lunes, 17 de agosto de 2009

“La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” de Stieg Larsson




Como un españolito más, he cumplido durante estas vacaciones con el finado Stieg Larsson y he completado la lectura del segundo volumen de la trilogía “Millenium”, que le reportó honores y dineros al bueno de Larsson cuando ya no estaba en disposición de disfrutarlos. (Sic transit gloria mundi y esas cosas, ya saben). Era curioso incorporarse de la hamaca en la playa y ver, bajo los toldos y sombrillas vecinos, a los playeros y playeras exhibiendo cuerpos mientras devoraban libros de larguisimos títulos con escuchimizadas sílfides en sus oscuras solapas.

Como les digo, he terminado el segundo tomo y debo reconocer que, a falta de empezar el tercero que ya anda por casa, de momento me ha gustado menos que el primero aunque en este segundo se nota que el autor se divirtió más escribiéndolo. Pero bueno, les cuento un poco.

Tras los sucesos del primer volumen, los dos protagonistas han seguido con sus vidas. El superperiodista Mikael Blomkvist tras limpiar su nombre ha retomado su trabajo en la revista “Millenium” donde anda preparando un nuevo bombazo junto a un joven freelance, Dag Svensson, sobre las redes de la prostitución en la civilizada Suecia y su conexión con respetables ciudadanos. Blomkvist se las promete realmente felices disfrutando de su buen momento laboral y sentimental con la única sombra de haber perdido el contacto completamente con su colaboradora y “salvadora”, la arisca Lisbeth Salander, a la que parece se ha tragado la tierra. Mientras tanto, Lisbeth, aprovechando su reciente fortuna, se ha dedicado a viajar por el mundo para olvidarse del dichoso Blomkvist al tiempo que por pura diversión se dedica a dar con una nueva solución al enigma de Fermat. Cuando Dag y su joven esposa aparecen ejecutados en su casa, todos los indicios parecen apuntar a la escurridiza Lisbeth, iniciándose una carrera contrarreloj entre la policía para detenerla y Mikael Blomkvist para demostrar su inocencia. Al mismo tiempo, Lisbeth está llevando a cabo su propia investigación mientras esquiva a unos y a otros para dar con un oscuro personaje de su pasado y acabar con un asunto pendiente. Si quieren enterarse de más, tendrán que leer el libro.

Como les decía, me ha gustado más el primer libro que este segundo ya que en aquél existía un mayor equilibrio entre el desarrollo de los personajes y la trama. En este segundo volumen, el elemento de denuncia social de la historia – la doble moral sueca sobre la prostitución- que en el primer tomo era mucho más notorio–los movimientos especuladores de los ejecutivos suecos- queda más difuminado, centrándose todo el meollo del asunto, una vez que queda claro que los asesinatos son una mera excusa buscada por el autor para desvelarnos el oscuro pasado de su personaje más emblemático, la enigmática Lisbeth Salander, el personaje central sobre el que gravita toda la obra y hacia el que se nota el autor ha volcado sus simpatías. A la novela le cuesta arrancar con unas primeras doscientas páginas que no aportan demasiado a la trama y que pueden echar para atrás a los no iniciados que no hayan leído la primera novela, “Los hombres que no amaban a las mujeres”, con un Larsson demorándose en acontecimientos y situaciones superfluos que podría haber dejado para una novela aparte. A partir de esas doscientas páginas, la cosa va mejorando, centrándose el autor en la historia que quiere contar que no es otra que la del pasado de Lisbeth, una historia irreal y fantástica a la par que fascinante que el bueno de Larsson puebla de personajes extraordinarios, extravagantes e irreales –empezando por la misma Lisbeth Salander- con los que va encadenando situaciones cada vez más increíbles frente al realismo con el que encara la narración más académica de la investigación de los policías o del propio Blomkvist. Larsson me gana con personajes como Lisbeth, Zalachenko o el hercúleo guardaespaldas de este, personajes que enlazan directamente con la mejor tradición pulp y del cómic que, probablemente, muchos de los escriben maravillas de esta serie de novelas desprecian.

En definitiva, “La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina” es una novela en la que “vale todo”. Excesiva, alocada y entretenida frente a la corrección y la autocontención de la primera parte, da la sensación que ni el propio autor se la tomaba demasiado en serio –no en vano dice la leyenda que Larsson escribía estas novelas como una especie de entretenimiento íntimo frente a su comprometidos y estresantes trabajos periodísticos- y quizás precisamente esa sea la clave de su éxito. Ideal, como han descubierto ya muchos, para disfrutar relajadamente en verano.

Tengo que reconocer que tengo mucha curiosidad por ver que se inventa este hombre para la tercera novela, “La reina en el palacio de las corrientes de aire”. En cuanto me la lea, les cuento.

Otras obras de Stieg Larsson en El lector impaciente:

Los hombres que no amaban a las mujeres”.

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