Planeta prosigue la
publicación de “Chew”, el original thriller gastronómico en torno a las
peripecias del agente Tony Chu y su peculiar familia, reuniendo en este sexto
recopilatorio los números 26 a 30 de la serie regular.
Con Tony en estado de coma postrado
en la cama de un hospital, su hermana gemela la dispuesta y dinámica Toni Chu
toma todo el protagonismo. Toni que posee el poder de ver el futuro a través de los alimentos –o
personas- que prueba lo que acaba afectando malamente a su vida en pareja toma
las riendas para investigar como agente de la NASA los más diversos casos,
desde redes de ranollos psicodélicos a vacas bombas explosivas. Sin embargo cuando la valiente
agente Chu parece que va a vivir por fin el día más feliz de su vida la cosa se
complica cuando en su camino se cruza el siniestro Vampiro.
Repetir, tras una treintena
de números, que “Chew” es una de las series más originales y divertidas que se
publican actualmente en el mainstream norteamericano como demuestran Guillory y
Layman número a número sería redundante aunque también habría que avisar que la serie ha llegado a un punto que puede llegar a saturar y caer en la repetición si el dúo creativo no se anda con cuidado. De momento, en
esta sexta entrega y dando buena medida de la madurez que ha alcanzado la
serie, Layman se atreve a postrar al protagonista absoluto, el ceñudo y huraño agente Tony Chu en la cama, para otorgar todo el protagonismo al
elenco de interesantes secundarios que la pueblan encabezados por Toni, su pizpireta y antitética en carácter hermana gemela en el que será su canto del cine en la serie, salvo sorpresa mayúscula. La agente Chu se convierte
así en la auténtica estrella de este arco argumental investigando delirantes
casos en lo que podría incluso considerarse un spin off de la serie principal,
hasta que, Layman en el brillante último número nos desvela su jugada maestra para dar
una vuelta de tuerca a la trama central de la serie.
Divertida y delirante hasta el exceso,
Layman se atreve con todo y de momento agrada, reforzando el aspecto coral de
una serie en la que todos los personajes tienen su importancia
aunque también hay que decir que por momentos tanto delirio y surrealista
divertimento acaba pareciendo algo forzado y puede llegar a saturar, lo que hace sospechar cierto
agotamiento y repetición de las situaciones, como las protagonizadas por el Agente Poyo cuyo reiterativo gag
cómico acaba resultando, al menos para mí, algo
cansino.
El que sigue en plena forma
con su dibujo dinámico y manierista es Rob Guillory que aprovecha, como hábil
caricaturista que es, todas las posibilidades que su complicidad total con Layman le
ofrecen para su lucimiento, satirizando todo tipo de situaciones y cuidando hasta el más mínimo detalle. Guillory sabe muy bien cuáles son sus puntos fuertes y
los aprovecha al máximo.
En fin “Pasteles Espaciales”
tiene que servir como punto de inflexión a la serie para renovar situaciones y evolucionar, antes de caer en la repetición y el estiramiento que quizás su sorprendente éxito ha provocado antes de
cansar del todo al lector. Creo que Layman y Guillory lo han entendido así y
espero que en la próxima entrega se produzcan avances importantes. Ojalá.
2 comentarios:
¡Qué de acuerdo estoy! No sé si pasó mucho tiempo desde que leí el número anterior o qué pero es verdad que encontré este como más artificial. Y también encontré lo del gallo algo cargante.
Ojalá que no nos empachemos.
Agapito Cascanujo,
Pues me alegro que hayamos llegado a la misma conclusión. Yo espero que en las próximas entregas la cosa vuelva a remontar. Veremos...
Impacientes Saludos.
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