cabeza en un tebeo que debería ser de lectura obligatoria y que dispara con bala a la conciencia de un público al que, por desgracia, no va destinado.
En el apartado gráfico, Vizuete muestra su versatilidad adaptando a la versatilidad el estilo compositivo de la Escuela Bruguera con lo que si no fuese por lo actual y lo reconocible de las tramas ideadas por Migoya uno pensaría que está leyendo un tebeo de aquella época, respetándose incluso la presentación apaisada y la horrible (pero entrañable) rotulación mecánica.
En definitiva, “Julito el cantante cojito” es un tebeo inteligente, edificante y cabroncete, recomendable a todos aquellos que se plantean con humor en qué mundo vivimos y qué mundo queremos mostrando una vez más como la realidad y la fantasía pueden ir perfectamente de la mano. La edición de De Pónent excelente.
Otras obras de Juaco Vizuete en El lector impaciente:
“El experimento”.
martes, 23 de marzo de 2010
Crónica anunciada de la muerte del coleccionista de cómics.
El amigo Frog2000 lo cuenta muy bien en su blog. Son sus razones pero creo que muchos que hemos hecho del coleccionismo de cómic la principal de nuestras aficiones desde que echamos casi los dientes las compartimos con más o menos matices. Y podríamos incluso añadir alguna más…
El viejo – no por edad sino por años acumulando y releyendo papel impreso- aficionado que se hacia todas las colecciones y estaba al tanto de todo lo que se publicaba en España es (somos) una raza en peligro de extinción. Un grupo reducido de exaltados treinteañeros (también los hay cuarentones, estos son los más peligrosos…) que tienen tebeos de Vértice, Grijalbo o Zinco, lectores que, como galos irreductibles, incomodan a propios y extraños en la aldea global de la blogosfera y en los salones frente a la perita en dulce del lector ocasional, ese lector confiado y poco exigente dispuesto a dejar gustoso su dinero con cualquier edición adquirida en unos grandes almacenes y con pocos conocimientos de autores y estilos, un mirlo blanco joven y poco exigente que compra, lee y olvida a la espera del próximo estreno cinematográfico, dispuesto a ser presa fácil de hábiles y sutiles campañas publicitarias y no dar demasiado la vara. No como los resabiados esos que saben distinguir un escaneado de un original y denuncian a los cuatro vientos que en la viñeta siete de la página cinco del cómic X el rotulista (¿ese quién es?) se ha comido una preposición “a”. Si es que con gente así no hay quién salve la industria del cómic en España…
No nos engañemos, el coleccionista de cómics se ha convertido en una presencia incómoda en un mercado que, sin embargo y paradójicamente, ayuda a mantener a pesar de sus cíclicas crisis (crisis sobre todo para los autores y los aficionados esos que se dejan los dineros y a los que no les llega para intentar estar al tanto de todo, pero, ya se sabe, a río revuelto…), un soldado fiel que, como los que retrata Pérez-Reverte en su Alatriste se deja sus dineros sirviendo a unos señores que le decepcionan y ningunean continuamente más preocupados en crear falsas expectativas sobre la última reedición de un mediocre tebeo de hace treinta años que en pagar un corrector que compruebe la ortografía.
Y es que el coleccionista que se pasaba las horas muertas junto al dependiente de la librería, mimetizándose con él hasta el punto que ya no se sabían quién era quién está abocado a desaparecer como los dinosaurios (el librero también pero eso daría para otra entrada), ahogado por la falta de espacio, los otros vicios más o menos confesables, los precios abusivos, las hipotecas, las buenas y malas mujeres, los hijos y los avances tecnológicos que harán de sus amadas ediciones en papel en pocos años un lujo.
Quizás cuando todos desaparezcamos, y el mercado empiece a echar a faltar nuestra presencia alguien se dará cuenta que los mirlos blancos son caprichosos y proclives a emigrar a otros campos mejor abonados y que esos desalmados que se sabían de carrerilla el nombre de todos los personajes que aparecían en la portada del número 1 de “Alpha Flight” (edición Forum, of course) y el título de corrido de todos los “Jeremiah” (de Grijalbo, claro) y ahora compran directamente a EEUU o Francia o se bajan los tebeos de Internet habrían merecido un mejor trato con unas ediciones con una correcta calidad-precio. Y ese alguien se lamentará porque se hizo algo realmente mal en la edición de cómic en España cuando este dejó de ser popular para convertirse en un bien de lujo, generalmente mal editado.
De momento, amigos míos, somos leyenda…
(Ánimo Frog2000 y a aguantar el tirón).
El viejo – no por edad sino por años acumulando y releyendo papel impreso- aficionado que se hacia todas las colecciones y estaba al tanto de todo lo que se publicaba en España es (somos) una raza en peligro de extinción. Un grupo reducido de exaltados treinteañeros (también los hay cuarentones, estos son los más peligrosos…) que tienen tebeos de Vértice, Grijalbo o Zinco, lectores que, como galos irreductibles, incomodan a propios y extraños en la aldea global de la blogosfera y en los salones frente a la perita en dulce del lector ocasional, ese lector confiado y poco exigente dispuesto a dejar gustoso su dinero con cualquier edición adquirida en unos grandes almacenes y con pocos conocimientos de autores y estilos, un mirlo blanco joven y poco exigente que compra, lee y olvida a la espera del próximo estreno cinematográfico, dispuesto a ser presa fácil de hábiles y sutiles campañas publicitarias y no dar demasiado la vara. No como los resabiados esos que saben distinguir un escaneado de un original y denuncian a los cuatro vientos que en la viñeta siete de la página cinco del cómic X el rotulista (¿ese quién es?) se ha comido una preposición “a”. Si es que con gente así no hay quién salve la industria del cómic en España…
No nos engañemos, el coleccionista de cómics se ha convertido en una presencia incómoda en un mercado que, sin embargo y paradójicamente, ayuda a mantener a pesar de sus cíclicas crisis (crisis sobre todo para los autores y los aficionados esos que se dejan los dineros y a los que no les llega para intentar estar al tanto de todo, pero, ya se sabe, a río revuelto…), un soldado fiel que, como los que retrata Pérez-Reverte en su Alatriste se deja sus dineros sirviendo a unos señores que le decepcionan y ningunean continuamente más preocupados en crear falsas expectativas sobre la última reedición de un mediocre tebeo de hace treinta años que en pagar un corrector que compruebe la ortografía.
Y es que el coleccionista que se pasaba las horas muertas junto al dependiente de la librería, mimetizándose con él hasta el punto que ya no se sabían quién era quién está abocado a desaparecer como los dinosaurios (el librero también pero eso daría para otra entrada), ahogado por la falta de espacio, los otros vicios más o menos confesables, los precios abusivos, las hipotecas, las buenas y malas mujeres, los hijos y los avances tecnológicos que harán de sus amadas ediciones en papel en pocos años un lujo.
Quizás cuando todos desaparezcamos, y el mercado empiece a echar a faltar nuestra presencia alguien se dará cuenta que los mirlos blancos son caprichosos y proclives a emigrar a otros campos mejor abonados y que esos desalmados que se sabían de carrerilla el nombre de todos los personajes que aparecían en la portada del número 1 de “Alpha Flight” (edición Forum, of course) y el título de corrido de todos los “Jeremiah” (de Grijalbo, claro) y ahora compran directamente a EEUU o Francia o se bajan los tebeos de Internet habrían merecido un mejor trato con unas ediciones con una correcta calidad-precio. Y ese alguien se lamentará porque se hizo algo realmente mal en la edición de cómic en España cuando este dejó de ser popular para convertirse en un bien de lujo, generalmente mal editado.
De momento, amigos míos, somos leyenda…
(Ánimo Frog2000 y a aguantar el tirón).
“Brothers”, de Jim Sheridan.
A finales de los años ochenta, Michael Cimino estrenó una maravillosa película en la que exploraba los traumas que provocaba la vuelta a casa en los soldados estadounidenses que fueron torturados en Vietnam. Claro, estoy hablando de “El Cazador”, una de mis películas favoritas (no me pregunten cuántas tengo, porque son muchas lo cuál no habla demasiado bien de mi capacidad crítica) que, gracias a la impecable dirección de Cimino y las interpretaciones de un elenco de actores que hoy son superestrellas –Robert de Niro, Meryl Streep, Christopher Walken…- siempre logra emocionarme cuando vuelvo a verla de vez en cuando.
Treinta años y varias guerras después, el irlandés Jim Sheridan retoma el tema con “Brothers” en la que junto a otro trío de estupendos actores (Tobey Maguire, Nathalie Portman y Jake Gyllenhaal) aunque el resultado final quede lejos de aquella. Les cuento.
Tommy y Sam son dos hermanos muy unidos pero con vidas completamente distintas. Tommy es un bala perdida sin oficio ni beneficio que acaba de salir de la cárcel mientras que Sam es un “marine” ejemplar con una vida perfecta junto a Grace, su guapa esposa y sus dos hijitas. Sin embargo, las cosas se tuercen cuando Sam es destinado a Afganistán y en una misión es dado por muerto. Mientras, en Estados Unidos, toda su familia intenta superar la perdida, Sam realmente se encuentra prisionero de los talibanes y es sometido a todo tipo de torturas. Cuando finalmente es liberado y regresa a casa, tendrá que hacer frente al duro regreso a casa. Si quieren saber más, tendrán que ver la película.
Imaginaciones mías o no, la sombra de “El Cazador” planea sobre esta correcta cinta en la que Jim Sheridan demuestra como en otras ocasiones en su filmografía ser un perfecto funambulista que sabe moverse con habilidad en el delgado hilo del melodrama. En esta ocasión, si logra no estrellarse en el dramón de sobremesa es debido al buen hacer de unos actores que intentan hacer olvidar a emperatrices y arácnidos para mostrar otros registros interpretativos con los que dan sentido a un guión anodino, mal construido y cobarde, adaptado a la timorata mentalidad que impera en los Estados Unidos donde determinadas situaciones no estarían demasiado bien vistas. Entre los actores destacan unos sobresalientes Jake Gyllenhaal (este chico hace pocas películas pero en las que actúa lo borda, miedo me da en “Prince of Persia”) y Nathalie Portman junto a un secundario de lujo como Sam Shepard que eclipsa a los protagonistas en su pequeño papel de padre de los hermanos. Tobey Maguire también está bien y aprovecha su peculiar físico para realizar una notable actuación, aunque en su papel salga perdiendo en la comparación con otros “desquiciados” de cine, como Walken o de Niro (con todo, la película en la que más me ha gustado).
En definitiva, si “Brothers” funciona es gracias al trabajo de un director competente y unos actores implicados pero la historia peca de falta de ambición y deja con las ganas de haber visto la película que podría haber sido en lugar de la que se acaba de ver. Si van a verla, luego me cuentan. Yo me sigo quedando con “El Cazador”.
Treinta años y varias guerras después, el irlandés Jim Sheridan retoma el tema con “Brothers” en la que junto a otro trío de estupendos actores (Tobey Maguire, Nathalie Portman y Jake Gyllenhaal) aunque el resultado final quede lejos de aquella. Les cuento.
Tommy y Sam son dos hermanos muy unidos pero con vidas completamente distintas. Tommy es un bala perdida sin oficio ni beneficio que acaba de salir de la cárcel mientras que Sam es un “marine” ejemplar con una vida perfecta junto a Grace, su guapa esposa y sus dos hijitas. Sin embargo, las cosas se tuercen cuando Sam es destinado a Afganistán y en una misión es dado por muerto. Mientras, en Estados Unidos, toda su familia intenta superar la perdida, Sam realmente se encuentra prisionero de los talibanes y es sometido a todo tipo de torturas. Cuando finalmente es liberado y regresa a casa, tendrá que hacer frente al duro regreso a casa. Si quieren saber más, tendrán que ver la película.
Imaginaciones mías o no, la sombra de “El Cazador” planea sobre esta correcta cinta en la que Jim Sheridan demuestra como en otras ocasiones en su filmografía ser un perfecto funambulista que sabe moverse con habilidad en el delgado hilo del melodrama. En esta ocasión, si logra no estrellarse en el dramón de sobremesa es debido al buen hacer de unos actores que intentan hacer olvidar a emperatrices y arácnidos para mostrar otros registros interpretativos con los que dan sentido a un guión anodino, mal construido y cobarde, adaptado a la timorata mentalidad que impera en los Estados Unidos donde determinadas situaciones no estarían demasiado bien vistas. Entre los actores destacan unos sobresalientes Jake Gyllenhaal (este chico hace pocas películas pero en las que actúa lo borda, miedo me da en “Prince of Persia”) y Nathalie Portman junto a un secundario de lujo como Sam Shepard que eclipsa a los protagonistas en su pequeño papel de padre de los hermanos. Tobey Maguire también está bien y aprovecha su peculiar físico para realizar una notable actuación, aunque en su papel salga perdiendo en la comparación con otros “desquiciados” de cine, como Walken o de Niro (con todo, la película en la que más me ha gustado).
En definitiva, si “Brothers” funciona es gracias al trabajo de un director competente y unos actores implicados pero la historia peca de falta de ambición y deja con las ganas de haber visto la película que podría haber sido en lugar de la que se acaba de ver. Si van a verla, luego me cuentan. Yo me sigo quedando con “El Cazador”.
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