Calentito anda todavía en las librerías el recopilatorio en el que Glénat ha reunido las historias que para la revista “Zona 84” realizarán uno de nuestros mejores guionistas patrios, Enrique Sánchez Abulí, junto al hijo de uno de nuestros mejores dibujantes, Manfred Sommer, que tampoco le iba a la zaga, Alfredo Sommer, Genies, a mediados de los ochenta. Historias que leídas hoy, tras un cuarto de siglo de su primera publicación, conservan buena parte del descaro y aromas de la libertad creativa con la que fueron concebidas. Les cuento.
Alex Mágnum, o Maremágnum como también es conocido, es un policía posapocalíptico que vive con su madre mientras se mueve entre los restos ruinosos de la sociedad. Mágnum patrulla por el gueto de Metropolis y alrededores imponiendo suorden a la fuerza y haciendo gala de su particular sentido de la justicia en compañía de compañeros novatos o veteranos entre los que se erige siempre como el más chulo y cafre del lugar. En su día a día, Mágnum evita suicidios con su particular estilo y resuelve -o no - casos rocambolescos de asesinos de heladeros mientras mantiene tempestuosas relaciones con femmes fatales cyberpuntk tan autodestructivas como Destroyer o directamente que no son lo que parecen como Heleno. Pequeñas muestras de cómo Mágnum pone orden en el caótico futuro visionado por Sánchez Abulí y Genies.
“Alex Mágnum” es un tebeo cafre, golfo y fresco en el que Sánchez Abulí, con la complicidad necesaria de un inspirado Genies demasiado pronto perdido para la causa de los tebeos, ofreció su versión autóctona –o kañí, como escribiría Abulí- del cyberpunk que empezaba a extenderse en aquellos días a la estela de películas como “Blade Runner” o “Mad Max” pero, además, suponía la oposición frontal frente al héroe clásico de ciencia ficción que venía haciéndose en esos años en España de la mano de autores como Antonio Segura o Carlos Trillo. La visión cyberpunk de Sánchez Abulí rebosa cinismo, ironía y humor negro frente al academicismo de “Kraken” o la crítica social "light" de “Custer” (ambas obras soberbiamente dibujadas por Jordi Bérnet). No, Sánchez Abulí se regodea en mostrar el lado más sórdido y oscuro del ser humano desparramando a través de las aventuras de un antihéroe amoral más a su medida incluso que el mismísimo Luca Torelli, Alex Mágnum, un policía cuya principal misión es servirse a sí mismo antes que al ciudadano. En las historias de extensión variable que recoge este volumen, Sánchez Abulí no muestra demasiado interés por ofrecernos una descripción precisa del gueto decadente en que se desarrollan convirtiéndose en un mero escenario difuso y rico en referencias a las películas arriba mencionadas y a otras como “The Warriors”en las que situar la acción de unas historias basadas en unos magníficos diálogos de género negro e impactantes y agresivas situaciones aprendidas en las novelas de Ed McBain que Sánchez Abulí sabe aplicar brillantemente. “Alex Mágnum” es ciencia ficción, sin moralina y ni falta que hace, pero también es el lado más oscuro y salvaje de un guionista maduro y sin complejos, que se siente libre para hacer lo que le da la gana.
En el apartado gráfico, un joven Genies se muestra brillante tanto en la construcción del personaje principal – Alex Mágnum es como Alice Cooper pero con una apariencia más sanota- como en el desarrollo de los distintos secundarios que van coprotagonizando las historias abiertamente marcados por las referencias cinematográficas mientras que va ganando pulso narrativo aprovechando la libertad que le deja el guionista a la hora del desarrollo de las historias. El dibujo de Genies es potente y efectivo y su blanco y negro es perfecto para reflejar la suciedad del gueto sacando partido incluso de sus imperfecciones y, aunque el dibujante señale como una de sus principales influencias la de Hugo Pratt creo que esta, junto a la de Caniff, le llegan a través de la obra de su padre, el gran Manfred Sommer, pudiendo rastrearse otras influencas menos evidentes como la de José Múñoz y su “Alack Sinner” o el mismo Jordi Bérnet.
En definitiva, “Alex Mágnum” es una joyita olvidada del “boom” del cómic patrio en los ochenta cuyo destino hubiera sido, si su irrupción no hubiera coincidido con el declive de la “industria” del momento, en convertirse en un “Nathan Never” a la española. No está de más recordarlo ante tanto subproducto anglosajón y reivindicar una excelente generación de autores desconocida para muchos jóvenes aficionados aunque, probablemente, al final, como dice uno de los personajes, lo mismo dará por delante que por detrás. Pues eso.
Alex Mágnum, o Maremágnum como también es conocido, es un policía posapocalíptico que vive con su madre mientras se mueve entre los restos ruinosos de la sociedad. Mágnum patrulla por el gueto de Metropolis y alrededores imponiendo suorden a la fuerza y haciendo gala de su particular sentido de la justicia en compañía de compañeros novatos o veteranos entre los que se erige siempre como el más chulo y cafre del lugar. En su día a día, Mágnum evita suicidios con su particular estilo y resuelve -o no - casos rocambolescos de asesinos de heladeros mientras mantiene tempestuosas relaciones con femmes fatales cyberpuntk tan autodestructivas como Destroyer o directamente que no son lo que parecen como Heleno. Pequeñas muestras de cómo Mágnum pone orden en el caótico futuro visionado por Sánchez Abulí y Genies.
“Alex Mágnum” es un tebeo cafre, golfo y fresco en el que Sánchez Abulí, con la complicidad necesaria de un inspirado Genies demasiado pronto perdido para la causa de los tebeos, ofreció su versión autóctona –o kañí, como escribiría Abulí- del cyberpunk que empezaba a extenderse en aquellos días a la estela de películas como “Blade Runner” o “Mad Max” pero, además, suponía la oposición frontal frente al héroe clásico de ciencia ficción que venía haciéndose en esos años en España de la mano de autores como Antonio Segura o Carlos Trillo. La visión cyberpunk de Sánchez Abulí rebosa cinismo, ironía y humor negro frente al academicismo de “Kraken” o la crítica social "light" de “Custer” (ambas obras soberbiamente dibujadas por Jordi Bérnet). No, Sánchez Abulí se regodea en mostrar el lado más sórdido y oscuro del ser humano desparramando a través de las aventuras de un antihéroe amoral más a su medida incluso que el mismísimo Luca Torelli, Alex Mágnum, un policía cuya principal misión es servirse a sí mismo antes que al ciudadano. En las historias de extensión variable que recoge este volumen, Sánchez Abulí no muestra demasiado interés por ofrecernos una descripción precisa del gueto decadente en que se desarrollan convirtiéndose en un mero escenario difuso y rico en referencias a las películas arriba mencionadas y a otras como “The Warriors”en las que situar la acción de unas historias basadas en unos magníficos diálogos de género negro e impactantes y agresivas situaciones aprendidas en las novelas de Ed McBain que Sánchez Abulí sabe aplicar brillantemente. “Alex Mágnum” es ciencia ficción, sin moralina y ni falta que hace, pero también es el lado más oscuro y salvaje de un guionista maduro y sin complejos, que se siente libre para hacer lo que le da la gana.
En el apartado gráfico, un joven Genies se muestra brillante tanto en la construcción del personaje principal – Alex Mágnum es como Alice Cooper pero con una apariencia más sanota- como en el desarrollo de los distintos secundarios que van coprotagonizando las historias abiertamente marcados por las referencias cinematográficas mientras que va ganando pulso narrativo aprovechando la libertad que le deja el guionista a la hora del desarrollo de las historias. El dibujo de Genies es potente y efectivo y su blanco y negro es perfecto para reflejar la suciedad del gueto sacando partido incluso de sus imperfecciones y, aunque el dibujante señale como una de sus principales influencias la de Hugo Pratt creo que esta, junto a la de Caniff, le llegan a través de la obra de su padre, el gran Manfred Sommer, pudiendo rastrearse otras influencas menos evidentes como la de José Múñoz y su “Alack Sinner” o el mismo Jordi Bérnet.
En definitiva, “Alex Mágnum” es una joyita olvidada del “boom” del cómic patrio en los ochenta cuyo destino hubiera sido, si su irrupción no hubiera coincidido con el declive de la “industria” del momento, en convertirse en un “Nathan Never” a la española. No está de más recordarlo ante tanto subproducto anglosajón y reivindicar una excelente generación de autores desconocida para muchos jóvenes aficionados aunque, probablemente, al final, como dice uno de los personajes, lo mismo dará por delante que por detrás. Pues eso.
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