No deja de ser esperanzador aunque
anecdótico en estos vertiginosos y turbulentos tiempos que al Cómic actual –y a todos-
le ha tocado vivir, que una obra que en su momento pasó
bastante desapercibida en nuestro país tenga una segunda oportunidad de llegar
al gran público gracias al efecto altavoz que su premiada adaptación
cinematográfica ha tenido. Y un motivo a la reflexión que sea a toro pasado
cuando divulgadores y críticos nos rindamos a las excelencias de “El azul es un
color cálido” de Julie Maroh y editada por Dibbuks, que recibiera en 2011 el Premio del Público de
Angoulême y cuya adaptación cinematográfica del 2013, “La vida de Adèle”,
dirigida por Abdel Kechiche, recibiera la Palma de Oro del Festival de Cannes
“El azul es un color cálido”
narra la larga, hermosa y triste historia de amor de Clementine y Emma, desde
que se conocen de jóvenes hasta su fin, a través de los diarios de
Clementine, descubriéndonos el despertar a la madurez y la aceptación de su sexualidad
de la joven en un camino que no siempre resulta fácil.
Julie Maroh, cuyo estilo de
dibujo y el suave trazo de sus figuras evocan el costumbrismo de Possy Simmonds,
sorprende por la madurez y habilidad de su propuesta para su corta trayectoria,
construyendo una exquisita y cautivadora “love story” que funciona gracias a la
sensibilidad que derrocha la autora para aprovechar los recursos del cómics
para desarrollar una narración atractiva y sólida basada en unos personajes cuyas
reacciones resultan creíbles y conmovedoras.
Maroh aprovecha el socorrido
recurso de la narración interpuesta mediante la lectura del diario de
Clementine por parte de Emma para presentar mediante una larga y efectiva
élipsis las experiencias de Clementine en su gris vida de adolescente reprimida
en la que la única nota de color es el pelo teñido de su amada. En ese sentido,
resulta muy atractivo cómo la autora otorga un papel protagonista al color como
recurso narrativo y leitmotiv, especialmente al azul que da hilazón a la obra pero ahondando en un significado completamente distinto al que le diera Miller
cuando puso de moda este recurso en su recomendable “Sin City", sirviendo esta vez de contraste esperanzador para ”iluminar" el gris y marrón mundo adolescente de la atormentada Clementine.
Por otro lado, y al igual
que hiciera Vivés en su celebrada “Amistad Estrecha”, Maroh no tiene ningún
problema en mostrar el sexo explícito de las protagonistas presentada de un
modo bello y elegante y sin caer en la zafiedad, como una consecuencia lógica
más en el desarrollo de la obra en el que sin duda es el clímax de la
historia.
“El azul es un color cálido” es
una magnífica y sensible historia de amor que poco tiene que envidiar de la no
menos recomendable pero mucho más (re)conocida “Píldoras Azules” de Frederik
Peeters, con la que comparte idénticos objetivos y una amplia variedad de
recursos aún cuando los estilos de ambos autores difieran. Un estupendo tebeo que he de reconocer me ha emocionado.
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