Con este cuarto tomo de
“Conan el Bárbaro” que recoge los números 19 a 25 de la serie regular Planeta concluye la edición
de la serie de Dark Horse en la que el
guionista de Brian Wood nos ha ofrecido su particular interpretación de la
relación que Conan mantuvo con Bélit, la pirata en la que es, según los cánones
howardianos comúnmente aceptados la relación sentimental más intensa que
mantuvo el Cimmerio.
En esta úlltima entrega, se
recogen “Piedras Negras” y “La Canción de Bélit”, dos arcos argumentales completos en los
que Wood vuelve por sus fueros ofreciéndonos dos interesantes aventuras. En
“Piedras Negras”, Belit y Conan se adentran en el tenebroso Bosque de los Necrófagos para hacer frente a una siniestra secta que
domina la región, mientras que en “La Canción de Bélit” Wood nos ofrece el plato fuerte de su
etapa con la esperada aventura que culminó en la muerte de Bêlit y su
tripulación en una anónima ciudad maldita al borde del río Zarkheba en los
Reinos Negros.
.
Wood se ha guardado para la
conclusión de la serie los que para mí son sus mejores aportaciones a su
irregular etapa como narrador de las aventuras de Conan, ofreciendo dos historias en las que muestra su calidad como
guionista aportando su original enfoque. “Piedras Negras” es una entretenida aventura en la que coquetea sin
ningún tipo de pudor con los tópicos del género de terror que sirve como
estupendo aperitivo a “La Canción de Belit” en la que Wood despliega todas sus
habilidades para construir una fatalista y trágica historia en la que cuida con
mimo el enfoque para dar a la historia el tono dramático que
precisa, mostrando a Conan y Bélit presos de un destino que la mayor parte de
los lectores conocen. Cierra el tomo un epílogo autoconclusivo, que muestra el
duelo de Conan y deja al cimmerio preparado para afrontar nuevas aventuras por
las tierras hyborias.
Como ha sido habitual en la serie, este tomo vuelve
a sufrir la falta de un dibujante fijo al frente de la serie haciéndose cargo
de los diversos arcos Paul Azaceta, Riccardo Burchielli y Leandro Fernández,
respectivamente, siendo el colorista Dave Stewart el encargado de darle cierta
coherencia al acabado de la serie. Esto, que suele ser habitual en las series de
Wood, no afecta demasiado a la calidad del tomo en el que los diversos
dibujantes – colaboradores habituales del guionista- realizan un trabajo que
sin ser excesivamente espectacular se adecua a las necesidades que establece el
estilo del guionista, destacando especialmente un Riccardo Burchielli que
realiza uno de los mejores trabajos que le he visto hasta la fecha. Las
portadas vuelve a correr a cargo de Massimo Carnevale
Como conclusión final,
“Conan El Bárbaro” se me antoja como una
serie tan irregular como suelen serlo la mayor parte de los trabajos de este
guionista en la que tras una esperanzadora primera entrega solo ha vuelto a
recuperar el pulso en este último tomo. Con todo, el tiempo y la perspectiva creo que lograrán que los más reacios vean con mejores ojos una versión que ha adaptado el icono a los modos y lenguajes de una nueva generación de lectores aficionados al universo de Conan..
No hay comentarios:
Publicar un comentario