Si algo ha caracterizado las
historias de Conan desde que Dark Horse se hizo con sus derechos, es intentar
romper con los moldes establecidos en la larga y errática etapa Marvel
apostando gráficamente por la combinación de guionistas contrastados como Kurt
Busiek o Timothy Truman junto a dibujantes prometedores y ambiciosos como Cary
Nord o Tomás Giorello que han dado lo mejor de sí en estos trabajos. Sin
embargo, este posicionamiento arriesgado por parte de la editorial ha ido un
paso más allá con la incorporación de un nuevo equipo creativo llamado a
socavar las convenciones asentadas en las mentes de los aficionados señeros
del cimmerio con un disparo directo a su memoria sentimental, encargando el
nuevo volumen de 25 números al nada convencional equipo formado por Brian Wood
y Becky Cloonan para adaptar nada menos los años que Conan pirateó por los
mares de Poniente junto a su gran amor de juventud la reina de la Costa Negra
Bèlit a bordo del Tigresa y que ya fuera profusamente versionado por los
incontestables Roy Thomas, John Buscema y Ernie Chan en los setenta.
Planeta acaba de publicar el
primer recopilatorio de esta nueva etapa que recoge los seis primeros números y
en la que se entreve desde el principio el giro copernicano que Wood ha dado a
los estereotipos consensuados en torno a la figura de Conan bien secundado gráficamente por Becky Cloonan
y un James Harren que incomprensiblemente no es acreditado en la edición
española.
En esta primera entrega, se
recogen dos arcos de tres números cada uno en los que Wood sienta la premisa
argumental de la serie: usar el relato
de Howard “La Reina de la Costa Negra” como tema sobre la que sustentar sus
propias historias aprovechando los huecos dejados por Howard. De este modo, si
los tres primeros números es una visión libre del encuentro del joven Conan con
la intrépida Bélit y su tripulación, el segundo, es ya una aventura original en
la que Wood narra como Conan disimula su captura por los messantinos (¿?) para
permitir que Bélit y sus piratas puedan saquear la ciudad mientras le juzgan.
Wood abandona los clichés de
la espada y brujería bárbara y el rimbombante elemento épico desde el primer
momento para centrarse en elementos que hasta el momento habían permanecido
inexplorados. De este modo, sin renunciar al tono aventurero imprescindible en
el relato, Wood se centra en explorar la psicología del joven Conan y sus
reacciones en estos primeros encuentros con su gran amor mostrándole más
vulnerable que nunca a los sentimientos pero respetando las premisas
fundamentales establecidas por Howard, pero sin abandonar su propio estilo
narrativo. De este modo, Wood da rienda suelta a una narración de la historia moderna
en la que prima lo visual sobre lo escrito y aprovecha lo aprendido en su
trabajo previo en “Northlanders” para evitar errores en lo referente a la
excesiva modernización de los personajes y sus reacciones. Wood exige al
lector, sobre todo, en el primer arco un esfuerzo de atención para entender el
enamoramiento de Conan de una maleable Bélit que se representa más como una
idea cambiante en su imaginación que una auténtica mujer, dejando claro desde
el principio que para Wood Conan desde que emprendió el viaje en Argos ya estaba
enamorado de Bélit antes de haberla visto, merced a su leyenda. Estos tres
primeros números están brillantemente dibujados por una Becky Cloonan –
colaboradora habitual de Wood- que entiende perfectamente sus sutilezas y da en
todo momento con el tratamiento adecuado para plasmar con un estilo muy
plástico y expresivo, alejado de los cánones naturalistas desde los que siempre
se ha abordado el personaje, los primeros encuentros entre los amantes Es tan brillante la labor gráfica de Cloonan
que Wood se excede con cuadros de textos explicativos que no acaban de aportar
demasiado y aunque no lastren la historia resultan contradictorios respecto al
que se supone es un planteamiento narrativo en el que lo visual prima sobre el
texto.
El segundo arco permite a
Wood presentar algunos secundarios que es de imaginar irán ganando importancia
conforme avance el volumen y ahonda en el enamoramiento de Conan así como profundizar
en la personalidad y el carácter de una Bélit más “carnal” que en la anterior
historia. Si la Cloonan estableció las bases gráficas de la historia el
ignorado por Planeta, James Harren las desarrolla con maestría, manteniendo su
estilo a al tiempo que da mayor empaque a la historia con su cuidada y
detallada representación de la civilizada Messantia y los distintos personajes
que aparecen en la trama, mostrándose como un dibujante al que habrá que seguir
de cerca.
En el apartado gráfico, no
hay que dejar de destacar igualmente la excelente labor del colorista Dave
Stewart y el portadista Massimo Carnevale brillando cada uno en su faceta y sumando
para dar uniformidad a la serie y caracterizar aún más su voluntad renovadora.
En definitiva, “Conan, El Bárbaro”
de Wood puede no gustar a los más ortodoxos seguidores del bárbaro pero no se
puede negar la calidad con la que en estos primeros números el guionista y los
dibujantes han aportado nuevos aires al universo hyboreo. La cuestión es saber
si Wood será capaz de mantener este nivel a lo largo de los 25 números pero a mí
al menos me ha dejado con ganas de descubrirlo.