viernes, 15 de febrero de 2013

“El Duelo”, de Esteban Hernández.




¿Quién a estas alturas no ha pedido a un amigo o un ser querido? ¿Cómo afrontar esa perdida? ¿Se supera alguna vez? Esteban Hernández uno de los autores jóvenes más originales del cómic patrio se acerca a un tema tan personal, espinoso  y complejo en "El Duelo", su última obra larga publicada hace unos meses por De Ponent poniendo de manifiesto lo absurdo que resulta morirse pero, sobre todo, el seguir vivo.

Altuna y Adrián son amigos desde críos y juntos han vivido todo tipo de experiencias. Cuando Adri muere en extrañas circunstancias no aclaradas, Altuna se verá obligado a continuar la vida sin su amigo, cayendo en una profunda depresión y padeciendo una parálisis que deformará su rostro, y es que la extraña muerte de Adri marcará el resto de la vida de Altuna.
Esteban Hernández, en la estela de series de televisión tan recomendables como “A Dos Metros Bajo Tierra”,  medita en clave tragicómica en torno al misterio final de la muerte a través de las peripecias de un antihéroe cotidiano, el treintenañero Altuna, un personaje frágil y atormentado por el que el lector pronto sentirá simpatía frente a la incomprensión social que padece.
El autor, fiel a un estilo de dibujo personalísimo basado en figuras distorsionadas y expresivas, escorzos complejos y detalladísimas localizaciones urbanas unido a un sentido de la narración que crece obra a obra para generar una medida incomodidad al lector, construye en “El Duelo” un cómic inteligente, sutil y profundo en el que, más allá de la sonrisa superficial que puedan provocar las tribulaciones de Altuna, reclama la implicación del lector para enfrentar una realidad tan inaprensible e inmensa como es la aceptación de la muerte de un ser querido no renunciando a la carga crítica hacia la incomprensión social del protagonista. Hernández se mueve entre la acidez ,la ternura y un existencialismo pesimista que refleja la incomprensión de las convenciones de un mundo del que se presenta como observador desencantado.
 Es posible que tras leer “El Duelo”, el lector no encuentre respuestas a las trascendentes cuestiones planteadas, pero tras el descarnado análisis de nuestro absurdo cotidiano enfrentará este al menos con una sonrisa. No es poco.

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